José Cenizo Jiménez, escritor de este conjunto juego de relatos cortos, mi agradecimiento por conocerlo en una faceta narrativa que con la sencillez de su escritura ni cansa ni aburre.
El tren de los jueves. Es el primer cuento de esta gavilla que componen una obra poseedora del sentimiento humano de la vida. En un tiempo donde las estaciones fueron centro de amor y pasiones, que pasaron veloces, aunque cargados de calor imaginativo en el que se narra la fidelidad amorosa de una niña de pueblo que quedó enamorada de una figura desnuda tras los cristales...
El hombre de la fotografía. El segundo relato, El hombre de la fotografía, no me ha cautivado como el primero, lo veo más lejano solo nos acerca la fotografía. ¿Quién no ha tenido una imaginación fotográfica, un recuerdo, un dolor, una derrota?
La última voluntad. No existe, al menos eso creo amigo lector, el sentido común de las reglas establecidas contra el último deseo de un condenado a morir por a muerte: terminar las veinticinco páginas del libro que viene leyendo. Pero los horarios para la ejecución lo impiden. Será el verdugo que por curiosidad será el que termine la lectura de lo que pudo ser y nofu.
Ocho en desahucio. Sobre desahucios, en lenguaje de barrio “A la puta calle”, se pueden escribir infinidad de relatos. Este que señalo es frío y calculador. Lo sorprendente es que ha dado fríamente con la llave del gas. Un luto magistralmente contado en pocas líneas.
Los cuchillos. La trama es tan sencilla como la vida en un paraíso fiscal en esta sociedad de consumo y plusvalía. Nos puede dejar sin respiración. Sonrisa amarga camino de la cocina donde los cuchillos esperan.
Orgasmo asesino. Historia breve, semblanza del tipo de hombre que más me molestan contando sus aventuras con mujeres, sean verdad o mentiras deseadas. Son tipos que presumen de machotes con nombre y apellidos de las víctimas. Es el machismo de tipos muy acomplejados de su propio sexo...
El lobo. A los niños de hoy alienados con internet, la vieja costumbre de contarle cuento ya no se lleva. No lo soportan. Y esto me duele: ¡me contaron tantos cuentos cuando niño! Esta es la razón por la que este relato corto me ha gustado. Este cuento de El lobo, me ha llevado a mi niñez en mi avidez por escuchar cuentos de lobos y ovejas.
El caballo de Juan el jorobado. Solo leer las primeras líneas de este estremecedor relato, y sin poder evitar recordar a uno de mis abuelos. Era un tipo cabal de aquellos que ya no se llevan. Él decía que quien le pega a un cabllo y a una mujer no es un hombre. Era machista como todos los hombres de su tiempo. Pero siempre afirmaba que a las mujeres no hay que pegarle sino acariciarla como a las yeguas.
La noche de la nieve. Las nevadas son un fenómeno natural en los meses de invierno. Para los pueblos del sur un acontecimiento inolvidable cuando un año sus vecinos observan con placer que está nevando. Todos salen a saludarla con juegos e inventivas. Fotos, muchas fotos para quedar en el recuerdo.
La ventana de enfrente. Una ventana abierta puede que sea el escenario más variado en la vida del vecino de enfrente. Todos llevamos consigo una ventana que no nos pertenece, pero que de una u otra faceta de nuestra vida la hemos vivido con placer. La variedad de su impacto, muchas veces envolvente hasta extremos inquietantes.
Una visita al psiquiatra. La verdad es que en este mundo que nos aprisiona y maneja según sus intereses, visitar al psiquiatra se ha convertido ya en algo muy usual para exponer estado de ánimo y obsesiones. El protagonista de este relato no podía ser menos.
El alma de las mariposas. Las mariposas siempre han sido musa y compañía de los poetas. Juan Ramón Jiménez al pasar el fielato montando en Platero de madrugada, cuando el vigilante le preguntaba ¿Qué lleva? el `poeta respondía: “Mariposas blancas” Y pasaba. El autor de esta obra, también ama las mariposas. Las suyas son mariposas melancólicas.
Las once. Bien es verdad que en la lucha contra la pandemia los negocios de copas han adquirido un protagonismo sorprendente con los horarios impuesto para apertura y cierre. Este relato se cuenta como el protagonista, cuando van a cerrar, entra en uno de ellos. El hombre que no tenía ombligo. La verdad estimado lector, que este relato, de los más cortos, me deja algo a oscuras. Su personaje lleva una vida intranquila porque no tiene ombligo. Y es una interrogante que le golpea una y otra vez. Solo puedo recomendar su lectura.
La puerta. Una familia quiere vender la vivienda por la que ya han pasado tres generaciones. Una vivienda que, nadie sabe las razones, tiene una habitación cerrada todos esos años que la vivienda ha pasado de una a otra familia, que vive condicionada por unas veces que salen de dicha habitación a horas muy concretas.
