tener como patrimonio, es una falsedad real, una soberbia suicida y un elitismo fraudulento, porque muchos de ellos ni son objetivos, ni son creíbles, ni prudentes en sus manifestaciones, ni respetuosos con los “otros” y, por desgracia, algunos son de dudosa honradez.
Se debería analizar la implantación de esos sentimientos en partidos, en organizaciones civiles o en estructuras gubernamentales. Se debería “reglar” unos códigos o principios que señalen las líneas rojas que no deben ser “sobrepasadas” en relación con cada uno de estos principios.
Buscar y planificar el “bien común” exige, ante todo, la sencillez del intelectual que siempre pregunta, escucha y analiza…porque el “bien común” es patrimonio del pueblo y el pueblo somos todos.
La planificación por Decreto Ley, puede que sea legal pero nunca OBJETIVA y, si no es objetiva, no contemplará la VERACIDAD en todos los aspectos. Todos queremos LO MEJOR, lo grave es que algunos piensan que LO MEJOR es LO SUYO.
Leyes, Decretos, Reglamentos sobre asuntos y aspectos sociales, puede, que si no tienen en cuenta los principios de Objetividad, Veracidad, Prudencia, Respeto y Honradez., deriven la gobernabilidad hacía el totalitarismo conceptual y en definitiva antidemocrático.
Si leyes, como la de EDUCACIÓN, la del ABORTO, la de GÉNERO o sus reformas, NO CONSENSUADAS…, leyes, como la de LIBERTAD DE EXPRESIÓN y la de SEDICIÓN, NO CONSENSUADAS…, normas que suscriben la DREPRECIACIÓN del valor moral y social de los JURAMENTOS o PROMESAS de cualquier cargo público y colegiado, NO CONSENSUADAS… todo ello nos llevará a la degradación progresiva de la NACIÓN, como ENTIDAD DE CONVIVENCIA.
Si desaparece de nuestro día a día la cordialidad con el que piensa diferente, la sana costumbre de no trampear, la templanza en toda actuación, la normalidad respetuosa y la vivencia permanente de la honradez…, si todo eso desaparece, tendremos lo que a pulso, por el famoso miedo mediático, nos hemos ganado
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