Cuando vine a vivir a esta zona todo el mundo me decía que estaba loco al vivir en un monte, lejos del centro de la ciudad. Hoy en día se ha convertido en un sitio privilegiado.
Sin embargo anoche pasamos un susto bastante considerable. Una franja de árboles incendiados brillaba en la cima del monte. Al poco rato se podían observar dos frentes de unos cien metros de ancho.
Gracias a Dios, la rápida y eficaz acción de los bomberos acabó rápidamente con el incendio y pudimos descansar en paz. Pero el miedo quedó ahí.
Y ahora vamos al título de este comentario. “No tenemos enmienda”. Grupos de jóvenes y no tan jóvenes, aprovechan el escaso movimiento de vehículos y de viandantes por la zona, para organizar botellones y fiestecitas por la parte alta de la urbanización o en la propia vaguada que la divide.
Cigarritos y algún que otro petardo para celebrar su “libertad”.
Hace unos días manifesté mi preocupación a unos jovencitos que bebían, sin ningún tipo de precaución, detrás de mi casa. Los fiesteros me miraron de aquella manera mientras me perdonaban la vida. Mi indignación fue premonitoria. Anoche comenzó a arder el monte y “no se conoce el motivo”.
Lo de ayer nos pudo costar un disgusto. Cientos de viviendas, derramadas entre los pinos, en la ladera del monte, pudieron ser pasto de las llamas. Menos mal que la brisa que corría era escasa. Pero el mal rato no nos lo quita nadie.
Espero el “propósito de enmienda”. Tened un poco de talento. Aguantad unos cuantos meses. Y si se os queréis beber hasta el agua de los floreros, hacedlo en espacios libres. Allá vosotros.
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