‘El vecino de abajo’, última entrega de la barcelonesa Mercedes Abad, se presenta con un sugestivo argumento: una escritora, traductora en este caso, no puede concentrarse en su trabajo porque, de repente, un lunes a las 8 en punto de la mañana, alguien, el vecino de abajo, comienza la reforma de su casa. Es una finca vieja donde todo vibra, todo salta, todo amenaza con venirse abajo ... Hasta la ordenada vida de la traductora.
Reformas. Polvo. Ruido. Golpes. Desorden. Trasiego de muebles. Escombros. Sugestivo tema, ya lo decía antes. Un excelente disparador para escribir. En definitiva, un trastorno capaz de alterar su ritmo vital al más pintado. Si, además, el reformador es un ‘enterao de la vida’, que se las da de listillo, que cumple con todas las normativas legales, tenemos un auténtico problemón para todos los que convivan a su alrededor. Pues bien, la protagonista de ‘El vecino de abajo’ tiene que enfrentarse a todo esto y algunas cosas más. Página tras página, se verá abocada a una situación límite, de la que sólo se puede salir mediante una respuesta también límite, fulminante, decisiva. En primera instancia, la traductora huye de su piso, que es como soslayar el problema sin enfrentarse a él. Pero luego se da cuenta que no puede huir de la vida que ha construido con mucho esfuerzo y decide regresar para buscar soluciones. Y comienza a guerrear a su manera. Tras pintar un rótulo de protesta por las obras, es detenida por agredir a un policía y pasa unos días a la sombra en la cárcel de Wad Ras. De allí sale y acude a una fiesta de bienvenida, donde se convierte en la protagonista principal, en la heroína de su propia desgracia. Es justo allí donde cobra conciencia de su deseo de venganza sobre Miquel Aubet, el reformador, el vecino de abajo. Y a eso dedicará el resto de la novela, auxiliada por un variopinto y, a mi juicio, poco verosímil grupo de colaboradores, a los que apenas si conoce, movidos por un extraño espíritu de solidaridad altruista.
Este entramado tan bien urdido, demandaba, a mi juicio también, un final mucho más contundente para paliar tan magna afrenta. Sufre mucho la traductora-escritora-protagonista para conformarse con venganzas más suaves. Miquel Aubet hubiera merecido un poco de ‘blood’, de ‘catsup’, de eso que llaman ahora realismo sucio, con fiambre incluido o no. Sin embargo, la cosa deriva por otros derroteros, vengativos, sí, inteligentes, también, pero blandos en el fondo.
Para dibujarnos todo lo que antecede, Mercedes Abad utiliza un lenguaje puramente funcional, alejado de florilegios y juegos lingüísticos pero muy bien hilvanado. La palabra es fluido. Con ello construye una de las grandes virtudes del libro: sus páginas se leen de corrido y cuando vienes a darte cuenta, ‘El vecino de abajo’ te ha abocado ya a su recta definitiva, donde te espera el juez de llegada para darte el banderazo final.
Pero esta novela tiene más aspectos interesantes: una eficaz y bien trazada Betty Correa, personaje secundario de carácter fuerte que, en un momento determinado, querrá desbancar a la propia protagonista de su lugar de privilegio en la narración. Por supuesto no lo conseguirá ¡Faltaría más! Pero lo ha intentado. La Correa será un buen contrapunto, la dosis justa de resabio y mala leche que, de verdad, hacía falta en la trama; una pequeña, pero incisiva e interesante, mirada al mundo de los editores, encarnados en ‘mi ex gran amiga Clara’; un guiño al sexo rápido, sexo ‘cleenex’, de usar y tirar, representado por los escarceos de la protagonista con personajes terciarios, algunos de los cuales ni siquiera llegamos a saber quiénes son; y, por último, la idea de familia (fundamentalmente referido a madre y hermana) que posee la protagonista: un concepto bastante negativo, pero diáfano y sobre todo sincero.
No querría terminar sin señalar que, últimamente, están de moda las novelas cuyo protagonista es el propio escritor más o menos disfrazado (‘La noche del oráculo’ de Paul Auster, por ejemplo), con resultados dispares. Los escritores parecen ahora empecinarse en vivir, en la tinta y el papel, no ya las vidas de otras criaturas imaginarias e imposibles, sino la suya propia. Es como permitirse llevar una doble existencia o concederse una segunda oportunidad, mezclando realidad y ficción a dosis desiguales. Mercedes Abad, en una entrevista reciente ha dicho algo en este sentido: ‘En lugar de armarme de pistolas y de emprenderla a tiros, me desahogo por escrito’, lo que - añado yo - es mucho menos dañino e igual de saludable, y reconoce el rol de personaje que los escritores tratan de atribuirse en sus propias obras, como les decía.
En resumen, que ‘El vecino de abajo’ está bien, pero podía haber estado mejor, sobre todo ‘ensuciando’ su final ‘blandito’. Inmejorable edición de Alfaguara. El formato del libro es muy cómodo: ni más grande, ni más pequeño. El justo: buena letra, abundantes espacios en blanco, tapa dúctil. ¡Ah, se me olvidaba! Por favor, no pierdan de vista a quien escribió la sinopsis de la contraportada – tal vez la propia escritora -. ‘Chapeau!’ Es todo un gancho para atrapar lectores. De verdad.
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‘El vecino de abajo’, de Mercedes Abad. Alfaguara, Santillana Ediciones Generales, S.L. Mayo, 2007. Precio: 17,60 euros.
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