La pandemia del siglo XXI ha provocado innumerables crisis de diferente naturaleza. También ha introducido nuevos conceptos, como puede ser el término «diplomacia farmacéutica». Un año después de declarar la Organización Mundial de la Salud (OMS) que el brote epidémico de COVID-19 había provocado una pandemia, no nos resulta raro escuchar hablar de diplomacia farmacéutica, sobre todo desde que se comenzó la vacunación. Esperemos que esta diplomacia no nos lleve a una disputa diplomática entre los países vendedores de vacunas y sus compradores. En este sentido, la OMS ya ha denunciado que determinadas naciones ricas están cerrando acuerdos bilaterales con laboratorios para reservar dosis de vacunas.
Acojámonos a la esperanza tanto de la superación de la pandemia como del buen hacer de los jefes de Estado en sus relaciones diplomáticas en este ámbito.
Hace sesenta años se firmó el Convenio sobre las Relaciones Diplomáticas en Viena. En el artículo 3 de este documento se puede leer que una de sus funciones es «fomentar las relaciones amistosas y desarrollar las relaciones económicas, culturales y científicas entre el Estado acreditante y el Estado receptor».
Alemania, China, Estados Unidos, Reino Unido o Rusia son los países que, en la actualidad, establecen relaciones farmacéuticas con el resto ya que son los «productores» de las ansiadas vacunas. Y, ¿cuál debe ser el objetivo de esta diplomacia farmacéutica? Pues lograr que todo el mundo tenga acceso a la vacunación estableciendo estrategias en las relaciones internacionales entre los estados.
Estas tácticas deberían estar consensuadas por todos los países, tomando como base el concepto de protocolo diplomático que nos enseña José Antonio de Urbina: «conjunto de normas y usos aceptados por la comunidad internacional que regulan las actividades, actos y ceremonias, consecuencia de las relaciones diplomáticas entre los Estados, entre éstos y las Organizaciones Internacionales, y de estas Organizaciones entre sí».
En este sentido, la OMS, la Comisión Europea, Francia y la Fundación Bill y Melinda Gates lanzaron el Acelerador de Acceso a Herramientas contra la COVID-19 (ACT), un programa de colaboración mundial cuya finalidad es acelerar el desarrollo, producción y acceso equitativo a las pruebas diagnósticas, los tratamientos y las vacunas de la COVID-19.
Sin embargo, ¿cómo se logra esa equidad?
En el protocolo diplomático la igualdad jurídica es uno de sus principios, y la precedencia entre los estados y sus autoridades se determina por la antigüedad de la toma de posesión del cargo.
En esta diplomacia farmacéutica la OMS asegura la distribución equitativa de las vacunas a través del sistema COVAX, con el que todos los países reciben sus dosis en proporción al tamaño de su población.
En resumen, podemos definir la diplomacia farmacéutica anticovid-19 como las relaciones internacionales entre estados y organizaciones para lograr los objetivos de la política de vacunación diseñada en torno al tamaño de la población.
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