Durante este desbordado annus horribilis de la pandemia de COVID-19, con sus consecuencias económicas y sociales en el plano interno, las potencias y muchos socios, políticamente expuestos en su represión oriental y su caos occidental, a nivel internacional están teniendo un año menos complicado.
Estados Unidos, que lustra su prestigio herido con una vacuna en tiempo récord, rodea a Irán logrando el acercamiento entre árabes e israelíes, pretende acorralar a China con la India, Australia y Japón; mientras deja jugar peligrosamente a Turquía entre aliados y rivales. Además, refuerza la Doctrina Monroe a través del Banco Interamericano de Desarrollo y Joe Biden presumiblemente pulirá la diplomacia con otros satélites; esta es la ambivalente Pax Americana en automático. Rusia, enredada en el gran escenario postsoviético, se conforma con el honor que le entrega su acción en el Cáucaso y la supervivencia de sus aliados. Puede ser un año políticamente fructífero también para Europa con una gestión de los recursos más redistributiva, en donde una Francia más central se revuelve hacia fuera desde sus problemas sociales y Alemania parece animarse a desencallar un poco su imagen histórica.
La Unión Europea se desempantana, pero ha permitido incluso que el tamaño no sea una limitación para trabar: los latinos defienden la solidaridad, Países Bajos representó firmemente la frugalidad y Polonia y Hungría no renunciaron a su “iliberalidad”. Por su parte, Reino Unido termina de recuperar su soledad insular en un mundo bastante diferente al que dejó.
China, mostrándose imparable, intenta nublar sus responsabilidades sanitarias y su autoritarismo: firma el mayor tratado de libre comercio del mundo con 14 vecinos, un espaldarazo al multilateralismo y la liberalización comercial, pues tiene como objetivo rebajar los aranceles hasta el 90 por ciento. Sin embargo, su alcance final está por debajo de las expectativas iniciales, ya que la India decidió retirarse de las negociaciones y el texto aprobado no entra en temas de inversión o cuestiones medioambientales y laborales.
Japón, Corea del Sur o los países de la ASEAN podrían utilizar este acuerdo como contrapeso y para ordenar los beneficios obtenidos, es decir, aprovechar la pujanza del gigante asiático como lo hace la rémora con el tiburón.
Surge también la esperanza de que la guerra comercial cambie su forma actual. No obstante, entre una guerra fría geopolítica de juego de suma cero y un ardiente enfrentamiento geoeconómico gradual, una tibia competencia continuará; la contención de parte del Rimland por medio del Rimland llegó para quedarse.
Las mascarillas, que solo cubren media cara, simbolizan una contradictoria y peculiar época: un curso acelerado para recordar a los rusos que el mundo no es un tablero con reglas tan fijas como en el ajedrez, a los chinos que nada vuelve de forma tan directa como la pelota en el ping-pong, a los estadounidenses que intentar muchos touchdowns puede ser perjudicial para la cabeza y a los europeos que deben seguir reforzando el mediocampo.
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