Este fin de semana la prensa de Castellón ha recogido una foto insólita: Ximo Puig firmando en el libro de visitantes ilustres del ayuntamiento de Morella, el mismo en el que siendo alcalde el hoy presidente de la Generalitat Valenciana, estamparon su rúbrica entre 1995 y 2012 cuantos insignes personajes tuvieron a bien visitar la localidad. El último fue Miguel Sebastián a finales de agosto de 2011, el ministro de Industria, Turismo y Comercio de Zapatero que impulsó las obras de construcción del Parador Nacional de Morella, que rápidamente fueron paralizadas por Rajoy nada más llegar al Gobierno. Puig es ya por derecho propio uno de los muchos hijos ilustres que a lo largo de la Historia ha tenido la amurallada ciudad castellonense, que tanto interesó a romanos y cartaginenses, o al mismísimo general Cabrera, que la convirtió en feudo carlista.
La vuelta a casa de Ximo Puig puso el colofón a una semana plagada de emociones, que empezó con la promesa de su cargo de President de la Generalitat Valenciana y la posterior entrada en loor de multitudes en el Palau presidencial, y que vivió su punto álgido el pasado viernes 3 de julio con la intervención en Les Cortes Valencianes de la portavoz de la Asociación de víctimas del accidente del Metro de Valencia, Beatriz Garrote. Quienes allí estaban, y quienes pudimos ver aquella sesión a través de los medios de comunicación y de Internet, sentimos emoción y alivio al comprobar que las instituciones valencianas estaban dispuestas a reparar el dolor añadido que los gobernantes del Partido Popular de la época propinaron a las familias que tuvieron la desgracia de perder a un ser querido en aquel terrible suceso del 3 de julio de 2006, en el que hubo 43 muertos y 47 heridos. Dolor añadido que causaron escondiendo la verdad y silenciando lo ocurrido; la desaparecida televisión autonómica, siempre manipulada por el PP, se entregaba esos días a informar sobre la visita a Valencia del papa Benedicto XVI. Personajes tan religiosos como Camps y Cotino, que demostraron tener nula caridad cristiana, echaron la culpa de todo lo ocurrido al fallecido conductor del tren y se preocuparon de que en Canal 9 el accidente nunca fuera noticia.
No tuvo mejor compartimiento el sucesor de Camps, Alberto Fabra, quien hasta el último momento se ha empecinado en no estar a la altura. El pasado viernes perdió la última oportunidad de lavar su imagen, porque prefirió seguir instalado en el sectarismo. Lo que no pudo evitar fue que Beatriz Garrote le sacara los colores con sus educados y contundentes reproches. Eso sí, cual niño caprichoso y soberbio, una vez acabado el discurso de la portavoz de las familias afectadas, Fabra se levantó, no aplaudió y se marchó contrariado. Tampoco aplaudió el resto de diputad@s del Partido Popular. La derecha prefirió ofrecer una nueva muestra de insensibilidad y de falta de empatía, mientras l@s 68 diputad@s restantes (PSPV-PSOE, COMPROMÍS, PODEMOS y CIUDADANOS), emocionad@s, y quienes veían el acontecimiento desde sus casas, aplaudían a rabiar. Les Corts Valencianes y la Generalitat, que tienen la firme voluntad de reparar el dolor de las víctimas, a las que han pedido perdón, estaban recobrando la dignidad; por eso votaron a favor de la apertura de una comisión de investigación que esclarezca por qué ocurrió aquel desgraciado accidente de 2006. El PP, todavía con Fabra y Rita Barberá a la cabeza, optó una vez más por la felonía, al votar en contra de la apertura de esa comisión de la verdad.
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