La primera vez que me casé tenía dieciocho años, y… un día decidí vivir sola… Y es que Rudolfhiatt no quería a su marido, Gulbertt Franghión, porque le mintiera, por eso ha decidido, ni siquiera decírselo. Cogió su pistola, no pasó ni una hora, ha entrado en el ascensor, ya está llegando su hora, la reciben en oficina, un hombre alto y elegante, ella le ofrece sus caricias, él la ama demasiado, pero de Gulbert ya se ha cansado.
Dijo adiós a su bebito, no fuera tan mal partido, pero le había mentido. -No sufras nada, mi hombre, no tendrás ni cicatriz para mostrar como un vivo.
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