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Arrimadas traiciona a España y a sus propios votantes

“El que quiera ser águila que vuele, el que quiera ser gusano que se arrastre pero que no grite cuando lo pisen” Emiliano Zapata
Miguel Massanet
viernes, 12 de marzo de 2021, 12:15 h (CET)

En algunos casos la megalomanía, la sobrevaloración de determinadas circunstancias favorables, el convencimiento de que unas políticas determinadas, que pudieran ser válidas en una determinada región o circunscripción electoral, por simple extrapolación, pudieran ser igualmente efectivas en otras regiones o, incluso, en toda una nación, hacen que algunos partidos políticos fracasen.

Proyectos bien orientados para que surjan efectos en un determinado contexto político o de tipo regional, sin embargo, cuando se pretende extenderlos, sin que los planteamientos que se hayan hecho sean los adecuados para otro tipo de poblaciones o entren en colisión o se sobrepongan con los que otros partidos políticos ya tienen planteados con éxito, es muy probable que acaben desmoronándose y entrando en barrena sin que, los esfuerzos y los parches que se les quiera poner desde sus direcciones, tengan otro efecto que el agrandar y prolongar su agonía, dando lugar a que sus consecuencias sean más graves y de más difícil aceptación que si hubieran aceptado, desde un principio, sus errores y se hubieran disuelto o se dejaran absorber por otros de una forma discreta y sin aspavientos inoportunos.

Esto es lo que en estos momentos de la legislatura del señor Pedro Sánchez le está sucediendo a Ciudadanos. Un partido que tuvo un éxito imprevisto en Cataluña bajo la dirección de un joven abogado, Albert Riera, que consiguió algo que nunca se hubiera pensado que sucediera con un partido no separatista ni soberanista que lograra triunfar en una parte de España en la que todas las circunstancias y previsiones hacían pensar que una victoria semejante nunca se podría producir. Ganaron y no supieron explotar su éxito, empezando por renunciar a intentar formar un gobierno permitiendo, sin luchar, que sus adversarios políticos separatistas y de izquierdas tomaran las riendas de una de las regiones más ricas de España y, a la vez, en las que la semilla del separatismo está más arraigada. Un error que, con el tiempo se demostró que fue fatal.

Se puede decir que la primera experiencia de su intento de reproducir su éxito presentándose en toda España fue, contra todo pronóstico, bien aceptado consiguiendo un número de votos que hizo pensar que el PP se encontraría con un rival temible si la evolución ascendente de Ciudadanos seguía ante lo que acabó siendo una política del señor Rajoy y la señora Santamaría de cesiones, de errores de apreciación y de desconocimiento absoluto de lo que verdaderamente se estaba gestionando en la Cataluña de Esquerra y de la burguesía catalana representada por los restos de Convergencia Democrática, la del señor Jordi Pujol, defenestrado por sus problemas familiares y su gestión personalista del gran poder que llegó a tener. Pero el señor Ribera no supo esperar, no quiso medir sus fuerzas antes de entrar en un enfrentamiento abierto con el PP y pretendió ir aumentando su influencia en España atacando al PP en lugar de buscar expandirse a costa de los socialistas de un resurgido Pedro Sánchez.

Algo parecido a lo que ahora, un desnortado señor Pablo Casado, está pretendiendo hacer, convirtiendo en el blanco de sus críticas y desprecios a un partido como VOX, presidido por el señor Abascal que, gracias a ello y al nuevo rumbo equivocado que Casado se empeña en darle a su formación, está progresando de una manera exponencial a costa de la renuncia del PP, a un enfrentamiento enérgico, efectivo, sin concesiones y manteniendo sin vacilaciones los valores y principios que caracterizaron al partido de Fraga, en un cambio de rumbo que lo único que está consiguiendo es que los socialistas y sus aliados, los comunistas, vayan aumentando su ventaja, empleen el juego sucio en su labor de ir minando los principios constitucionales, se valgan del estado de alarma para ir colando leyes sin que se discutan en el Parlamento, donde tienen una mayoría completamente comprada, de la que se valen para seguir en su camino de convertir a España en una nueva república bananera inspirada en el ejemplo de Venezuela, que es lo que quiere implantar el señor Pablo Iglesias.

