Una de las ideas más interesantes que, a mi juicio, está difundiendo el nuevo candidato del PSOE-A a la presidencia de la Junta, Juan Espadas, es la de humanizar la política. Estoy seguro de que muchas personas creerán que esa intención es solo algo poético, un poco de humo que se lleva el viento y nada que tenga que ver con nuestros problemas del día a día. Pero están muy equivocadas.
Como el propio Juan Espadas ha explicado, humanizar la política significa poner a las personas en el centro de todas las cosas, algo que se viene olvidando desde hace muchos años. El capitalismo neoliberal de nuestro tiempo ha llevado al máximo la mercantilización de la vida, de la naturaleza y, en general, de todos los recursos que son esenciales para la vida, empezando por el trabajo humano. Eso es lo que nos ha inhumanizado y lo que tiene consecuencias prácticas que estamos sufriendo de modo muy especial en estos tiempos de pandemia.
Día a día comprobamos que han sido imprescindibles los servicios públicos para salvar las vidas, el apoyo de los gobiernos para lograr que las vacunas lleguen a todas las personas y que, dejada su distribución al interés comercial, la mayoría de la humanidad se queda sin ellas. La generosidad y la cooperación y no el interés mercantil es lo que ha permitido combatir con más éxito la enfermedad y remediar de mejor manera sus efectos y secuelas.
La falta de humanidad es, precisamente, lo que ha hecho que ni tan siquiera en medio de un pandemia mortal se haya dado tregua al cainismo, ni frenado el ataque sin cuartel de algunos partidos contra sus adversarios políticos, incluso utilizando la mentira, el dolor y la muerte para combatir a quienes defienden banderas que no comparten. Poner el lucro en el centro, en lugar de a las personas, es lo que está provocando un cambio climático que amenaza la vida en el planeta o que haya cientos de millones de trabajadores en todo el mundo sin derechos ni protección social y con un sueldo miserable.
Que haya políticos, como ahora el nuevo candidato socialista, que se comprometan a humanizar la política y poner a las personas en el centro de sus decisiones y estrategias es una bocanada de aire fresco que debe alegrarnos. No podemos seguir viviendo sin poder disentir en paz y con respeto unos de otros, ni hay por qué soportar que el insulto y la infamia se conviertan en lengua universal, ni estamos obligados a dar prioridad siempre a la bolsa frente a la vida, al dictado del mercado frente al interés común.
Afortunadamente, en Andalucía no vivimos bajo el clima de crispación y bajeza en el debate político que se da en otras autonomías o en el conjunto del Estado. El presidente de la Junta tiene un talante personal muy diferente al agresivo e inhumano de otros dirigentes de su partido, es cierto. Pero humanizar la política no consiste tan solo es mantener las buenas formas, aunque esto sea imprescindible y muy de agradecer cuando se practica. Sobre todo implica, como he dicho, gobernar anteponiendo los intereses de las personas al del beneficio mercantil. Y eso no es lo que está haciendo el actual gobierno andaluz cuando han tomado decisiones que recortan derechos colectivos, anteponen el interés privado al general, o destruyen recursos comunes o el medio ambiente.
Esperemos que el nuevo candidato socialista sea capaz de trasladar este compromiso a un programa de gobierno riguroso que se gane la complicidad de la ciudadanía y el apoyo de otras fuerzas políticas para cambiar de rumbo y abordar con éxito los tiempos complicados que Andalucía tiene por delante.
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