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Semana Santa 2021 ¿qué sentido tiene para nosotros?

Pienso que las enseñanzas de Jesús nos preocupan mucho menos que los problemas económicos de la pandemia.
Francisco Rodríguez
martes, 30 de marzo de 2021, 14:47 h (CET)

Hemos comenzado otra atípica Semana Santa. No sé si el problema es que no pueden salir las procesiones o que esto es perjudicial para la hostelería. Algunos “ilustrados alcaldes” están llevando a cabo su particular viacrucis derribando las cruces de sus pueblos.

La cruz como signo de redención es algo desconocido por una cantidad ingente de españoles que creen que para ser progresistas tienen que eliminar todo vestigio del cristianismo.

Por desgracia lo van consiguiendo. Disminuyen las parroquias y la gente que va a misa, no hay bodas ni grupos de niños para hacer la primera Comunión.

De forma un tanto sorprendente podemos leer en el evangelio de San Lucas, (capítulo 18 versículo 8) la pregunta que hace Jesús dirigida quizás a nosotros: “Pero cuando vuelva este Hombre, ¿qué? ¿Va a encontrar fe en la tierra?”

La respuesta está a la vista: la fe se enfría, las palabras de Jesús no encuentran eco. La bienaventuranzas, el mejor programa que jamás se haya formulado para conseguir un mundo mejor en el que reine el amor y la justicia ha sido abandonado por la oferta marxista, la oferta liberal o la oferta globalita del Nuevo Orden Mundial.

El mundo de hoy se deja seducir por la predicación de tantos propagandistas que desde las cadenas de televisión o las redes sociales, vocean la llegada de un mundo en el que Dios sobra, sustituido por gobernantes que convencen a los ciudadanos de que pueden disfrutar del sexo sin obligaciones pues tienen el derecho a abortar, que pueden formar parejas, incluso tríos y grupo, sin ninguna exigencia de fidelidad ni de castidad, gracias a las leyes LGTBI que nos otorgan y si estamos enfermos o viejos podemos decidir que nos apliquen la eutanasia (o lo deciden otros por nosotros) Retirarnos un respirador o suministrarnos un somnífero del que no se despierta, es más barato que facilitarnos cuidados paliativos.

Ser discípulo de Jesús exige la renuncia a la riqueza como única manera de romper con el sistema de injusticia. Jesús no solo quiere que consigamos la vida eterna sino cambiar la sociedad humana y para este objetivo no basta la bondad individual, ni la limosna, ni las obras de caridad paternalistas sino la creación de un grupo en que no haya tuyo ni mío, en el que cada uno comparta lo que tiene con los demás. Es un modo de vida nuevo en el que es sustituida la ambición de ser rico por la solidaridad. La libertad y la felicidad humana solo son posibles cuando es eliminada la ambición.

Ser discípulo de Jesús también exige la renuncia a los honores y al poder lo cual está en total contradicción con el ansia de poder de la gente que nos rodea y con la tendencia tan generalizada de vivir a costa de los demás ya sea desde la política o la economía.

De poco sirve sacar en procesión las bellas imágenes del barroco español, rodeadas de cofrades de túnica y capirote durante una semana, si el resto del año nos olvidamos de las palabras de Jesús, de su exigencia radical para seguirlo, si vamos dejando a su Iglesia cada vez con menos seguidores y más enredados en la creciente mundialización que padecemos.

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Esta año ha sido especialmente complicado, pero especialmente triste por los que nos han dejado, aunque si bien se han ido muchos han dejado un legado que perdurará eternamente, personas como Dº Federico Mayor Zaragoza, el doctor Bartolomé Beltrán, la actriz Marisa Paredes, la escritora Rosa Regás o el gran maestro compositor Manuel Lillo, y me gustaría dedicarle este artículo a ese gran compositor.

Los niños del 'baby boom' que ya no son tan niños, empiezan a jubilarse. Muchas empresas tienen dificultades para encontrar personal cualificado que sepa desempeñar el trabajo que ahora ellos dejan vacante, pero la situación empeora aún más cuando hablamos de pequeños negocios familiares.

Seguramente ya no lo recordarás, el tiempo es lo que tiene, que filtra a su antojo lo que hicimos y lo viste de sensatez para poder permanecer tranquilo mientras criticas cómo los jóvenes hacen lo que hacen y afirmas que, en tu época, todo eso era impensable. Y sabes que mientes o, que al menos, no dices toda la verdad.

 
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