El huérfano. Un joven que vive bajo la obligación de cuidar de su padre que está muy delicado. Una obligación humana: ser protector de su familiar más querido. En este caso, el hijo no duerme de pensar que él también puede caer enfermo.
El cielo a un analfabeto. Vivimos unos tiempos que hasta la familia menos favorecida económicamente tiene que acudir a algún listo para que le administre sus papeles. Los hay de todos los tipos. El listo de este relato es uno de ellos.
El cartero. Era un cartero con fama de listo en el oficio. Podía averiguar, al menos eso decía en secreto a una compañera, que podía saber el contenido de la carta sin abrirla. Lo hacía con la voluntad para evitar dolores al destinatario. Su compañera decidió escribirle una con nombre falso, cuando recibió contestación le dio un desmayo.
El señor de los pájaros. Cuidad de lo que es capaz un dictador que considere a un pájaro cualquiera por encima de la vida de un niña Por lo a que los perros unidos a los pájaros ladren y canten a sus dueños que el orden de los factores se tiene que cambiar. El hombre pasa a ser la tercera persona incluso sin dictador a la antigua usanza.
El origen del mal Viejo es el dicho de “La avaricia rompe el saco”. También esta otra de “Los menos favorecidos” Esta es la tomadura de pelo de todos los gobiernos. Al no reconocer la existencia de pobres de solemnidad por existir una escala de favorable para todo incluso los que pasan hambre. Quien avisa no es traidos, me refiero al autor de este libro que leo con gusto. Tal como está el mundo en la calle de coge el dinero y corre, a los menos favorecidos deberían de llevar un cartelito pegado en el pecho: “No estoy borracho” por si se caen al suelo. La vida no está para que el prójimo nos preste atención.
La gata de la señora Remedios. Si el posible lector de este corto y emotivo relato sobre una gata recogida en la calle es también amante de los gatos, tendrá el placer de leer una historia de la soledad compartida con un gato.
Un tipo normal. La verdad es que la definición de un tipo especial no es tan fácil como muchos consideran. Mejor, en este caso, es preguntarle al autor de la obra que está muy empeñado en mostrar el estado de algunos de sus amigos.
Ciego intermitente. Si desde la peana que contemplamos el mundo que nos rodea, nada de extraño que de vez cuando cerremos los ojos para sufrir lo menos posible. Es lo que le sucedido a un amigo del autor, que de tanto abrir y cerrar los ojos se quedó ciego de verdad.
El hombre que no podía enamorar. Son numerosas las personas que por curiosas y extrañas razones son incapaces de enamorar. El protagonista de este corto relato nos plantea este problema, que por lo visto no es tan fácil como lo cuentan.
A las cuatro de la tarde. A medida que avanza la lectura de esta obra de relatos cortos de José Cenizo, los misterios y las intrigan parecen aumentar. Los personajes se enredan en misterios y dejan al lector un tanto desconcertado.
Abrazo sin regreso. La sencillez narrativa del libro, suele alcanzar en muchos de los relatos un sorprendente final. Carambola fatídica del transcurrir diario.
Apenas una sombra. La memoria más fiel también olvida. Queda, sí, un dibujo desdibujado a lo que acogerse. Y ese palpar invisible resulta ser la compañía dibujada del cariño que se ha evaporado.
Un niño raro. Los niños denominado raros en este mundo de Internet no tienen futuro.Los amigos le dan de lado, “nada más que sabe leer” y aburre. Hasta que un día el niño raro se toma un café descafeinado. Claro, entonces cuenta que no es de este mundo ser de una materia prefabricada. Café descafeinado, claro.
Todo es una aparente rutina alienadora. Cuando en este relato durante el día uno se ha quedado solo, poder disfrutar con pedir en el bar café descafeinado queda satisfecho. Pobre libertad hasta donde se encoge.
Fábula de la niña de agua. Este relato algo más extenso, lo considero el más delicado de todos, el más lírico. En él se cuenta la historia de una niña que nació de improviso, cuando la madre se bañaba en el río. Es la razón para que la llamaran La niña del Agua. Su vida fue discurriendo como un río donde la altura poética va tallando su ser o no ser.
La gotera. La verdad, he conocido en lo que llevo de vida infinidad de goteras. Goteras que he compartido en mi diario, pero nunca había conocido una como esta, que protagonizara un papel tan delicado como tierno. El amor por una gotera en un sentido pulso amoroso.
El escritor José Cenizo Jiménez, escritor de este conjunto juego de relatos cortos, con prólogo de Antonio Rodríguez Almodóvar, lleno de vivencias y originalidad en alguno de ellos, ha decidido despedirse de los posibles lectores con las interrogaciones propias de un escritor interpretando a su manera el ser o no ser de quien ha asumido un serio papel en el oficio de la palabra escrita con compromiso literario. Con estas líneas mi agradecimiento por conocerlo en una faceta narrativa que con la sencillez de su escritura ni cansa ni aburre. Gracias.
|