Las sesiones de exorcismo a que se ha sometido a la adolescente de Burgos del que se han hecho eco los medios de comunicación, ha impulsado a Josep Maria Espinàs a escribir sobre el tema en su columna titulada El peligro de creer en el demonio. La conclusión a que llega el conocido escritor es. “Dejemos tranquilos a los ángeles y a los demonios en sus lejanos domicilios”. Esto es precisamente lo que quiere el diablo que no se crea en él tal como realmente es. Acepta con fruición que se le represente con astas, cola y un tridente en la mano como se hace en las representaciones navideñas de los pastorcillos, o en los grupos de diablos que en los pasacalles de las fiestas populares hacen graciosidades derramando fuego y humo. Esté es el diablo que el auténtico demonio quiere que nos imaginemos que es.
Al diablo real no se le puede vencer con exorcismos que entre diversas religiones practica la Iglesia católica que más que miedo provoca risas por ser diablo burlón. Tal como dice Espinàs “dejemos a los demonios tranquilos en sus lejanos domicilios”. El verdadero diablo no se encuentra escondido en un recóndito rincón del universo, se mueve entre nosotros haciendo las fechorías que le son propias de su naturaleza maligna. Jesús que con su comportamiento público no se le puede tildar de religioso lunático, hace una descripción concisa que retrata muy bien la naturaleza moral de este malvado personaje que por mala información quiere que no se mueva de sus lejanos domicilios. Dice así Jesús: “Vosotros”, los religiosos de su tiempo, “sois de vuestro padre el diablo, y queréis hacer las obras de vuestro padre, él era homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad. Cuando habla mentira, dice lo que le es propio, porque es mentiroso y padre de la mentira” (Juan 8:44). Estas palabras Jesús no las dirige a la plebe, un auditorio de personas ignorantes en cuestiones teológicas, las habla a la elite religiosa que creía tener a Abraham por padre. A esta casta religiosa Jesús no se muerde los labios y les dice que su padre era el diablo y que querían hacer las obras del maligno. Jesús destaca dos característica del diablo: mentiroso y homicida. Estas dos peculiaridades se encuentran en el menú del día de la sociedad actual. Desde la infancia la mentira aflora de los labios negando hechos evidentes, cargando la culpa de las acciones cometidas sobre el otro. No es preciso enseñar a mentir a los niños ya que lo hacen espontáneamente. Todo el mundo miente de manera descarada. Es tan normal mentir que ya no nos ruborizamos al hacerlo. Por lo que hace al homicidio, la nuestra es la cultura de la muerte. Justificamos la muerte de millones de embriones y fetos. Defendemos la guerra y la fabricación de armamento en nombre de la paz y los crímenes que se cometen les restamos importancia al considerar-los daños colaterales. Esto pone de manifiesto que muchas personas normales porque no se comportan con estridencias, son personas endemoniadas porque su padre es el diablo y los deseos de su padre quieren hacer.
¿Es realmente peligroso creer en el diablo? Si se cree en el demonio bíblico, no. Si se cree en el diablo folklórico , sí, porque se deja trabajar gusto al real, sembrando en los corazones de los hombre la semilla de la mentira y del homicidio. Es por esto que estas actitudes tan nefastas no se pueden hacer desaparecer. La Biblia nos aconseja: “Someteos, pues a Dios, resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4:7). Santiago nos proporciona el ABC de la lucha contra el diablo. Como quiera que este ser malvado es muy poderosos no podemos luchar contra él con nuestras escasas fuerzas. De antemano debemos someternos a Dios. Debemos confiar en Él. Debemos dejarnos guiar por su sabiduría. Haciéndolo así le podremos plantar cara, siendo el resultado de la resistencia que el maligno se alejará de nosotros con el rabo entre las piernas.
El apóstol Pablo aporta más detalles que nos ayudarán a luchar contra el diablo para que nos deje en paz, momentáneamente. No se cansará de repetir los intentos de esclavizarnos. Siempre saldrá malparado. El apóstol desea a los lectores de su carta: “Fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza”. Los seres humanos necesitamos el poder de Dios porque la lucha que emprendemos “no es contra sangre ni carne, sino contra los principados, contra las potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. El enemigo no es humano. Estamos inmersos en una lucha sin cuartel contra seres espirituales de maldad, por lo tanto, si deseamos salir vencedores de este singular combate debemos proveernos de los pertrechos adecuados a la lucha. Por ello el apóstol aconseja a quienes se proponen combatir contra Satanás y sus ángeles que se “vistan de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo”. Utilizando la analogía del equipo de un soldado romano, describe los pertrechos que debe llevar: Coraza, calzado, escudo, casco, espada. Siendo una batalla tan desigual el hombre no puede enfrentarse a su enemigo con un zapato y una alpargata. Equipado de manera tan rudimentaria la derrota está garantizada. Por esto “se debe vestir de toda la armadura de Dios, para que pueda estar firme contra las asechanzas del diablo” (Efesios 6:10-18).
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