Hasta el 27-D de este azaroso año estará en la Casa de Vacas del Retiro la exposición pictórica de Paula Varona, una pintora con una impronta harto personal, si bien lograda, a tenor de lo que se vislumbra sobre sus lienzos, mediante la amalgama de muy variados influjos. Por un lado tenemos una caliginosa luminosidad señoreando muchas de sus obras (rasgo que comparte con Sorolla); asimismo, con impresionista temperamento (que emparenta por momentos con Renoir) se desempeña en un arte pictórico en cuyos trazos rielan los cromáticos y luminiscentes destellos de su sensibilidad.
A veces el color se torna apasteladamente sólido entroncando con la estética pop, la cual adquiere aun mayor desarrollo en los encantadores pastiches tributarios: a Goya, Gutiérrez Solana, El Bosco… Nos ofrece Paula Varona una lírica cotidianeidad, lírica y con un punto de gelidez. Crea cuadros en los que la vida transcurre hermosa y anodina y en los que las personas se atisban desde arriba (a la Genovés usanza) guardando eso que hoy conocemos como distancia de seguridad y que pareciera indicar el aislamiento en que desarrolla su existencia el ser humano, tan apelmazadamente conviviente y tan solo en última instancia.
Pese a todo, las noches de Varona desprenden claridad. También Gutiérrez Solana, cuando es remedado por esta afinada pintora que parece portar con ella ingentes vatios de luz muchos de los cuales traslada al lienzo a través del pincel.
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