Hay infinidad de trechos repartidos entre los pensamientos que a uno le sobrevienen a lo largo de su existencia; ni el propio protagonista consigue eliminarlos, porque las ideas vuelan con rumbos imprevistos y la ilación se pierde con frecuencia. Pues bien, a la hora de expresarlos no menguan los problemas, se incrementan; es complicado eso de saber decir aquello que pensamos aplicado a cada ocasión. A lo anterior se suma el cruce de sensibilidades con los receptores de dichos mensajes, con las nuevas peculiaridades aportadas. Nos hacen pensar sólo en APROXIMACIONES un tanto frustrantes como resultado de las dificultades acumuladas, que no siempre se reconocen como tales.
Constreñidos por la dificultades referidas en la transmisión de las ideas, asistimos como contrapunto a la profusión de maneras de ponerse en contacto; los mensajes brotan sin darnos cuenta. Dicha abundancia no resuelve los impedimentos para desvelar el meollo de las circunstancias envolventes; al contrario, el ambiente nos mantiene saturados, no favorece el esfuerzo de cara a la búsqueda de mayores profundidades. Ese conformismo relaja las comprobaciones, deja expedito el camino para la avalancha de MONSERGAS adheridas a cualquier tendencia, con aires prepotentes al no encontrar oposiciones enérgicas, por estar diluidos los fundamentos en la mediocridad.
Mientras las cosas ruedan con buenas hechuras, apenas se sienten las irregularidades ni los contratiempos esporádicos. Cuando crujen en las propias espaldas algunos de los sufrimientos se encienden las alarmas, pero suele ser tarde para evitar los procedimientos en sus fases avanzadas. En esas penosas situaciones comprobamos la ineficacia retroactiva de las posibles medidas correctoras; en cuyo planteamiento incide de forma perniciosa el DESCONCIERTO originado por el jolgorio ambiental, forjado a base de mediocridades. Nos tocó en suerte la incertidumbre constitutiva de las actuaciones humanas; pero destaca el empeño nefasto de enmarañar las disposiciones, con las personas sometidas a dominios ignominiosos.
Es curioso el montaje establecido en la mayor parte de las comunidades. Desde proyectos mal encarados a necedades estúpidas, con mayor o menor participación en su gestación. Las torpezas se tornaron costumbres. La habituación atrapó a los intervinientes en una INERCIA contagiosa; la normalidad adquiere visos de incongruencias acumuladas sin asomo de estímulos correctores. A ello contribuye la aceleración de los movimientos, con cambios intempestivos sin tiempo para ser asimilados. Es muy importante la mencionada dilución de los criterios asentados, eran posibles puntos de apoyo. Las penurias añaden inseguridad. El aturdimiento consiguiente nos deja a merced de la tétrica parafernalia.
ligada a la presencia humana; a través de ella, los tiempos antiguos están coaligados con las proyecciones actuales. Para el intento de mantenernos con una cierta ubicación disponemos del ejemplo de la ciencia, el conocimiento crece a tal velocidad que es imposible mantener una perspectiva de conjunto, las ramas van creciendo. Si nos dejamos llevar, nos alejamos del núcleo complejo de carácter universal. En ese núcleo hay personas portadoras de unas características peculiares, de las cuales no podemos prescindir. Las extralimitaciones son peligrosas, justifican atropellos innombrables. El arte de la UBICACIÓN adecuada es una exigencia actual; responsabilidad de todos.
Si algo está claro en el tremendo galimatías, misterioso donde los haya, es el reto personal antes sus cuitas. Ese sujeto decidirá si asociarse o no, pero sus vivencias son intransferibles. De no posicionarse, será arrastrado por la corriente en cumplimiento de su decisión, sin aportaciones al conjunto. No hay sustitutos para su presencia. De las actitudes tomadas derivará su grado de implicación, tratando de exprimir las mejores gratificaciones accesibles. La respuesta al reto se traducirá en la concreta:
PRESENCIA RADICAL Del decir al hacer va un largo trecho, Del hacer a su relato se agranda Ese trecho cargado de ignorancia, Que nos aboca al fiero desconcierto.
Cuando del mal abruma su insolencia, Mantiene retenido hasta el suspiro En espera del mejor contenido Como recurso de la resistencia.
Esta brega requiere la presencia Frente a la inercia vaga sin sentido Cuando no sólo es cuestión de la ciencia
Para la ilusión en lo cotidiano Es vital la ayuda de la conciencia Aporta lucidez en el camino
No cabe duda, las manifestaciones de un sujeto promueven una serie de interpretaciones cuyo sentido recibirá influencias dispares; algunas no guardarán ningún parecido con la primera emisión. En estos asuntos no tienen cabida los esquemas cerrados, el dinamismo evolutivo es incesante; a nivel global la complejidad adquiere dimensiones inabarcables. Del mismo modo, no se puede negar la aportación particular. Ahora bien, en cuanto a la vivencia personal, la participación genera repercusiones importantes. Es la opción para afrontar el reto personal, lo demás podrán ser influencias, pero no la sustituyen. Por consiguiente la luz del FARO procederá de los adentros.
Los derroteros seguidos en cada caso seguirán las orientaciones más imprevistas para cualquier observador; incluso para los protagonistas, no resultará accesible la totalidad de los matices. Esa no es la cuestión principal, la totalidad nunca es accesible; se trata de tomar parte en la jugada en la medida de las cualidades y querencias propias. La inestabilidad o la fragmentación están incluidas en el reglamento, el comportamiento propio asume la condición de incompletad, de logros parciales, en su engarce con la realidad. La elocuencia de los enunciados propios, de los recorridos particulares, participa en la transacción vital, en ese intercambio crucial entre los factores recibidos y los aportados.
El piloto principal en este trayecto se centra en la CONCIENCIA personal, susceptible de ser maltratada, bien cuidada o simplemente desdeñada. De ese trato procederá la envergadura de las actuaciones de su portador; de sujetos descabalados u de hombres cabales bien ajustados.
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