En julio el Congreso anunciaba un concurso para renovar los móviles y las líneas de ADSL de las que disponen en sus domicilios los Diputados, hice cuentas y la cosa salía a 170 euros por escaño al mes. Lo jodido es que a mí todo se mezcla en el coco y ese dato se me mezcló con otro, que 234 diputados eran pluriempleados, vamos que compatibilizan el escaño con otro curro y supongo que se verán obligados a cargar con el móvil de diputado y el de la empresa.
De compatibilidades llevo mucho leído en el BOE, especialmente las referidas al sector del casquerio. Bueno, en lo que afecta a cascaos y pensionistas lo que hay son incompatibilidades y….. prestaciones vinculadas a unos niveles de renta de miseria. Si con el salario base 645,30 no se puede vivir, es suicida intentar pasar con el IPREM 532,51 sin una tarjeta Black ni posibilidad de comer o cenar “de trabajo”. A mí y a muchos cascaos, que poblamos los asilos hospitales del boom de la polio, nos enseñaron que cuando se come no se habla. Durante la comida solo se oía el ruido que los cubiertos con los platos y el del agua de la jarra al llenar los vasos. Por eso siempre me ha costado entender cómo se puede trabajar con los cubiertos en la mano. Pero no es solo eso, tampoco entiendo cómo se las arregla para conciliar la vida familiar y social el que tiene que trabajar.
Luego salió la cuestión de las comidas de trabajo que, con cargo al presupuesto público, se comen autoridades y representantes de la más variada escala. Salió a relucir las noticias sobre menús carcelarios en Navidad y con ello la memoria de Agapito Pazos, un cascao que vivió 77 de sus 80 años en la habitación 415 del Hospital Provincial de Pontevedra. No le gustaba la sopa y sí el queso.
La administración pública sabe mucho de dietética y alimentación, por eso se comen Sanjacobos en todos los cuarteles, cárceles, colegios, residencias de abuelos y cascaos, colegios mayores universitarios y hospitales. Los Sanjacobos no los conocí en mi etapa de asiliado, cosas de la edad, soy más viejo que los Sanjacobos, pero no tanto como para no haber disfrutado de los purés hechos con remanentes de comidas anteriores.
Como en la tertulia la mayoría somos de NO PODEMOS (no podemos rascarnos la nariz, limpiar los ojos (los tres), acercar la cuchara a la boca,…) no alcanzamos a comprender las “comidas de trabajo”, regadas con excelentes caldos, que en prisiones y residencias están prohibidos “por el bien de los internos”.
Pepe proponía que la comida se la lleve cada uno de casa, o mejor aún, que vaya a casa para compatibilizar la vida familiar. Si no es posible ir a casa y volver al tajo, ahí está la fiambrera, que mi abuela preparaba de madrugada para mi abuelo y tíos, y mi madre para mi padre. Me encantó ver al Ministro que fue a una reunión de un Consejo Europeo con un «tupper» de croquetas que le había preparado su mujer con los restos del cocido de hacía dos días.
Marcial, mi amigo el caballero mutilado por la patria, que corrió por los montes con la cara pintada comiendo lo que encontraba, nos sorprendió con su propuesta de que en las administración civil se proporcionan lo que llamaba “ración de comida de trabajo”. Él, que llegó a comer raciones de los americanos, comenta que sus amigos en activo le dicen que la comida española cotiza alta en los saraos internacionales. Y es que donde esté la industria conservera española que se quiten las “ensobradoras” extranjeras.
A la vista de las tasas impuestas a los cascaos por servicios de centro de día, taller ocupacional, … se ve como se concentran todas las incompatibilidades que en otros sitios faltan, y para cuyo cálculo se computan los ingresos de la familia hasta en quinto grado. Se dice que los principios que inspiran la ley están en ese manual de economía, que parece ser libro de cabecera de quienes dirigen la economía nacional, llamado: La sopa de los conventos (1868).
Por cierto, la sopa se ha consolidado como un alimento genuino español y las raciones de campaña, que tienen 10 menús diferentes (5 de comida, 5 de cena, desayuno y raciones alternativas para los musulmanes) tienen su ración de sopa de pollo con pastas o sopa de verdura. Y dada la existencia de numerosos niveles de la administración (autonómica, local, diputaciones, consejos,….) se pueden negociar unas condiciones ventajosas para el suministro, mediante el correspondiente concurso público. Y las reuniones de consejos autonómicos, el de la dependencia por ejemplo, pueden servir para que los consejeros promocionen la comida de su tierra: el bocarte cántabro, el cocido madrileño y los callos, la fabada asturiana, el pulpo gallego,…. Las raciones del ejército llevan su correspondiente hornillo con su pastilla de combustible para calentar las latas.
Al final casi nos olvidamos de cumplir con el motivo de la tertulia: Firmar la Iniciativa Legislativa Popular para derogar el tasazo confiscatorio impuesto a los cascaos del País de las Maravillas; y la aprobación de una verdadera Ley de Promoción de la Autonomía Personal de las personas que precisan apoyos generalizados. Ya estamos cansados de luchar contra los efectos de la malintencionadamente llamada “Ley de dependencia”, de la voluntad del ejecutivo de turno o de la Divina Providencia. Por eso las huestes del casquerio se preparan para la campaña de primavera, cuando las condiciones climatológicas permitan salir a “calle abierta”; en este momento se están pensando los menús de campaña, a base de: fiambrera, bocata y triturados para los que no tragamos.
Los cascaos fuimos los últimos en alcanzar derechos, los primeros en perderlos y luchar por el cumplimiento de una Convención Internacional de la ONU que las Cortes Españolas, Autonómicas y numerosos Ayuntamientos firmaron y deben hacer honor al compromiso adquirido ante la ONU. No es compatible el incumplimiento de la palabra dada con el honor. Por cierto, los cascaos nos encontramos con incompatibilidades hasta en la sopa, que es un plato que no está en los menús de las comidas de trabajo, por incompatibilidad.
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