Decía Groucho Marx que él tenía sus principios, pero si a alguien no le gustaban, tenía otros, y tal parece ser lo que sucede con el enfoque que la izquierda mundial ha sostenido a lo largo del tiempo en la cuestión del Sáhara Occidental.
Una vertiente mitológica de ciertas izquierdas atribuye al posicionamiento en torno al Sáhara la propiedad mágica de determinar el nivel de progresismo o “reaccionarismo” del opinante.
Curiosamente, los líderes comunistas marroquíes se han mantenido siempre en el mismo posicionamiento que expresara Alí Yata cuando sobre la cuestión opinaba en los setenta que «El Gobierno español continúa la política colonial franquista de crear un Estado fantoche en el Sahara occidental, partiendo de una pretendida autodeterminación de los saharauis, y Argelia, que con su apoyo al Polisario favorece la implantación imperialista en el Magreb».
Yata consideraba que los polisarios eran antiguos izquierdosos marroquíes y mauritanos, que seguían con el mismo objetivo del Estado franquista de crear una entidad estatal partiendo de la nada, más sobre la base de consideraciones tribales y secesionistas que por verdadera oposición ideológica al régimen marroquí.
La iniciativa era funcional a Argelia, obviamente. Y aunque Yata reconocía el intento del pueblo argelino de conseguir una sociedad “independiente, desarrollada, democrática, y antiimperialista», afirmaba que las relaciones comerciales y económicas de Argel con Occidente y sus deudas financieras, la convertían también en dependiente del mercado capitalista internacional.
Alí Yata lamentaba “el aislamiento entre los comunistas marroquíes y españoles, por completo injustificado”. Menos de dos décadas antes, el 20 de febrero de 1961, los comunistas españoles habían elaborado una declaración que especificaba que “los Peñones, Ifni, Saquiet el Hamra y Río de Oro” eran legítimamente marroquíes y llamaban “a todos los españoles y en especial a la juventud, a exigir la evacuación de las tropas españolas que se encuentran aún sobre territorio marroquí y la reintegración a Marruecos de todos los territorios que, geográfica e históricamente, le pertenecen”.
En 1975 los comunistas pasaron de su apoyo a los reclamos marroquíes a un apoyo incondicional a las tesis argelinas y su apéndice “saharaui”. Otro tanto sucedería con Cuba, cuyas posiciones serían artículo de fe para las izquierdas latinoamericanas, impulsada por sus “relaciones carnales” con Argelia que todavía subsisten, y que hoy se extienden a las ONG latinoamericanas regadas por petrodólares desde Argel.
Ali Yata nunca transigió con la tarea de liberación nacional que aún tiene pendiente el pueblo marroquí, legítimo dueño de los ocupados presidios de Ceuta, Melilla y las islas Chafarinas.
Respecto a las teorías conspirativas sobre la Marcha Verda, Ali Yata no dudaba. Habían sido «las masas marroquíes las que impusieron en 1976 la firma de los acuerdos de Madrid, un innegable compromiso positivo y válido"».
Sin embargo, para Ali Yata era innegable que esos acuerdos conllevaron importantes concesiones de Marruecos al «neocolonialismo», con la participación de los intereses capitalistas españoles y occidentales en los fosfatos y la pesca.
«No estamos, declara Ali Yata, contra las negociaciones de soberanía, en lo que concierne a los países.del Magreb.» Así, por ejemplo, la región de Tinduf « a pesar de su marroquinidad incuestionable» fue convertida en argelina en 1950 por el colonialismo francés.
Cabe preguntarse a estas alturas del drama sahariano el porqué del aislamiento de la izquierda marroquí en su posicionamiento sobre el Sahara Occidental, en tanto las mentiras propaladas por Argelia y sus fantoches del Polisario gozan de tanta popularidad informativa.
Para comprenderlo, no queda más que recordar la célebre frase de un drama documental sobre el caso Watergate: “Síganle la pista al dinero”.
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