Hay una realidad no palpable que invade toda nuestra vida y que parece justificar, de alguna manera, el enfrentamiento constante entre el sentimiento de “moralidad” del ser humano y la necesidad “imperiosa” de la SUBSISTENCIA.
Esta realidad innata en todo ser, necesariamente dependiente de la estructura socio-económica, SIEMPRE ha sido instrumentalizada por los poderes fácticos de todo tipo de culturas y sociedades conocidas.
La moneda, llave de todo intercambio, ha sido y será la herramienta, cada vez más sofisticada, de sometimiento del individuo al organigrama social.
El ser humano nace sin pedirlo, llevando en su interior el “sello de la vida”, por el que siempre luchará. El ser humano no elije lugar para nacer, pero el “sello de la vida” hace que la tierra que le vio nacer, siempre será hermosa para él.
El ser humano, dicen que nace libre; la realidad es que la tierra y la cultura, que no eligió, moldean su capacidad de libertad; más tarde su “libertad como individuo” siempre existirá, pero la capacidad de desarrollarla dependerá de muchos factores externos al individuo.
Hoy, Agosto 2021, envuelto en “24 horas” de mundo, cierro los ojos y me aventuro a soñar:
“Fui engendrada sin derecho a elección; nací en una aldea un poco alejada de Kabul, en una casita llena de cosas, un ventanuco, una cama muy grande y mucha arena.
Sentí que algo muy suave me acariciaba, debía ser mamá; otra mano áspera, pero firme, sujetó con cuidado mi cabecita; poco a poco fui abriendo los ojos, aprendiendo a ver.
Mamá, era muy guapa y yo me alegraba cuando me miraba y sonreía; Mamá siempre me llevaba consigo, pero cuando recorríamos el pueblecito yo no veía a mi madre; su cara hermosa siempre iba tapada. Nunca supe por qué.”
“Mamá no sabía leer pero siempre me contaba historias bonitas de nuestra tierra, la que yo no elegí pero sí amé.”
“Mi papá hablaba poco y siempre en voz baja. Un día oí que mi mamá le decía que era hora de pensar que “Zoraida”, que era yo, debía acudir a la escuela. Mi papá, se enfadó; nunca lo había visto así: “No, no…, es peligroso…, no la van a dejar…, está prohibido… NO, no…, vendrán a por mí.”
“Me fui haciendo mayor; mis papás, con esfuerzo, con mucho sacrificio, cuidaron de mi hermano pequeño y de mí. Nunca fui al colegio y lo poco que aprendí fue gracias a las historias de mamá y papá y lo que, mi hermano, me contaba de su colegio; lloré muchas veces, en silencio.”
Comencé a cubrir mi cuerpo y mi cara, cuando salía de mi casita; todo lo veía cuadriculado; me fui acostumbrando, pero llorando por la impotencia de ser lo que no pedí, por estar donde no elegí y por hacer lo que me imponen sin preguntar…”
“Ahora, siento estar dentro de alguien que está pensando en mí. Le he contado un poco de mi vida…, a lo mejor quiere seguir siendo mi amigo.”
Me he despertado zombi, respirando a fondo. He mirado a mi alrededor. He rebobinado…, he sonreído por “Zoraida” y me he cabreado por el poco compromiso social que respiro.
Castilla, Madrid, Andalucía, Valencia, Galicia, Cataluña, País Vasco, Extremadura… Todo luz…, tierras fértiles…, pan, vino, carne, pescado…, convivencia conquistada, pero convivencia.
Todos somos “Zoraida”, pero a todos nosotros, sin jugar, nos “ha tocado la suerte”…, nos sentimos libres, con derechos, con sueños hechos realidad…, nos vemos y sonreímos, porque tenemos ilusiones de futuro…
¿Qué hemos hecho para tener tanto a nuestro lado?
¿Qué nos han dado para que olvidemos a “Zoraida”?
Por cierto “Zoraida” nació en AFGANISTÁN
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