Si, señores, no hay duda de que los tiempos en los que el honor, las ideas sublimes, la defensa de las convicciones y los modelos morales y éticos de los pueblos estaban por encima de cualquier otra cuestión material; hasta el punto de que, la defensa de las creencias religiosas o del prestigio, la dignidad, la lealtad y la honra de un pueblo, siempre se anteponían a cualesquiera otras consideraciones de otra índole aunque, para ello, fuera preciso derramar la sangre de los que lo mancillaban y entregar la propia, para evitar la ignominia y el desprestigio al que otros pretendían someterlo. En los tiempos que corremos en los que el patriotismo es considerado como algo obsoleto y poco práctico, en que el relativismo filosófico que, poco a poco, se va instaurando entre nuestros conciudadanos y donde la referencia a la moral y la ética despiertan sonrisas de sorna y miradas de desprecio, todo es poco para intentar mantener en alto nuestro amor a la Patria, a sus símbolos, costumbres y tradiciones.
Y este preámbulo, un poco extenso, viene a cuento de algo que, a muchos, nos sigue escandalizando y que, es muy probable que, para aquellos que sólo viven palpándose continuamente la cartera obsesionados por conseguir la riqueza, venga de donde venga y a costa de lo que fuere preciso hacer para conseguirla; les suenen nuestras críticas a la más rancia y anticuada de las objeciones humanas. El caso es que, la Cuba de los hermanos Castro, sigue sin cambiar su régimen autoritario, gobernada por los mismos dictadores desde que se produjo la revolución cubana, contra el dictador Fulgencio Batista, culminada con la victoria de Fidel Castro el 1º de enero de 1.959; sin que, desde entonces, el régimen comunista y dictatorial impuesto por la dictadura de Fidel haya aflojado lo más mínimo ni el pueblo haya podido establecer una democracia, tipo occidental, en la que poder elegir libremente a sus gobernantes y la forma de gobierno que estimen más adecuada a sus intereses.
El régimen castrista se ha venido caracterizando por la aplicación de comunismo al estilo soviético, de la mano de un dictador brutal y despótico, a quien no le ha importado el tema de los derechos humanos cuando ha actuado en contra de sus opositores, a los cuales ha encarcelado cuando le ha convenido, sin que haya hecho caso de las reclamaciones que ha recibido de parte de las naciones democráticas para que respetara los derechos humanos de los detenidos. A pesar de las promesas de Castro el pueblo cubano se ha mantenido entre los del llamado tercer mundo, sin que sus logros en asistencia sanitaria y otros temas sociales sean suficientes para justificar la miseria, la falta de recursos y la degradación de la nación que se ha ido acentuando a través de los años, siempre bajo la bota del dictador.
El señor Obama, como buen izquierdista, necesitado de realizar un acto que le congraciase con el pueblo americano después de un gobierno con más sombras que claros, decidió tirar por la borda todo lo que se había hecho en favor de acabar con la dictadura castrista y sin que, por parte de los dirigentes cubanos, se hubiera producido el más mínimo gesto que indicase un relajamiento de su rigor político, decidió que el tiempo de enfrentamiento con los Castro debía concluir y, olvidándose de los presos políticos que el régimen continúa manteniendo encerrados en la cárcel, de las damas de blanco que, valientemente, salen una y otra vez a denunciar la falta de democracia de la dictadura y de las denuncias internacionales que vienen reclamando la democratización del gobierno de Cuba; tomó la decisión, en contra de la opinión del Congreso y el Senado, de restablecer relaciones con la isla del Caribe. No tuvo inconveniente en hablar de que el embargo no había conseguido nada, ni de que había llegado el momento de entregarse en brazos de los Castro, sin contrapartida alguna, justificándose con lo que podrían aportar para ambos países sus relaciones comerciales. Entonces lo criticamos y lamentamos que, cuando los Castro están en sus postrimerías físicas y muy cerca de que pudiera producir un hecho que permitiese a los cubanos sacudirse la dictadura; fuese, precisamente, el momento en el que Obama decidió hacerles el mejor regalo que se les podía ofrecer a los dictadores, tendiéndoles la mano y reanudando las relaciones normales entre ambas naciones.
Pero, en España, tenemos un Gobierno desconocido, al menos para quienes lo votamos pensado que iba a acabar con los excesos del anterior gobierno socialista del señor Rodríguez Zapatero. El PP tiene mucho que explicar a quienes confiamos en él, pensando que seguiría el rumbo que le había imprimido al partido el señor Aznar. No ha sido así y, en algunos aspectos, nos cuesta reconocer en el actual Gobierno a un gobierno de centro derecha. Pero ahora, más que nunca, el PP, en unos momentos en los que el destino de España está en un punto crítico; cuando es necesario que la derecha se consolide, se refuerce, recupere los votos que perdió en las europeas e intente ilusionar de nuevo los de la vieja derecha que, enfadados y decepcionados, se abstuvieron de votar; para que, en las elecciones legislativas del mes de diciembre, consiga recuperar los votos perdidos y, si es posible, formar un gobierno que nos libre de la amenaza de un PSOE, en manos de un incompetente fanatizado, como es el señor Pedro Sánchez, dispuesto a alcanzar el poder aunque, para ello, debiera de llegar a acuerdos de gobierno con una formación comunista y radical como es la de Podemos, del señor Pablo Iglesias.
