En la festividad de Pentecostés, hace tres semanas, el Papa Francisco hacía una llamada a la unidad, también dentro de la Iglesia, ante aquellos que buscan la división y alejarse los unos de los otros.
El Espíritu cambia el corazón, ensancha la mirada de los discípulos, los hace capaces de comunicar a todos las grandes obras de Dios, sin límites, superando los confines culturales y religiosos en los que estaban acostumbrados a pensar y vivir. Los capacita para llegar a los demás respetando sus posibilidades de escucha y comprensión, en la cultura y el idioma de cada uno. El espíritu pone, en definitiva, en comunicación personas diferentes, realizando a un tiempo la unidad y universalidad de la Iglesia.
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