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Tras incitar la insurrección contra el Congreso, Trump debe ser destituido de inmediato

La laxa presencia policial del miércoles contrasta con la gran movilización de fuerzas policiales y militares en respuesta a las manifestaciones que ocurrieron a mediados de 2020 contra el racismo
Amy Goodman
lunes, 11 de enero de 2021, 10:51 h (CET)

El Congreso de Estados Unidos se reunió el miércoles para certificar formalmente el resultado de la votación en el Colegio Electoral, el último paso para declarar a Joe Biden como el ganador de las elecciones presidenciales de 2020. Donald Trump contraatacó con un mitin que había estado planeando durante semanas. “Convocamos a una gran manifestación en Washington D. C. el 6 de enero. Súmate a ella, ¡será colosal!”, escribió días atrás en su cuenta de Twitter.

Desde el estrado del mitin en el Parque Elipse de la Casa Blanca, Rudy Giuliani, el desprestigiado abogado personal de Trump, vociferó: “¡Hagamos un juicio por combate!”. Mientras tanto, Donald Trump Jr., hijo mayor de Trump, cerró su discurso con un encendido llamado a la multitud: “¡Levántense y peleen!”. Previamente, Donald Trump Jr. había amenazado a los congresistas republicanos que no estaban dispuestos a apoyar la impugnación de la victoria de Biden: “¡Nos acordaremos de ustedes por mucho tiempo!”.

Después de brindar su discurso en el mitin, el propio presidente Trump instó a la multitud enardecida a marchar hacia el edificio del Congreso, donde se estaba llevando a cabo la certificación de las elecciones. La turba de seguidores de Trump rodeó rápidamente el Capitolio, desbordó a la policía que lo custodiaba, rompió ventanas y logró traspasar las pesadas y herméticas puertas del Palacio Legislativo.

Ondeando banderas confederadas y banderas de Trump, los violentos insurrectos invadieron los pasillos del recinto legislativo. La sesión conjunta de la Cámara de Representantes y el Senado, en la que se debatía la impugnación a la certificación de los votos electorales del estado de Arizona, se interrumpió en forma abrupta cuando el caos descendió sobre el corazón de la democracia estadounidense. Los congresistas tomaron sus máscaras antigás de debajo de sus asientos mientras se lanzaba gas lacrimógeno (no está claro si algunos de los partidarios acérrimos de Trump en la Cámara de Representantes se negó a ponerse la máscara). Poco después de que los legisladores huyeran, los violentos manifestantes inundaron el hemiciclo del Senado. Mientras tanto, los guardias bloqueaban las puertas de la Cámara de Representantes en medio de un enfrentamiento armado con los seguidores de Trump.

La policía del Capitolio disparó y provocó la muerte de una de los intrusas, la veterana de la Fuerza Aérea Ashli Babbitt, originaria de la ciudad San Diego y de 35 años de edad. Las publicaciones de Babbitt en las redes sociales muestran que ella creía firmemente en la extremista teoría conspirativa del movimiento QAnon. Según se informa, otras tres personas murieron en la ciudad de Washington D. C. por “emergencias médicas” no especificadas y otras varias decenas fueron arrestadas.

La mínima seguridad del Capitolio, mientras el Congreso en pleno y el vicepresidente de la Nación estaban presentes, sorprende y desconcierta. Circularon varios videos que muestran a un puñado de policías del Capitolio resistiéndose tímidamente a los manifestantes y luego abriendo el perímetro de seguridad y admitiendo el paso a la multitud enardecida. En el interior del recinto, varios policías se tomaron selfies con los terroristas que estaban tomando el control del edificio.

La violencia era previsible. Ya había estallado en una manifestación anterior incitada por Trump, el 12 de diciembre, en la que varias personas fueron apuñaladas. Cuando el líder del grupo violento The Proud Boys fue arrestado en la ciudad de Washington D. C. el lunes, se le incautaron varios cartuchos de munición de alta capacidad para rifles semiautomáticos. La alcaldesa de Washington, Muriel Bowser, solicitó al Pentágono que desplegara la Guardia Nacional esta semana, pero dicha solicitud fue desatendida.

