Si el que manda busca enriquecerse en lugar de servir a su prójimo sea execrado para siempre.
Mandar es servir. Cualquier persona investida de una autoridad, de un poder, de un cargo, ya lo gane en unas elecciones, en un examen o en una prueba de acceso, nunca puede olvidar que su obligación es servir a los ciudadanos y en ningún caso disfrutar del cargo en su propio beneficio, enriquecerse con la prebenda obtenida o no hacer nada, salvo lucir la insignia, el collar, los galones o las estrellas que le señalan como autoridad, es decir: servidor del pueblo, de los ciudadanos, de los administrados.
El embajador de España en Kabul y su adjunta parecen entenderlo perfectamente cuando anuncian que serán los últimos en abandonar sus puestos y hayan cumplido la misión que les ha sido encomendada. La actitud de servicio a los demás es ineludible para conseguir un clima adecuado de convivencia. Pero no solo de tienen que hacerlo los de arriba sino también los de abajo. Por ejemplo, los padres y los hijos.
Los padres están constituidos en autoridad respecto a sus hijos, autoridad que no puede serle arrebatada por ningún gobernante. Los padres tienen que educar a sus hijos y los hijos aceptar las normas que les impongan sus padres.
La relación de servicio en una familia no puede transferirse a ningún gobierno, los hijos SI SON DE SUS PADRES, aunque alguna ministra trastornada lo niegue. Este es un caso claro de utilización viciada de un cargo, con el objetivo de adoctrinar a los ciudadanos desde la infancia en sus propias ideas, ¡qué vaya usted a saber de dónde las ha sacado!
Bueno, quizás sepamos o intuyamos la fuente de esta actitud adoctrinadora: el nuevo orden mundial NOM o la férrea dictadura del neomarxismo gramsciano. En cualquier caso, lo que resulta claro es que estas personas no vienen a servirnos, a buscar nuestro bien, sino a enriquecerse y engrandecer su partido.
Servir a los demás es respetar sus propias ideas, aunque no coincidan con las de los que mandan. La tabla de derechos de los ciudadanos: libertad de religión, libertad de opinión, libertad de elección, libertad de asociación, etc.,no pueden ser restringidas por los que mandan ya sea como políticos o como jueces, sino favorecidas y respetadas siempre.
Mal camino se lleva si se manipulan los medios de información para que solo llegue a los ciudadanos lo que interesa a los gobernantes. La convivencia siempre es posible si partimos del respeto mutuo y el dialogo franco y no manipulado. Servir al prójimo es amarlo de todo corazón cosa que puede resultar cada vez más urgente si recibimos a personas de otro credo, otro color, otras circunstancias.
El que quiera aprovecharse de su situación para enriquecerse a costa de los demás será execrado por las siguientes generaciones. En la sucia manipulación de nuestra historia que sirve de justificación para denigrar a los demás, hay demasiada maldad que habrá que erradicar con la verdad y el olvido.
Evitemos que la culpa de nuestros abuelos nos manche y nos enfrente. Borremos de una vez para siempre las palabras terminadas en “ismo”, las palabras que ahondan diferencias y atizan odios.
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