Isabel Díaz Ayudo arrasó en Madrid, cierto. No iba de libertad ni de fascismo, es posible. Iba de que querían acabar con la pandemia, incluso negándola, seguro. Iba de que querían terrazas abiertas y que la economía de la comunidad no se destruyera por la pandemia, muy loable.
Ni siquiera pudimos centrarnos en los muertos y contagios, muy superiores a los de otras comunidades. Palabras huecas como libertad sirvieron a la candidata para pasar como un ciclón en la campaña madrileña y triunfar con todo el populismo de manual.
Es para sentir miedo. Si una persona que no sabe hablar ni hilar argumentos de forma consistente, que desafía a la ley y al Gobierno, gana las elecciones, es para sentir miedo. No fue posible pararla para decirle que está cayendo en una contradicción por rebelarse contra el orden constitucional y reclamarlo desde PP cuando hablamos de Cataluña. No fue posible. Ella iba a todo tren hacia la meta. Los demás enredados en cosas que parecían no tener importancia. La campaña fue, por un lado, Ayuso y, por otro, todos los demás. Con un descaro descomunal. Así fue como la vimos en el debate entre los seis candidatos. Cuando los argumentos la dejaban en mal lugar ponía mala cara y gesticulaba con desprecio hacia quien los exponía. El rechazo a sus oponentes fue su arma y le salió bien.
No pasa factura al PP ni la corrupción sistemática ni la carencia de líderes. Una populista de lo más cutre puede dejarnos con la boca abierta y decirnos que así es como se hace política. Puso de moda no pagar impuestos, no cerrar la hostelería y, si se lo propone, consigue que la gente rechace las vacunas porque eso es un tema del Gobierno y, por tanto un tema de Sánchez, rechazable y odioso. Ir a la contra fue guay y ella lo disfrutó a tope. No recordaremos otro candidato como ella, que proponga Madrid como lugar ideal para perder a un marido o ex novio. Todo era guay en esta campaña.
A punto estuvo de proponer que la gente no se vacune porque quedarían inmunes si ella ganaba las elecciones. Muchos se lo creyeron. ¿Por qué no? ¿Por qué ella no iba a ser el antídoto contra el Covid19?
¿Y ahora qué dirección toma el PP, el populismo de Ayuso o el sentidiño de Feijóo? Dos mundos opuestos. Galicia no es Madrid ni falta que le hace.
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