“En la historia no hay sembrador de cizaña que no recoja sus siembras; máxime cuando se sospecha un genocidio protocolario que ninguna demagogia puede ocultar. Al final todo se sabe y el vicepresidente ha dejado muchos cabos sueltos de indicio criminal”. Son certeras palabras de una persona afectada de lleno por las consecuencias de la pandemia: unos hechos que sólo a él compete explicar, como así lo hizo en diversos medios de comunicación. Incluso quienes no hemos pasado por ese sufrimiento, entendemos certero lo entrecomillado.
Podría haber recurrido, Ignacio F. Candela, al manoseado “quien siembra vientos, recoge tempestades”, pero no lo ha hecho. Ha sido más concreto, preciso y certero: “(…) no hay sembrador de cizaña que no recoja sus siembras”. Ese sembrador es el mismo que trae a Pedro Sánchez por el camino de la amargura; el mismo que, como demagogo que es, ata de pies y manos al presidente; el mismo que abandonó a los ancianos de las residencias a su suerte, después de decir el 19 de marzo que se hacía cargo de las residencias; el mismo que brindaba con ETA en las Herriko Tabernas; el mismo que prometió acabar con la casta a la que ahora pertenece y abusa de ella; el mismo que aseguraba transparencia y hoy no sabe aportarla; el mismo que decía ser el único que podía poner frente al espejo a las Eléctricas; el mismo que enfrenta y desprecia, día sí y día también, al consejo de ministros; el mismo…; el mismo… Sí, es el mismo que pone en duda la democracia española y alardea de su imperfección hasta que la UE le suelta un manotazo a mano abierta: “La calidad de la democracia española está fuera de toda duda”, dice el Consejo de Europa.
Ya estamos harto de este saltimbanqui de la estupidez, catedrático de la mediocridad, ‘showman’ de la soplapollez y parásito acomplejado que se esconde tras verbos inflamados e incendiarios, con veneno, odio, revanchismo y terrorismo social incorporado. Hay que ser muy mediocre y torpe para, desde el Gobierno que le han regalado y al que nada aporta, negar a España su derecho a considerarse una democracia plena, cuando él no ha sabido estar a la altura de su cargo en ningún momento. Malgastó la única neurona que tenía, pero veremos qué pasa con la otra Neurona del fraudulento, Juan Carlos Monedero.
Sólo la afirmación de un acomplejado puede llevar a eso y a defender el puesto de trabajo de los guionistas rotuladores de TVE, cuyo afán por dañar la imagen de la monarquía es evidente. Me gustará ver cómo reacciona el patético “marqués” si, en algún momento, esa misma TV rotula algo parecido a: “Pablo Iglesias se reúne con terroristas, al igual que lo hizo en su día su progenitor”. Bien es verdad que el ‘vicepandemias’ nunca ha ocultado esa pertenencia a la banda terrorista y asesina del FRAP. Dudo que no se le quedara mal cuerpo. Tiempo al tiempo que, como decía al principio F. Candela, no hay sembrador de cizaña que no recoja sus siembras.
El equipo de ‘Hundidas’ Podemos tampoco ha dudado en posicionarse sobre el coste del bachillerato de la princesa Leonor. Pero se les puede tapar la boca con tres o cuatro comentarios. Dice un internauta que “A los ofendiditos de los gastos de Leonor en Gales, recordarles que, con lo que se gastaron los socialistas andaluces en putas y cocaína, se podía haber mandado a estudiar a Oxford a todos los niños de la provincia de Málaga, por ejemplo”. Hay otra evidencia y es que nos sale más caro el sueldo público y fantasma de la niñera ministerial que la formación de la presunta futura reina. Un dato más: dice el juez Calatayud que un MENA nos cuesta 7.200 euros mensuales del erario público, en tanto que los padres de Leonor pagarán de su bolsillo 3.166 euros mensuales por su estancia en Gales. Y si recurrimos al presupuesto –con guardería incluida—del Ministerio de Igual-Da, entonces el ridículo de los ‘Ceaucescu’ es para mofa continuada, inquina digital y cabreo permanente.
No debe quedar impune la humillación del ‘vicepandemias’ a todo el Ejecutivo y, si dejan pasar por alto esa ‘bofetada’, es que son unos acomplejados de libro. Validar la campaña del nacionalismo catalán es echar más leña al fuego y alimentar el destrozo de España. Para ser uno de los cuatro vicepresidentes del Gobierno demuestra insensatez permanente, nefasta estupidez y preocupantes tintes dictatoriales. Nunca la ciudadanía había apuntado con el dedo a un demagogo tan atrevido, capaz de acumular toneladas de desprecio, desfachatez e inconfesados complejos.
En fin, un personaje así no puede continuar, ni un minuto más, en la política digna y sensata. Con menos motivo han dimitido importantes políticos en Europa. Tampoco debería continuar su machista barragana, a quien las asociaciones feministas ponen a caldo en todos los sentidos, además de calificarla de todo menos de honorable y decente ministra.
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