Han pasado aquellos días del confinamiento en los que salíamos a los balcones y ventanas para aplaudir el trabajo denodado que estaban realizando los sanitarios, los miembros de las fuerzas de seguridad y aquellos que permitieron mantenernos perfectamente alimentados e informados en esos meses.
Se ha iniciado el año 2021 y parece que la cosa no pinta mejor. Menudo comienzo de año. La pandemia ha iniciado su tercer rebote con más virulencia si cabe. Los números no engañan. Cada día fallecen en España unos cientos de personas victimas del Covid-19. Es decir, un número similar al de un accidente aéreo de gran magnitud.
Por otra parte nos ha llegado la terrible perturbación atmosférica denominada “Filomena”. No han estado muy acertados los que le han puesto ese nombre. Los diccionarios etimológicos nos indican que la palabra filomena viene del griego y significa “amante de la música”, “ruiseñor” o “amada”.
Ningún parecido con la realidad. “Filomena” se ha convertido en la madre de todas las tormentas. Ha barrido por completo la piel de toro, con agua, viento, lluvias torrenciales y nevadas espectaculares con sus consiguientes heladas.
En la Costa del Sol occidental ha dejado lluvias en tres días equivalentes a las de la mitad de un año pluvial. Desgraciadamente se ha llevado por delante a dos personas en Mijas Costa. De Sierra Nevada hacia arriba la cosa se ha convertido en nevadas copiosísimas.
En España no estamos acostumbrados a esta situación. Madrid presenta un aspecto extraño; como salido de una película futurista. Miles de conductores se han visto atrapados por la nieve y condenados a mantenerse en sus vehículos hasta que han podido verse rescatados tras decenas de horas angustiosas.
En mi mente martillea la imagen de los miles de personas sin-techo que están pasando estos días en la calle. Supongo que habrán aceptado los albergues que se les ofrecen. Pero alguno seguirá caminando errabundo por nuestras calles.
Aquí surge mi buena noticia de hoy. Me la ofrece la gesta de un hombre de 64 años que, en plena tormenta de lluvia, a primera hora de la mañana, caminaba por el paseo marítimo de Málaga y observó a una mujer que era arrastrada por las olas. Se lanzó al mar y pudo rescatar a una señora húngara de 64 años. Andaba por la playa totalmente desnortada. Parece ser que había venido de Alicante a casa de unos amigos. Discutió con ellos y estuvo deambulando sin rumbo durante horas hasta llegar a la playa donde fue arrastrada por la fuerte marea.
El héroe protagonista de nuestra buena noticia de hoy se llama Fernando Ruiz Corrales, un veterano deportista que no dudó en lanzarse al mar y recuperar a esa mujer de ser arrastrada por el mismo.
Otros muchos héroes anónimos se han lanzado a la calles y carreteras, inundados por la nieve, a fin de socorrer a cuantos se han visto obligados a permanecer detenidos hasta que puedan ser rescatados. Ahí están de nuevo los militares, los sanitarios, las fuerzas de orden público, los “curritos” de los medios de comunicación, que nos informan a pie de calle, así como los voluntarios de Cruz Roja y otras instituciones. Todos ellos vuelven a dar la talla y ser merecedores de nuestro profundo agradecimiento. Una vez más, siguen existiendo esos tontos contemporáneos que, en vez de ayudar o de estar quietecitos en su casa, siguen haciendo botellón sin mascarillas (ayer tarde había una docena de adolescentes bebiendo a morro detrás de mi casa), se lanzan a las carreteras sin necesidad o juegan con la nieve, sin tener conocimiento de los posibles problemas que se derivan de ello.
Esperamos que el buen tiempo y los buenos tiempos vuelvan. Esto tiene que cambiar. Contamos con tiempo y paciencia para conseguirlo.
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