Si señores, con un par. Y es que una cosa es predicar y la otra dar trigo. Resulta curioso y, si me lo permiten, hasta cómico lo que les está sucediendo a los ingleses con los inmigrantes que se les están colando a través del túnel del Canal de la Mancha, a pesar de los esfuerzos de la policía francesa y los de las fuerzas de seguridad de la Gran Bretaña del señor Cameron. Ya sabemos que las relaciones del UK con la Comunidad Europea siempre han sido muy especiales: se han negado a renunciar a su libra para integrarse en la moneda unitaria europea, no han aceptado que se les asigne ninguna cuota de inmigrantes, como han tenido que hacer el resto de países de la UE, incluso España e Italia, dos de los países que más esfuerzos han tenido que hacer para evitar que la emigración africana se haya convertido en un problema mayor del que es en la actualidad para todo el resto de Europa.
Siempre he considerado que, el problema de la inmigración, ha generado en una parte de la población europea opiniones encontradas y que, por supuesto, muchos de los partidarios de abrir aún más la espita para que nos invadan todos los que huyen de las dictaduras africanas o los mismos que se alejan aterrados de las fechorías del EI o ISIS que está asolando naciones como Siria o Irak o el propio Yemen, lo hacen de buena fe; pero esto no quiere decir que esta postura de convertir a Europa en destino de asilo preferido de los cientos de miles de personas que quieren alejarse de sus países, tanto africanos, como árabes de Oriente Medio o de las naciones asiáticas; sea precisamente lo más sensato, lo más conveniente y por supuesto lo más seguro, si es que se tiene en cuenta que este chorro continuo de personas que salen de Libia o por las fronteras de Turkia con Siria e Irak, para buscar asilo en las naciones europeas, no son debidamente controladas, no se distingue si emigran por razones económicas o lo hacen por razones políticas o, en el peor de los casos, son infiltrados del propio EI, enviados para tomar posiciones, preparar atentados, conseguir más luchadores para su causa o, todavía peor si su misión es ir preparando nuevas células secretas en las distintas ciudades, como quinta columna durmiente, preparada para entrar en actividad cuando se considere oportuno por quienes los enviaron a preparar el terreno para una posible invasión.
Es cierto que, en Bruselas, este tema, al menos hasta hace poco, cuando ya se le empiezan a ver las orejas al lobo y sienten que lo que antes sólo era un problema de España e Italia, ya se les está convirtiendo en una cuestión preocupante para ellos. Habían considerado el problema de la inmigración como algo secundario del que ya se ocupaban los países del sur mediterráneos y que, en todo caso, de lo único que se debían preocupar era de que, los inmigrantes que llegaban de África, fueran tratados, por España e Italia, “a cuerpo de rey” y que la policía de ambas naciones fuera con cuidado en no excederse para evitar que cruzaran por mar o por tierra. Recuerden la airada andanada de la señora Judith Sunderland, investigadora sénior para Europa occidental de Human Rights Watch, cuando escribió: “Se trata de muertes siniestras, y los señalamientos apuntan a graves irregularidades por parte de miembros de la Guardia Civil” o cuando la comisaria europea de interior, Cecilia Malsmtröm, mal informada, habló de que “si se confirma que el Gobierno español incumplió la ley europea la Comisión iniciará un procedimiento sancionador”.
Bien, señores, lo que era algo que ocurría en la lejanía, en los países “menos civilizados” del Sur de Europa, miren por donde, de repente, como no podía ocurrir de otra manera, se han encontrado con que los inmigrantes ya no se conforman con quedarse en los países periféricos de la CE, sino que han decidido trasladarse a las partes de Europa que les resultan más atractivas, que les merecen más confianza y en las que estiman que existen más posibilidades de vivir mejor. ¡Qué lugar mejor en el que instalarse que en el UK!, donde muchos de su propia raza (recordemos a los que pertenecen a la Commonwealth que son considerados miembros del antiguo Imperio británico) forman parte de la ciudadanía inglesa y de los que esperan ayuda y trabajo.
