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Etiquetas | La tronera | Aznar | Amenazas | Ayuso | Madrid | Terrorismo | Pablo Iglesias

​Serenidad de Ayuso, visceralidad de Iglesias

El sentido de Estado hizo que Rajoy ocultara las amenazas recibidas. A Iglesias le faltó tiempo para salir a las redes e intentar reventar las elecciones del 4-M
Jesús  Salamanca
jueves, 29 de abril de 2021, 15:01 h (CET)

Tras el atentado contra él, José María Aznar pidió serenidad y sentido de la responsabilidad, ante todo. El susto de la víctima debió de ser espantoso, pero su sentido de Estado le hizo pedir esa serenidad a la que aludo; una tranquilidad y equilibrio que él mismo transmitía. Ese fue el primer día de su conquista democrática del poder. A Felipe González y a todo el Gobierno le faltó tiempo para condenar el atentado frustrado e interesarse por Aznar. Nada que ver aquel socialismo democrático con la actual ‘mafia’ déspota, corrupta, creadora de bulos y mentirosa.


Tras Aznar hubo que cargarse de paciencia y tragar sapos terroristas con Rodríguez Zapatero. Este presidente por accidente fue un político para el arrastre, traidor a España, a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, al ejército y a los españoles. Mientras negociaba con Aznar, también lo hacía con ETA a la desesperada. No tardaría la banda asesina en mostrar las actas que hoy tiene medio mundo. Fue, sin duda, el presidente más nefasto y torpe que ha tenido la España democrática hasta que llegó el ‘caso psiquiátrico’ actual, narcisista, plagiador, mentiroso, negado y afín al terrorismo de ETA, al independentismo catalán, al nacionalismo vasco de ‘aprovechateguis’ y al mortífero bolivarianismo del siempre condenado comunismo. Este comunismo no deja de ser un envoltorio de odio, violencia, resentimiento, traición, destrucción y muerte. Tan arcaico que sigue saludando puño en alto, como en las cavernas y en los lares de Pedro Botero.


El señorío que siempre acompañó a Mariano Rajoy hizo que nunca diera a conocer las amenazas que recibió. No dejaba de insistir en que había que tomarse el tema con tranquilidad. Llegó a decir en una entrevista que "eso iba en el sueldo". ¿Van observando diferencias con lo que hemos visto estos días pasados en los aledaños del Gobierno? ¿Acaso creen que un ratón confía su vida a un solo agujero? Nos falta por ver la traca final de esta izquierda peligrosa, pero siempre amaestrable con sus propias estratagemas.


Ahora, Isabel Díaz Ayuso, candidata a la presidencia de Madrid, también estuvo a punto de recibir carta con balas de no haber sido interceptada esa en Correos. Esta vez sí han funcionado los sistemas de seguridad y control. En Barcelona se lo toman en serio, pero en Madrid…. De nuevo, Ayuso ha pedido tranquilidad. "Ante la violencia, serenidad y desprecio". "La importancia que tiene es ninguna", ha dicho, que es como hay que afrontar las cosas. "La serenidad es propia de sabios y experimentados, nada más", en palabras de Sófocles.


"Esta gente busca su minuto de gloria y que estemos hablando de ellos. No les voy a dar el gusto". Díaz Ayuso pasa de esas menudencias y ha vuelto a dar lección sobrada a la izquierda desnortada y a la tarambana ultraizquierda. A eso se llama seriedad, serenidad, elegancia, equilibrio emocional, sentido de la responsabilidad y de la proporcionalidad. Díaz Ayuso no ha salido corriendo a los medios de comunicación, como hizo Pablo Iglesias; el comunista demostró falta de todo, menos de afán de notoriedad y ansia de figurar. La prueba es que Rocío Monasterio debió salir a hombros de la SER porque cortó coleta y moña en el debate, dejando destrozada la falta de profesionalidad de la sectaria y activista Barceló.


Ahora comparen la actuación serena de los citados presidentes ante amenazas y la de la candidata a presidir Madrid, con las actuaciones del 'chivillo' Iglesias, el 'hacedor' de bulos, Marlaska, y la asustadiza Gámez. Son dos mundos totalmente opuestos, donde estos tres últimos ni siquiera consiguieron ser políticos de prestigio, perdieron el ‘oremus' y están en el Gobierno como podían estar atendiendo un guardarropa de discoteca o poniendo cañas en un tentadero.


La candidata a presidenta ha insistido a los periodistas en que "no se puede hablar de esto todo el rato" porque se crea un "efecto llamada". Es la diferencia entre estar bien asesorada y no estarlo. Pablo Iglesias ha demostrado que, a pesar de haber estado en vicepresidencia, está asesorado por bandarras culebreros y no muy lejos de eso andan el ministro de Interior y la tal Gámez. Por cierto, visto lo visto con la receptora de la navaja, dudo mucho que sean mejores los de la ministra medinense.


Esa última ministra, receptora de un cuchillo ensangrentado, lo recibió de quien lo recibió. Pero ella, por echar más leña al fuego, ha hecho fotocopias ampliadas para mostrarlo en los cuatro puntos cardinales. Y si se preguntan que dónde está la gravedad, pues está en que ella ya sabía que procedía de un enfermo. Lo hizo un desequilibrado mental y en el sobre escribió su dirección completa de El Escorial. La ministra tan sólo pretendió caldear el ambiente electoral, siguiendo la consigna destructiva de Pedro 'Plagio' Sánchez.


Todos los amenazados del Gobierno socialcomunista han buscado su momento de gloria para salir en los medios y destrozar las elecciones madrileñas. Pero han de saber que quien avisa, es porque no tiene intención de ejecutar. Otra cuestión bien distinta es ante la existencia de una banda asesina como era ETA: casi siempre sus avisos llegaban con proyectiles en la nuca o ‘lapas’ bajo el coche. Buscaban protagonismo, además de someter al Estado de Derecho. Ese sometimiento es el que hoy anhelan el 'Coleta' y sus incendiarios 'borrokas', pero con sueldos del erario público.

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