Hete aquí que, cuando apenas quedan unos pocos meses para la votaciones, en unos momentos en los que el actual Gobierno debiera de ser más cuidadoso con sus actos, más preciso en sus decisiones y más escrupuloso en su trato a los que le dejaron de votar de las derechas; de un modo inoportuno, vuelve a levantar las susceptibilidades de sus habituales votantes, enviando al ministro, señor Margallo, uno de los que parece más dispuesto a relacionarse con los estamentos de izquierdas, para que, al frente de una comisión parlamentaria, vaya a entrevistarse con el ministro cubano ( suponemos que los recibirá el actual jefe del gobierno, señor Raúl Castro) para tratar de temas comerciales. ¿Han conseguido que se pongan en libertad algunos de los patriotas cubanos encarcelados por los Castro? No ¿Se percibe alguna posibilidad de que se lleven a cabo elecciones libres en la isla cubana? No. Acaso, ¿ lo que pretenden es llegar de los primeros ( después de los americanos, por supuesto), para conseguir ventajosas bicocas económicas, aunque ello sea a costa de favorecer a la dictadura comunista de la isla y de reforzar el régimen autoritario y represivo comunista del que, en tantas ocasiones, la cancillería española se quejó y criticó ante el resto de naciones de la propia UE, cuando se quería que Europa reanudara algún tipo de contactos comerciales con la república cubana? Esta última es la verdadera pretensión que ha impulsado esta visita extemporánea de la misión española.
Tenemos la impresión, desagradable por supuesto, de que en la Moncloa pretenden cubrir muchos frentes a la vez, lo que supone que algunos van a quedar desguarnecidos en el momento en que tengan que enfrentarse, con toda su artillería, a los embates de la oposición; que no va a desaprovechar ningún resquicio por el que introducir el filo del cuchillo de la crítica para herir los más profundamente posible la opción centralista. El señor Rajoy se muestra excesivamente sonriente y complaciente con los ciudadanos y la prensa; los ministros muy cuidadosos con no tocar un tema sensible que pudiera perjudicarles; la vice presidenta, como siempre, con la suficiencia que la caracteriza, despachando asuntos muy serios con media docena de palabras, eso sí, con grandes miradas de admonición y gestualizaciones, con lo que pretende enfatizar lo que dice.
¿Cuándo, de una vez, como hace el señor García Albiol en Barcelona ( ya dijimos que había sido una muy buena elección como candidato en las elecciones autonómicas) van a dejarse de tantas precauciones, de tantas palabras huecas y de tantas justificaciones, ante un enemigo que no va a dudar el cavarles la tumba bajo sus pies si no se deciden, de una vez, en ser como deben ser, un partido de derechas, que defiende abiertamente el libre mercado y la unidad del Estado, que no piensa ceder ni un metro ante el populismo comunistoide que está pretendiendo minar los principios de la sociedad española, para conducirnos hacia una situación, no como la griega, sino mucho peor, si es que consiguieran llegar al poder de la mano de los socialistas que han decidido traicionar a España.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos, cada vez con más inquietud, como cuando parece que el PP puede conseguir el milagro de ganar las próximas elecciones, vuelven a meter la pata en el fango, buscándose nuevas complicaciones que, a la vez, le dan pólvora al rival para que pueda seguir su labor destructiva, algo en lo que lleva empeñado desde el principio de esta legislatura que está a punto de concluir. Apenas le quedan 3 meses al actual gobierno para recuperar, al menos en parte, el terreno que se dejó en las europeas y en las elecciones andaluzas. No sabemos lo que podrá hacer el señor García Albiol, con el poco tiempo que se le ha dado para que pueda llevar a cabo una campaña dentro de un ambiente de evidente hostilidad, pero, en todo caso, no parece que los resultados en Catalunya puedan ser precisamente los mejores que se pudieran esperar. Quedan las legislativas de final de año, donde es preciso que la derecha de el do de pecho para lograr superar a la entente de izquierdas que, es evidente, van a ir a saco para conseguir, lo que llevan años esperando: la revancha por la pérdida de la Guerra Civil y la instauración de un estado comunista, al modo y semejanza de la Venezuela del señor Maduro. Esperemos que esto no ocurra porque, si así fuera, ¡pobre España y pobres españoles!
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