La propaganda del Frente Polisario pretende instalar al respecto que el Reino de Marruecos es un país aislado, con un régimen político infame, poco menos que un paria de la comunidad internacional. Paralelamente, se presentan a sí mismos como un dechado de virtudes que derrocha popularidad.
Esporádicamente esta propaganda confusionista ha logrado éxitos parciales, debido al escaso conocimiento que tienen del problema la autoridades de algunos países, lo cual solo ha tenido como resultado prolongar el sufrimiento de los pueblos del desierto, y el crecimiento de una legión de delegados parásitos del Polisario por todo el mundo.
En ese contexto, el gobierno de Marruecos anunció oficialmente esta semana una campaña de "boicot a las compañías suecas", en el caso de que Suecia cometa el error de reconocer a la fantasmagórica República Árabe Saharaui Democrática (RASD). Para dejar en claro que se trata de disputas por intereses comerciales, portavoces del gobierno marroquí anunciaron un boicot en represalia por la postura hostil de Suecia, que se centrará sobre todo en compañías que operan en su territorio.
El pasado lunes, las autoridades de Casablanca impidieron la inauguración de un local de Ikea, tienda de mobiliarios con sede central en Suecia, y al día siguiente la sede casablanquesa de la compañía Volvo fue clausurada por orden judicial.
Si el gobierno sueco pudo ser influenciado por la propaganda del Polisario, debería saber que la verdad es muy distinta a la que describe este grupo enemigo de la modernidad y los Derechos Humanos. La absoluta mayoría de los países serios e importantes del mundo jamás han reconocido a la RASD. En Sudamérica, nunca lo han hecho los países de mayor peso internacional, Chile, Argentina ni Brasil. Perú congeló sus relaciones con la misma el 9 de Septiembre de 1996. Paraguay suspendió sus relaciones con la RASD el 3 de enero del presente año. Panamá, que había sido el primer país de América en alojar una embajada de la RASD, ha suspendido sus relaciones con la misma el 20 de noviembre de 2013. El único país americano de peso internacional que mantiene relaciones con la RASD, Venezuela, es un entusiasta importador del fosfato del Sahara, cuyo comercio los “saharauis” intentan infructuosamente bloquear.
Entre los países miembros de la ONU, unos 113 jamás reconocieron a la RASD. Han retirado, suspendido o congelado el reconocimiento otros 46 países, y apenas unos 34 la reconocen.
También han congelado relaciones o retirado el reconocimiento a la RASD países como Afganistán, Albania, Barbados, Benín, Burkina Faso, Burundi, Camboya, Colombia, Costa Rica, Dominica, Granada, Guinea Bissau, Haiti, India, Kiribati, Madagascar –el primer país que la había reconocido- Mauricio, Nauru, Papúa Nueva Guinea, República Dominicana, Islas Salomon, San Vicente y las Granadinas, Santa Lucía, Santo Tomé y Príncipe, Seychelles, Suazilandia, Togo, o Tuvalu.
Entre los pocos países que quedan para reconocer a la RASD, demás está decirlo, no existe uno solo que posea predicamente en materia de relaciones internacionales o esté libre de aislamientos o conflictos.
Suecia debería tenerlo en cuenta y no exponerse a un doblemente pernicioso conflicto con Marruecos por el Sáhara Occidental marroquí.
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