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La Caraba en bicicleta

En la Gran Vía de Madrid, sin la Karaba del gitano
José Luis Heras Celemín
jueves, 24 de septiembre de 2015, 06:31 h (CET)
Esto, aunque no lo parezca, no va de Manuela Carmena, que es la alcaldesa de Madrid, una mujer afable, en sus tiempos jovencita guapa, culta sin llegar a lo cursi, dicen que inteligente. Y ocurrente, más que ocurrente.

Esto va de bicicletas, de dichos y consultas en el diccionario de la RAE, de un cuento; y de una visión desde el bus, que fue con la que empezó. Ocurrió ésta, muy de mañana, cuando, yendo por el Paseo del Prado, apareció por la ventanilla una aglomeración de bicicletas en las calles de Juan de Mena y Montalbán, al lado del Palacio de Comunicaciones de Madrid donde la alcaldesa Carmena tiene su despacho.

Allí había bicicletas, muchas, con niños pedaleando y otros, con casco, arremolinándose en un grupo multicolor y variopinto.

“La caraba en bicicleta”.- dijo un señor, con aspecto de “jubilata”, periódico doblado en ristre y con ganas de iniciar una conversación que no empezó.

“La caraba en bicicleta”, apunté. Ya en casa, busqué en el diccionario qué es “la caraba”: Una reunión festiva. También una locución verbal como “Ser fuera de serie, extraordinario, tanto para bien como para mal”.

Más que curioso, fisgón impertinente disimulado en estudioso, entré en Google y rebusqué sinónimos. Estos eran abundantes: chirigota chacota, camelo, chanza, paparrucha, broma, bufonada, pitorreo, chiste, chunga, vacilada, carnavalada, novatada, burla, befa, chufla, inocentada, macana, guasa, cuchufleta, payasada, cachondeo, candanga, gansada y mofa.

Ya en plan aplicado, buceando en el concepto y en sus orígenes, me topé con un Cuentecillo corto de Juan Valera, del año 1896, excepcional:

“Había en la feria de Mairena un cobertizo formado por esteras viejas de esparto; la puerta, tapada con no muy limpia cortina, y sobre la puerta un rótulo que decía con letras muy gordas: La Karaba. Se ve por cuatro cuartos. Atraídos por la curiosidad, y pensando que iban a ver un animal rarísimo, traído del centro de África o de regiones o climas más remotos, hombres, mujeres y niños acudían a la tienda, pagaban la entrada a un gitano y entraban a ver la Karaba. ¿Qué diantre de Karaba es ésta? – dijo enojado un campesino. Ésta es una mula muy estropeada y vieja. Pues por eso es la Karaba, dijo el gitano: porque araba y ya no ara. Parece ser que fue tal la burla, broma y recochineo que los sevillanos se gastaron con los forasteros a costa de la mula del gitano, que hasta el término caraba entró en el diccionario con el significado de reunión festiva”.

Mucho más tarde, al acabar el día, al echar un vistazo a las noticas de la tele que a veces informan, otras distraen y en contadas ocasiones embelecan, me topé con una noticia matritense digna de ser comparada con el cuento de Juan Valera. La acción se desarrollaba en la Gran Vía madrileña. En ella, tiradas en el suelo, unas jóvenes hacían historia; y, coquetas, unas autofotos, que llaman selfies, para grabar su imagen en la calle ancha, sin tráfico ni mulas de las de arar o no arar.

En vez de la mula y el gitano, allí había bicicletas y ciclistas. Muchas y muchos. Por la misma Gran Vía, a la altura del edifico de la Telefónica y subiendo desde la Calle de Alcalá en dirección a la Plaza del Callao, iban pedaleando afanosos un grupo multicolor y variopinto de niños, el mismo que por la mañana había aparecido por la ventana del bus.

Entre los niños ciclistas, como Caperucita con gafas, iba una abuelita dulce que pedaleaba sin muchas fuerzas pero con ahínco, escondida, o exhibida, tras, o ante, unas gafas de concha parecidas a las que usa la alcaldesa de Madrid. Puede que fuera Manuela Carmena, pero esa realidad y la identidad posible son ajenas al relato.

El sillín bajo. Los pies en los pedales, asentados sin mucho porte. La espalda encorvada. Y después, otros planos, más planos que ampliaban la noticia. Y otros protagonistas ajenos a los ciclistas:

Esperanza Aguirre criticando el corte de la Gran Vía. Un comerciante quejándose de la falta de ventas. Una señora condescendiente con ciclistas. Dos hombres sin bicicleta. Un gitano flaco con gitana gorda de romero en mano y buenaventura a punto. Tres turistas. Dos chicas guapas buscando taxi sin reparar en la falta de contaminación. Un taxista sin taxi mirando la calle, sin coches ni taxis, y a las chicas.

Y, para terminar, otra vez la caraba que se ocultaba en la tele.

La caraba en bicicleta, en la que, por voluntad del que lo veía y refiere, no cuenta Manuela Carmena, que es la alcaldesa de Madrid, una mujer afable, en sus tiempos jovencita guapa, culta sin llegar a lo cursi, dicen que inteligente. Y ocurrente, más que ocurrente.

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