Y, hete aquí, que una desesperada señora Inés Arrimadas, de Ciudadanos, después de ir cosechando derrota tras derrota en las sucesivas votaciones, tan numerosas por cierto, que se están produciendo en nuestra nación, haciendo un análisis equivocado ( lo que demuestra que las mujeres tienen los mismos vicios que los hombres cuando asumen poder) de lo que está sucediendo en nuestro país, ha decidido mantenerla y “no enmendalla” en lugar de seguir el ejemplo, como mínimo honroso, del señor Ribera que, cuando perdió las elecciones, se retiró de la política, dejando que quienes quedaran en el partido decidieran su futuro que, como es evidente, han sido incapaces de acertar en lo que ha sido evitar que la evolución de Ciudadanos los esté llevando hacia su propio suicidio, con mayor rotundidad durante los últimos meses en los que, los defectos de todos los que han participado en la política han quedado, como nunca había sucedido, expuestos al asombro de la ciudadanía que es incapaz de entender que se estén tirando los trastos a la cabeza e intentando un cambio de régimen, en unos momentos en los que el coronavirus y sus letales consecuencias, en cuanto a la salud de los ciudadanos y a su repercusión en la economía, el trabajo, las finanzas, la destrucción de cientos de miles de empresas, especialmente de autónomos, la inseguridad jurídica y la incesante campaña llevada a cabo por los comunistas y separatistas para intentar cambiar el régimen de monarquía parlamentaria del que disfrutamos de acuerdo con lo especificado en nuestra Constitución para sustituirlo por una nueva república a la manera de la que tuvo España en febrero de 1936, la República del Frente Popular, aquella que todos sabemos o, al menos deberíamos conocer, fue la que, gracias al fracaso de sus dirigentes, nos condujo a la guerra civil del 18 de julio de 1936.

Una señora Arrimadas que, para intentar justificar su colaboración con los socialistas, para buscar desbancar al PP de las autonomías en las que gobierna con el apoyo de Ciudadanos, no ha dudado en jugar a hacer el papel del famoso Bertrand du Guesclin, aquel mercenario famoso por su papel en la Guerra de los Cien Años y por ser el que le dio el Reino de Castilla a Enrique de Trastámara al ayudarlo a matar a su hermanastro Pedro I sólo que, en esta caso particular, la señora Arrimadas está intentado asesinar políticamente a un señor Casado que está pasando, seguramente, por uno de los peores momentos de su peregrinar por la política. Lo peor de todo es que, a los españoles, no nos gustan este tipo de personajes traidores, sean hombres o mujeres, y mucho nos tememos que si con ello, la señora Inés Arrimadas, piensa aumentar la legión de sus votantes, es muy posible que consiga todo lo contrario y que los ya pocos que han seguido votando a Ciudadanos en las pasadas elecciones se le vayan, posiblemente, hacia los socialistas ya que, Casado en el PP ha dado, recientemente, muestras de su desorientación pensando que atacando de una manera harto agresiva a los señores de VOX y centrando todos sus cartuchos dialécticos en denostar a Abascal y su equipo, va a conseguir más adhesiones de quienes han sido de siempre los más fieles al PP, está muy desacertado, como se ha demostrado en el resultado de Cataluña, uno de los peores que ha tenido el PP durante su periplo electoral por los “paísos catalans” y, como contrapartida, uno de los mejores resultados para VOX.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, los que desde Cataluña vemos, inermes, como cada día que pasa desde el Gobierno y desde la misma oposición, si excluimos a VOX, se nos está dejando a merced de comunistas como la Colau o el CUP y de soberanistas y separatistas que ya se consideran como los dueños de toda esta región que, según parece, unos y otros han decidido dejarla aparte para que sea ella misma la que acabe con la poco democracia que todavía nos quedaba. Y no es que sea una casualidad, ni que el señor Sánchez sea objeto de un chantaje continuado, que también, sino que forma parte de un plan que se viene trabajando desde que, el día siguiente a las elecciones legislativas, un representante del presidente Sánchez se reunió con un hijo del magnate G. Soros, un conocido millonario judío que se dedica a utilizar su influencia y dinero para intervenir en todos aquellos países a los que piensa que puede convertir en satélites de sus intereses personales. En España ya ha ayudado a los separatistas catalanes y a los comunistas, que siguen intentando la desestabilización de la nación con el apoyo incondicional del señor Roura, el magnate de Mediaset, cuyos objetivos tienen mucho que ver con la búsqueda de la independencia de Cataluña y el apoyo al señor Puigdemont. Y como colofón, el maestro y filósofo Séneca, a quien el emperador Nerón “invitó” a suicidarse, nos habló de la traición en los siguientes, escuetos y rotundos, términos: “El peor enemigo es el traidor”.

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