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Es una pregunta dura y difícil de contestar, pero como articulista hay que hacerla y hacérsela a uno mismo y a la sociedad. ¿Existen indicios de disolución de ambas realidades? Por un lado, los Estados Unidos de Europa, o, cómo al final se le denomine, es una realidad que está en potencia, como nos diría Aristóteles, pero no en acto, está “in fieri”, está haciendo y haciéndose, pero no está hecha, estamos a medio camino.
Necesitamos reencontrarnos con nuestra propia historia de amor, hacer las paces entre nosotros y contribuir a que el entusiasmo por lo sistémico forme parte de nuestro horizonte, siendo cada día más diligentes con el espíritu donante, creativos y perseverantes en la esperanza.
No es casual que ayer, Sábado Santo, no me haya pronunciado en absoluto. No es olvido ni indiferencia, sino más bien una actitud de espera, luto y fe contenida. Es un día en el que la Iglesia calla, acompaña a María en su dolor indecible, y permanece junto al sepulcro sellado. No se celebra la Eucaristía, no hay palabras de júbilo, no hay predicación, porque el Verbo hecho carne, ha sido entregado al silencio de su muerte terrenal.
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