Lo cierto es que, ante los asaltos multitudinarios de inmigrantes para colarse dentro del túnel que une a Francia e Inglaterra, por debajo de las aguas del Canal de la Mancha; tanto la gendarmería francesa como las fuerzas de seguridad del RU se ven impotentes para controlarlos y, muchos de ellos, se vienen colando a través de las entradas del túnel, provocando, de paso, un verdadero atasco entre los vehículos que, a millares, utilizan aquel paso para transitar en ambos sentidos de la marcha entre las dos naciones. A pesar de que los respectivos gobiernos han reforzado los efectivos de policía en ambos extremos del túnel, lo cierto es que, el gobierno del señor Cameron, está poniéndose nervioso y ya empieza a hablar de construir una valla para evitar que se le cuelen en el país más inmigrantes. Recordemos que, en el reparto que todavía se está discutiendo en Bruselas de los inmigrantes que hayan solicitado asilo político, el RU ya hizo saber que no quería recibir a ninguno de ellos.
No puedo negar sentir una cierta satisfacción íntima, un cierto regodeo cargado de mala uva, cuando vemos que estos señores, instalados en la parte “noble” de la UE, estos que siempre han venido cortando el bacalao y que se han dedicado a darnos instrucciones sobre lo que era correcto y lo que no debíamos hacer; cargados de esta estúpida superioridad con la que el norte de Europa nos mira a los bañados por el mar Mediterráneo; ahora, cuando el problema de la inmigración ya está llamando a sus puertas y, con toda seguridad no tardará en llamar a las de los Países Bajos, Dinamarca y la propia Alemania, están reaccionando, a pesar de toda su prosapia y orgullo, de la misma manera, con idéntico nerviosismo y con semejante preocupación, cuando comprueban que, en sus mismas fronteras, tienen a aquellos que se nos reprochaba que no quisiéramos admitirlos en nuestro país, pidiendo lo mismo que exigían de nosotros.
Ya ha llegado el momento de que algunos se empiecen a dar cuenta de que los problemas de cualquier nación de la UE, se deben atender con la misma premura y diligencia, tanto si las naciones son las menos ricas como si se trata de una potencia, como la nación Alemana. Nadie es por si mismo, lo suficientemente poderoso como para pretender convertir en naciones de segunda a los países del Sur y reservarse para ellos las tajadas mejores de la tarta. Si es así, el futuro de la CE está condenado al fracaso y el sueño de Jaques Delors y su tratado de Maastricht de conseguir una Europa unida, fuerte, con un gobierno unitario y con su propia Constitución, se va a desmoronar antes de que se haya podido culminar.
Es obvio que habrá que encontrar una solución al problema de la inmigración y es evidente que es imposible, por mucho que los haya que pretendan que se admitan a todos los que quieren abandonar sus países para buscar el país de “Jauja” dentro de Europa, que se sigan admitiendo avalanchas de más de 1000 o 2000 inmigrantes diarios, como le está ocurriendo a Italia, a los que, aparte de acogerlos y darles hospitalidad, se les ha de encontrar trabajo, se les ha de dar vivienda, se les ha de ofrecer asistencia médica y enseñanza. ¿Están todos los países de Europa en condiciones de asumir este reto o no son más que utopías de los eternos vividores de sueños imposibles? De aquellas ilusiones que, al final, acaban generando expectativas imposibles de llevar a la realidad y frustraciones como las de que, muchos de estos nuevos europeos, acaben en las calles, se dediquen a cometer delitos para poder vivir o constituyan guettos de miseria donde las drogas, los vicios y la miseria sean el resultado final de esta aventura fallida.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos, inquietos como, una país como España, con 5.100.000 desocupados, puede verse obligado a tener que aceptar cupos de inmigrantes que agraven la situación mientras otras naciones, como la inglesa, pretenda evadirse de sus responsabilidades como nación europea, sólo porque no entre sus cálculos asumir su cuota de responsabilidad, como lo hacen el resto de naciones de la UE.
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