Los griegos, especialmente los atenienses, nos legaron el amor a la verdad, a la sabiduría, a la belleza, a la investigación, y, aunque su democracia dejase mucho que desear pues era censitaria y misógina, ya que a las mujeres les estaba reservado el gineceo y el cuidado de la familia, aunque hubo alguna tan ilustre como Aspasia, primero amante y después esposa del gran Pericles, también heredamos de ellos esta forma de gobierno, hoy perfeccionada ya que se cimenta en el derecho a votar todas las personas mayores de edad, según el dicho de “un hombre un voto”.
La cultura occidental debe a los romanos el Derecho en el que se fundamentan todas nuestras leyes ya que están basadas en la Ley de las XII tablas (Lex duodecim tabularun), o Ley decenviral pues fue redactada por los diez magistrados superiores a quienes los antiguos romanos dieron el encargo de componer las leyes de las Doce Tablas, y que también gobernaron durante algún tiempo la república en lugar de los cónsules.
Esta se publicó primero en doce planchas de madera, pero, por la corruptibilidad de esta materia, se decidió imprimirla en doce chapas de bronce que se expusieron en el Foro para que todo el pueblo tuviese conocimiento de ellas y ningún magistrado se pudiese extralimitar y aplicar la ley según su conveniencia o las presiones que pudiese recibir.
Todos los ciudadanos romanos las conocían y exigían su cumplimiento, y cuentan que Cicerón decía que hasta los niños la aprendían de memoria para que nadie se propasase en su observancia.
Parece ser que, cuando Roma fue invadida por los galos comandados por Breno al invadir Roma en el siglo IV a. C. fueron destruidas. Fuere como fuere, lo cierto es que el Derecho occidental se cimenta en ellas.
El título de este escrito es un principio general del Derecho, heredado de los romanos y que podemos traducir al español como: “La Ley es dura, pero es la ley”, es decir que por muy onerosa e insoportable que sea la Ley, hay que cumplirla y obedecerla si queremos que la convivencia de los ciudadanos sea pacífica y se encuentre dentro de un orden que nos beneficie a todos.
Pero parece ser que en la cabeza huera de nuestro nunca bien estimado y digno de eterno agradecimiento Presidente, no existe el principio de que hay que cumplirla por mucho que nos cueste.
Está dispuesto y es su propósito liberar a los nueve políticos presos que dieron el golpe de estado del primero de octubre, en Cataluña, condenados en el Tribunal Supremo, y afirmó sin pudor alguno que tendrá en cuenta “los valores constitucionales del entendimiento y la concordia”.
Esta cabeza de chorlito no tiene en cuenta que las leyes se emiten para ser cumplidas, como si la Justicia, la sentencia del Tribunal Supremo y la aplicación de la ley, incluido el cumplimiento íntegro de las condenas por los delincuentes, fuera un acto de venganza o revancha contra los golpistas. Al igual que si se tratase de una especie de linchamiento o ley del Talión, lo que afortunadamente en España no existe. Si España es una Democracia, y con todos sus defectos, lo es, lo que debe de imperar en ella, como en cualquiera que se precie, es el cumplimiento de la Ley.
En la aplicación de la Ley no existe venganza ni revancha, como manifiesta esta cabeza hueca que nos gobierna. Lo que esgrime como “entendimiento y la concordia” no son valores constitucionales y menos aún aplicables a los delincuentes golpistas. Los verdaderos valores constitucionales que se han de aplicar en el caso son: el Estado de Derecho, el imperio de la ley, la Justicia, el Estatuto y la Constitución Española.
Sus palabra textuales sobre este asunto han sido:
“La decisión que tome tendrá muy presente los valores constitucionales de la concordia, el diálogo, el entendimiento, el reencuentro y la superación de una crisis que desgarró a la sociedad catalana y española. Lo que no son principios constitucionales son la venganza o la revancha”.
¿Tendrá este vacuo de entendimiento entendederas para comprender que en la aplicación de la ley no hay revancha ni venganza? ¿Qué en su cumplimiento no cabe concordia ni arreglos de convivencia o connivencia?
Si aplicamos este principio, nadie podrá ser castigado por la Ley, pues hacerla cumplir será un acto de revancha y venganza, de manera tal que un violador, un ladrón, un asesino o cualquiera que la transgreda no podrá ser sancionado con el peso de la Ley, puesto que esto sería venganza y revancha.
Posiblemente no sea capaz de entender que los valores constitucionales de la concordia y la convivencia no tienen nada que ver con que se haga cumplir la ley a quien la haya violado.
Pero ¿qué le vamos a pedir a una veleta que se mueve según sopla el viento, se dice y se desdice a cada momento según le convenga con tal de mantenerse en el poder?
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