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El desconcierto

De Génova 13 a Hasél
Áurea Sánchez Puente
lunes, 22 de febrero de 2021, 11:44 h (CET)

Estábamos tan metidos en faena, intentando sortear la pandemia del Covid19 en su tercera ola, que no vimos que se aproximaban cuestiones menores que tienen su problemática concreta de fondo.

Jamás se me había pasado por la cabeza que Pablo Casado saldría con el cambio de sede del Partido Popular al otro día de las elecciones catalanas. Es un despropósito del que todavía no me he recuperado y creo que a mucha gente le pasa lo mismo que a mí.

El primer partido de la oposición, ese que debe marcar el rumbo al centro-derecha, nos tiene en un desconcierto total. Como dijo el presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo, la casa es la casa, para bien y para mal, y no hay que abandonarla cuando unos resultados electorales no son buenos. Que lo diga un dirigente que ha conseguido mantener su mayoría absoluta sin la interferencia de los otros dos partidos, Ciudadanos y Vox, le otorga autoridad y prestigio ante el resto del partido, liderado por una persona menos experta que él.

¿Qué hacer ahora, si ya está expuesta la idea? Si el Partido Popular quiere hacer negocio sobre un edificio reconstruido con dinero negro, no vale con venderlo. No nos olvidamos de lo que pasó. Romper con el pasado puede hacerse desde el mismo escenario del crimen cometido. Precisamente permaneciendo en el sitio es cómo podrían limpiar su imagen más pronto que tarde. Tienen varias opciones, entre ellas la de alquilar una parte del edificio y del aparcamiento y conservar la planta que da acceso a ese balcón de los éxitos vividos en el pasado, por si ocurren de nuevo en el futuro. Así se pisa la marca que dejó mal sabor de boca la corrupción.

Entre los valores que atribuimos a los héroes están los de la perseverancia y la paciencia. Y de eso carece este nuevo PP. Necesita una refundación y un líder con experiencia y fundamento. Esas cualidades las tiene, por ejemplo, el presidente gallego.

El segundo desconcierto nos lo produce el apoyo que recibió estos días el rapero Pablo Hasél tras su detención para entrar en la cárcel. Las algaradas en contra de su detención son un motivo de preocupación y un ejemplo de cómo una sociedad sobre-informada nos puede conducir a la desinformación, las noticias falsas y, en definitiva, a la manipulación.

La revista Interviu en su número 206, del año 1980, publicaba el siguiente titular en su portada: «Barcelona. Morir por “Los Pecos”». Se refería a la muerte de una joven en un concierto del dúo musical más famoso de aquel momento. La fallecida se llamaba Marta y era una niña que acudió al concierto del parque de atracciones de Montjuic para escuchar canciones como “Háblame de ti”.

Pues Los Pecos aun tenían un pase, ya que emocionaron a mucha gente que acudía a sus conciertos en vivo, ¿pero Pablo Hasél ha hecho algo positivo y artístico con su rap? Por lo que leo de él se dice que levanta rabia y quiere la revolución pero con esas ideas solo siembra desconcierto.

Por una vez agradezco la frase de Isabel Ayuso que le voy atribuir a su asesor Miguel Ángel Rodríguez cuando dijo de Hasél que tiene menos arte que cualquiera de los deputados de la Asamblea de Madrid con dos cubatas en un karaoke. En esta ocasión no parece desencaminada.

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Es propio de estas fechas hacer balance del año. Pero, entreviendo conclusiones poco gratas, opto por emprender una cavilación breve y escrita sobre la noción, más genérica, de cambio o transformación, ese “leitmotiv” recurrente del progresismo contemporáneo cuando medimos cualquier mutación en términos de avance social.

Cuando las jerigonzas se extienden en los ambientes modernos, las habladurías altisonantes no pasan de generar unas algarabías sin sentido. Los hechos repercuten en cada ciudadano, sin guardar relación con lo que se dice. Se consolida una distorsión de graves consecuencias, lejos de ser una rareza, se generaliza en la práctica diaria.

Como la lluvia fina que parece que no, pero cala hasta los huesos: el mensaje es claro, quieren que acabemos pensando que “lo que nos viene encima es irremediable”, que los recortes que van a dar en el Estado del bienestar de aquellos que todavía tienen la suerte de tener una nómina, son absolutamente necesarios.

 
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