La laxa presencia policial del miércoles contrasta con la gran movilización de fuerzas policiales y militares en respuesta a las manifestaciones que ocurrieron a mediados de 2020 contra el racismo sistémico, la brutalidad policial y en defensa de las vidas de las personas negras. En ese entonces no se escatimó en gastos para guarnecer el Capitolio con policías completamente armados, unidades SWAT de las fuerzas de elite de la policía y tropas de la Guardia Nacional. El ex fiscal general de Trump, Bill Barr, ordenó un asalto coordinado por el Pentágono contra manifestantes pacíficos para despejar las calles y para que Donald Trump pudiera posar frente a una iglesia con una biblia. No queremos ni imaginar lo que hubiera sucedido si miles de personas de color y simpatizantes de Black Lives Matter hubieran invadido el Capitolio durante una sesión conjunta del Congreso.

Bree Newsome Bass estuvo muy activa en Twitter durante la insurrección. El jueves la entrevistamos en Democracy Now!: “Varias personas como yo, que hemos participado en varias manifestaciones y que en su mayoría somos personas negras, notamos durante todo el día de ayer la gran diferencia en la respuesta coordinada y abiertamente militarizada que tiene la policía ante cualquier tipo de protesta que desafíe el racismo por parte de la policía o el racismo en el gobierno en comparación con la respuesta que presenciamos ayer, que fue obviamente diferente. Y creo que lo que vimos ayer es uno más de esos momentos críticos en la historia que representa la culminación de todo lo que sucedió antes y que realmente esclarece e identifica todo lo que está intrínsecamente mal. Y una de esas cosas es claramente la forma en la que actúa la policía”.

La ley que dispone que el Congreso debe certificar los votos del Colegio Electoral fue aprobada en 1887, luego de la controvertida elección de 1876 que enfrentó al republicano Rutherford Hayes con el demócrata Samuel Tilden. Tilden ganó el voto popular, pero Hayes tramó una victoria en el Colegio Electoral que incluyó aceptar retirar las tropas federales de los estados del sur. En el pleno del Senado, después de que la violenta turba de seguidores de Trump fuera retirada del recinto parlamentario y se reanudara la sesión, el senador demócrata en representación del estado de Illinois Dick Durbin invocó el recuerdo de ese devastador pacto conocido como el Compromiso de 1877: “El senador de Texas dice que solo quieren crear una pequeña comisión. Que en diez días van a auditar todos los estados, particularmente los que están en disputa aquí […], y que se averiguará qué ocurrió realmente. Es similar a lo que pasó en 1876, en la contienda electoral entre Hayes y Tilden. No olviden lo que logró esa comisión, ese llamado 'compromiso político'. No era solo una comisión gubernamental ordinaria. Fue una comisión que dinamitó el proceso de la Reconstrucción, que estableció las leyes segregacionistas de la época de Jim Crow. Incluso después de la guerra civil que destrozó a esta nación, esa comisión generó que se volviera a esclavizar a los afroestadounidenses y se restringiera la participación de votantes en los comicios electorales, algo contra lo que estamos luchando aún hoy en Estados Unidos”.

A lo largo de toda su vida, Trump ha avivado las llamas de la supremacía blanca. Su período presidencial se debe en gran parte a su cínica explotación del racismo y el miedo. Sin embargo, mientras los seguidores de Trump atacaban el Capitolio, el demócrata del estado de Georgia Jon Ossoff era proclamado ganador de la última contienda electoral por el Senado. El otro candidato demócrata al Senado por el estado de Georgia, el reverendo Raphael Warnock, había ganado su contienda horas antes, convirtiéndose en el primer demócrata afroestadounidense en ser elegido para representar en el Senado a un estado del sur. Estas dos victorias, que devuelven el control del Senado al Partido Demócrata, son el resultado de años de organización de base y de un exhaustivo trabajo para registrar en los padrones a los votantes de Georgia, que lograron superar años de violencia, las restricciones a la participación electoral promovidas por las leyes segregacionistas de la época de Jim Crow y las purgas masivas de votantes.

Trump pronto se irá, pero el cáncer del trumpismo podría permanecer. Lo que pasó en Georgia es una luz de esperanza, nos hace confiar en que el poder de la organización popular puede vencer al racismo y al odio.

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