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Ficha técnica
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100 - Real Madrid: Llull (24), Rivers (5), Rudy Fernández (17), Ayón (12 y Reyes (6) --quinteto inicial--; Sergio Rodríguez (4), Nocioni (7), Maciulis (5), Carroll (9), Slaughter (5) y Mejri (6).
80 - Barcelona Satoransky (10), Abrines (9), Thomas (1), Lampe (0) y Tomic (11) --quinteto inicial--; Doellman (24), Hezonja (5), Huertas (7), Oleson (1), Jackson (3), Pleiss (4) y Nachbar (5).
Parciales: 31-10, 18-22, 26-24 y 25-24.
Árbitros: García González, Pérez Pérez y Bultó.
Incidencias: Primer encuentro de la final de Liga Endesa, disputado en el Palacio de los Deportes (Madrid) ante 12.924 espectadores. Nikola Mirotic y Serge Ibaka presenciaron el encuentro en la grada.
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La perfección existe. No es algo etéreo. Es visible. El Real Madrid de Baloncesto escribió una impresionante obra de arte sobre una cancha de baloncesto. Lo hizo durante el segundo encuentro de la final de Liga Endesa. El cuadro de Laso, con mención especial en Sergio Llull, obsequió a sus seguidores con una exhibición histórica; un baloncesto directo a los anales de la historia. Lo bordó. Mejor es imposible jugar. No es posible -o quizá si lo sea para este equipo con mayúsculas-. Hacía siglos que no se veía un espectáculo de tan considerable calibre. Fue de comienzo a final, aunque todo se concentro en el primer cuarto. El Real Madrid, en ese tiempo, alcanzó la perfección. Fue una puesta en escena de 10. El mérito alcanza cotas mayores porque enfrente estaba en Barcelona.
Madrid vivió una ciclogénesis explosiva en el comienzo del verano. No fue de carácter meteorológico, sino baloncestística. Fueron diez minutos de auténtico placer para jugadores y aficionados blancos, y también para aquellos que disfrutan con este deporte. El Real Madrid jugó como nunca antes lo había hecho. Jugó como los ángeles. Y eso ya de por sí es complicado en un equipo que lo ha ganado todo durante esta temporada (Supercopa, Copa del Rey y Copa de Europa). Su afán competitivo y ganador no tiene fondo. Al contrario, cada vez es mayor y cada vez son capaces de superarse a ellos mismos. Su recital de defensa y canastas (7 de 7 en triples) fue memorable, antológico.
Explosivo Sergio Llull
La defensa, una seña de identidad en el equipo de Laso, ahogó al Barcelona; cuyo casillero sólo registró tres canastas en juego para un total de 10 puntos. El dato adquiere mayor relevancia cuando se observa que el Real Madrid anotó en ese mismo tiempo 31 puntos y la comparativa en valoración fue de 44-2. Porque si el Barcelona se ahogó en ataque, donde el Real Madrid luchaba cada balón como si le fuera la vida en ello (a decir verdad, le va el póquer de títulos, algo que no se hace en cuatro décadas), los azulgranas fueron rematadas por el ataque del Real Madrid. Todos, todos, veían el aro tan grande como una piscina, y en especial Sergio Llull, cuyos 15 puntos (con pleno de triples con 5 convertidos) no sólo impulsaron al Real Madrid, sino que bordó la dirección del juego. Esperemos que la NBA, y en concreto Houston, no vean esta exhibición. Le ficharían, y a sus compañeros igual. Esto es un equipo y eso es muy complicado de tener.
La mención debe recaer, en este sentido, en Laso, un entrenador capaz de mantener conectados a todos sus jugadores y de inculcarles un baloncesto ofensivo que engancha a una afición, que disfrutó y animó como nunca antes lo había hecho. Ellos, que abarrotaron el Palacio de los Deportes, quisieron ser ese sexto hombre. Y lo fueron. Hay pocos equipos y aficiones que están tan sincronizados. Al descanso, 49-32. No fue la mayor diferencia, que alcanzó cotas superiores a los 20 puntos. Era casi lo de menos. Las sensaciones eran abismales. El Real Madrid tenía más fe y más hambre que el Barcelona. Aún cuando ya todo estaba decidido (71-50 en el final del tercer cuarto), el Real Madrid seguía peleando como si todo estuviera ajustado. Son un equipo perfecto.
Un grupo coral
El Real Madrid se sentía ganador, con sangre en los ojos; el Barcelona, deambulaba por la cancha, como alma en pena. Pascual (incapaz de encontrar algún truco técnico para cambiar el encuentro) y sólo encontró ayuda en Doellman (y en los árbitros, con unas decisiones incomprensibles contra el Real Madrid durante el segundo cuarto). El resto de jugadores habían dimitido. O más bien, habían sido arrollados por un equipo. Por un Real Madrid que alcanzó y hasta sobrepaso en determinadas acciones la perfección sobre una cancha de baloncesto.
Aparte de los nombrados en esta crónica (Laso y Llull), hubo otros nombres altamente destacados, como Rudy Fernández. Vino para ser campeón y lo está cumpliendo. Si rayó a gran altura en el primer encuentro, en este segundo mejoró aún más sus prestaciones. Y aporta carácter, como Nocioni. O defensa como Slaughter, Rivers y Maciulis (secó a Hezonja). O puntos como hicieron Reyes y Ayón; y con Mejri como bomba de oxúgeno. Ambos se comieron a las torres del Barcelona. Carroll se inventó canastas con magia y Sergio Rodríguez repartió juego para descanso de Llull. La perfección no sólo exige de un jugador o entrenador. Exige un equipo y este Real Madrid es un EQUIPO y es PERFECTO.
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