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Etiquetas | El envés | libertad

Estoy libre si todos somos libres

La libertad sin límite es absurda y no hay cómo defenderla filosóficamente
José Carlos García Fajardo
miércoles, 11 de marzo de 2015, 15:11 h (CET)
La frase “mi libertad termina donde empieza la tuya” es individualista, del yo separado de la sociedad. Es el deseo de verse libre del otro y no de ejercer la libertad con el otro.

Todo ejercicio de la libertad que implique ofender al otro, amenazar la vida de las personas y de todo un ecosistema, deforestación indiscriminada y violar lo que es considerado como sagrado, no debe tener lugar en una sociedad que se quiere humana, afirma Leonardo Boff en una espléndida reflexión sobre los límites de la libertad de expresión. Imaginar una libertad absoluta y más allá de toda ética es una contradicción en sí misma. Porque los seres humanos tenemos derechos fundamentales siempre que no atenten a idénticos derechos en todos los demás seres humanos, estén o no reconocidos por sus ideologías imperantes, sus poderes políticos y las circunstancias en las que se encuentren. Los demás seres vivos y a todo el medio en el que vivimos, nos movemos y somos… y aún a lo que no percibimos por nuestros limitados sentidos pero que conforman ese oikós o medio ambiente en el que jamás podremos ser observadores, como afirmó Heisenberg, ni actuar como meros ecólogos porque dónde nos situaríamos para estudiar, logía, aquello de lo que formamos parte substancial. De ahí que Raimon Pániker propusiera sustituir la palabra ecología por ecosofía, porque yo me sabo oikos y todo mi ser está en conexión vital con el cosmos en su energía inefable. De las que no podemos fablar ni experimentar pero sí experienciar. Uso este término para distinguirlo de las experiencias que se pueden repetir a voluntad; como sucede en la ciencia con los experimentos. El maestro Pániker propuso reconocer la dimensión cosmoteándrica del ser humano. Concibamos como sea ese teós, dios, misterio, energía como inefable pero real en su esencia y existencia, ex sistere, que puedan percibir nuestros sentidos o nuestro entendimiento y, más aún, nuestra capacidad de trascendencia que nos permita superar toda atadura y límite material, intelectual o espiritual en el sentido más común.

La libertad sin límite es absurda y no hay cómo defenderla filosóficamente. Para contrapesar las exageraciones de la libertad solemos oír “mi libertad termina donde empieza la tuya”. Nunca vi a nadie cuestionar esta afirmación, continua Boff, pero tenemos que hacerlo. Se trata de la típica libertad del liberalismo como filosofía política. Sugiere que con el derrumbe del socialismo realmente existente se perdieron algunas virtudes que aquel había suscitado: el sentido del internacionalismo, la importancia de la solidaridad y la prevalencia de lo social sobre lo individual.

Con la llegada de Margaret Thatcher y Ronald Reagan se impuso el capitalismo sin el contrapunto socialista: exaltación del individuo, supremacía propiedad privada, democracia delegada, y libertad absoluta de mercados. Resultado: hay menos solidaridad internacional y preocupación por los pobres del mundo. Predominan la competición perversa y la falta de solidaridad que elimina a los débiles y conduce a una explosión demográfica suicida.

No se promueve el diálogo buscando el bien común supranacional, como se ha podido comprobar en Encuentros de la ONU sobre el calentamiento global. Nadie quiere renunciar a nada mientras el calentamiento global sube sin cesar.

Pero mi libertad solamente comienza cuando comienza también la tuya, en palabras de Paulo Freire: jamás seremos libres solos; sólo seremos libres juntos. Mi libertad crece en la medida en que crece también la tuya y así estamos una sociedad de ciudadanos libres y libertos. John Donne lo dejó expuesto en su inolvidable poema: Ninguna persona es una isla completa en sí misma.

Cada uno formamos parte de un continente, una parte de la tierra firme.

Si un terrón fuera arrastrado por el mar, Europa disminuiría.

Como sucedería con un promontorio, o con la casa de uno de tus amigos o con la tuya propia. La muerte de cada persona me disminuye, porque formo parte de la humanidad. Por lo tanto no preguntes por quién doblan las campanas. Doblan por ti.

Somos puentes sobre aguas turbulentas que nos ligan unos a otros, seres de encuentro y convivencia. Boff, maestro de todos nosotros, cita a Che Guevara en su Diario: “solamente seré verdaderamente libre cuando el último hombre haya conquistado también su libertad”.

Es el legado de Paulo Freire: jamás seremos libres solos; sólo seremos libres juntos. Mi libertad crece en la medida en que crece también la tuya y juntos gestamos una sociedad de ciudadanos libres y liberados.

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