La música es uno de los elementos inmateriales que puede estar presente en las ceremonias. En el caso de las celebraciones litúrgicas, el canto no es algo accesorio, sino todo lo contrario. La música es una parte necesaria e integral de la liturgia solemne de la Iglesia católica.
La Constitución Sacrosanctum Concilium de 1963 establece que en cada diócesis se establezca una comisión de música. Esta decisión pone de manifiesto la importancia que tiene la música en la sagrada liturgia.
Si repasamos los libros de la Biblia, concretamente los del Antiguo Testamento, nos encontramos con el Cantar de los Cantares. Este poema bíblico fue elegido por los primeros padres de la Iglesia como inspiración para las homilías del sacramento del bautismo.
Como nos recuerda Sacrosanctum Concilium, el canto sagrado es ensalzado en la Sagrada Escritura y es empleado desde los Santos Padres con una función ministerial: «La música sacra, por consiguiente, será tanto más santa cuanto más íntimamente esté unida a la acción litúrgica, ya sea expresando con mayor delicadeza la oración o fomentando la unanimidad, ya sea enriqueciendo la mayor solemnidad los ritos sagrados. Además, la Iglesia aprueba y admite en el culto divino todas las formas de arte auténtico que estén adornadas de las debidas cualidades».
En líneas generales, la Iglesia reconoce el canto gregoriano como el propio de la liturgia romana, aunque también acepta otros géneros de música sacra para las celebraciones litúrgicas, como puede ser la polifonía sagrada antigua y moderna en sus diversos géneros, la música sacra para órgano y otros instrumentos admitidos en la liturgia y el canto sagrado popular, litúrgico y religioso.
Además, la Iglesia pone de manifiesto el valor que tiene la tradición musical propia de un territorio o de una comunidad y, en consecuencia, se respeta y se conserva: «Como en ciertas regiones, principalmente en las misiones, hay pueblos con tradición musical propia que tiene mucha importancia en su vida religiosa y social, dese a esta música la debida estima y el lugar correspondiente no sólo al formar su sentido religioso, sino también al acomodar el culto a su idiosincrasia».
En definitiva, la Iglesia considera que las celebraciones litúrgicas deben estar íntimamente unidas a la música, para, de esta manera, enriquecer la solemnidad de los ritos sagrados. Y esta música sacra es aquella compuesta para la celebración del culto divino, dotada de santidad y bondad de forma, tal y como la define la Instrucción del Consilium y de la sagrada congregación de ritos, musicam sacram.
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