Quizá haya sido siempre así, aunque ahora se note mayormente; de cualquier manera, si nos ponemos a observar cómo nos relacionamos, el desapego, la crispación e incluso el enfrentamiento, cobran un rango predominante e inquietante. Salvo excepciones, que las hay, dichas relaciones se muestran como DESHILACHADAS, se manifiestan entre los roces individuales y a través de las organizaciones establecidas. Tienden a posponerse los rasgos comunes, los beneficios de la colaboración y el clima de un sano entendimiento. En estos ambientes, el análisis adecuado de las motivaciones y de los resultados correspondientes, no se sale favorecido; más bien se convierte en un provocador de mayores enredos.
Si enfocamos el zoom desde lo general a lo concreto de los pequeños espacios, percibiremos mejor a los verdaderos protagonistas y los detalles de sus cercanías. Salen a relucir las andanzas de las personas cuando aún no visten los ropajes de personajes figurados, percibimos las dimensiones propias de su realidad y las múltiples pequeñeces de su acompañamiento. Las aventuras personales son intransferibles, en ellas planea como vivencia fundamental un cúmulo de INQUIETUDES. Ese núcleo individual subsiste frente a la globalidad, no puede ser olvidado sin graves consecuencias. Su enlace con el resto de los humanos y los formatos adoptados, constituyen una serie de condicionantes para la buena convivencia comunitaria.
En el intento de calibrar las actuaciones, es importante contar con el importante papel desempeñado por las circunstancias orteguianas, quizá es lo que más abunda y de efectos imprevisibles. Con la notable diferenciación con respecto a su procedencia, las desencadenadas por las actividades humanas o las derivadas de la propia naturaleza de las cosas. No afectan por igual a las personas, ni sus tiempos son uniformes. La consistencia de dichas CONTINGENCIAS aparecidas por los entornos, van a modular los resultados de cuantas actividades emprendamos, incluso estimulándolas o creando obstáculos. El registro de dichos entornos influyentes no puede dejarse al albur de unos comentarios intrascendentes.
Para afrontar las circunstancias no existe un método en exclusiva, es imposible por la multiplicidad de factores activos y por el dinamismo de las variaciones incesantes. En la amplitud geográfica se configuran comarcas con sus requerimientos particulares; los rasgos de sus gentes tampoco se caracterizan por la uniformidad. Las voluntades no siempre se convierten en el protagonista principal. La existencia se traduce en una adaptación permanente, los proyectos intentan enlazar con los factores inevitables. El DESARROLLO de las comunidades está inmerso en ese fondo inestable, como nuevo germen de futuros cambios. La fijación de conceptos y realidades no encuentra acomodo en estos procesos.
Dicha complejidad resulta decisiva, constituye un imperativo en sí misma, el de ponerse a buscar colaboraciones eficaces, el de organizarse para ello. Al tratar de hacerlo, lejos de simplificar la tarea, se originan nuevas formas de relación añadidas a todo lo anterior. Las dimensiones organizativas suplantan a las meras tentativas individuales. En torno a hechos concretos, muchas veces. Al hilo de cifras establecidas e incluso datos arbitrarios. Quizá puedan atender en algunas ocasiones a las posibles consecuencias sobre los seres humanos. Sin embargo, acaban predominando las directrices técnicas sobre el resto de consideraciones. La organización pretende una OBJETIVIDAD que puede obedecer a variantes heterogéneas, distantes de la pequeñez individual.
El primer embate en estas tesituras surge desde el propio protagonista individual, desde la infancia al final de sus días no cesa de enfrentarse a la complejidad. No siempre coinciden las dificultades generales con las del sujeto aislado, se comprende la primera intención del individuo para solventar sus problemas. Las peculiaridades del CELO personal mostrarán sus iniciativas como empeño primordial. La mezcla de ignorancias y dificultades nos sitúan en verdaderos apuros, aunque se abre la espita de las posibles colaboraciones esperanzadoras. Toda una aventura en ciernes, expuesta a malentendidos e ideas contradictorias. Se abren caminos con trayectorias indeterminadas.
Una de las posibilidades asienta en la necesaria división de los trabajos ante la complejidad de los conocimientos y recursos disponibles. Como consecuencia, se promocionan los aprendizajes sectoriales y la dedicación a determinadas profesiones. Las características de los trabajos en cuestión condicionan muchas variaciones en cuanto a las exigencias, sea por su ubicación, el esfuerzo requerido, los conocimientos y las servidumbres. En el desempeño de las tareas, el CELO profesional ya tropieza con obstáculos ajenos al trabajador, como desinformación, jerarquías, dependencias y ambientes inadecuados. La nitidez fluida de la relación del individuo con la sociedad, pone en evidencia una serie de recovecos menos transparentes.
De una manera progresiva, las tramas organizativas agrandan su presencia. Pueden justificarse por la acumulación de factores implicados en el proceso existencial, con los humanos y la tecnología, en aras de objetivos gratificantes. Aunque no pocas veces se generan tramas encubridoras de proyectos turbios pergeñados con intenciones perversas. Para el sujeto aislado, las dificultades se incrementan, las trabas aumentan para estar bien conectado con los procedimientos, bien como usuario o bien como trabajador en dichas organizaciones. Como derivación lógica, el CELO estructural desarrollado por las personas para afrontar estos fenómenos se resquebraja en todos los sentidos participativos, de aportaciones o servicios recibidos.
La desigualdad impera con potentes rasgos naturales. En diversas áreas de la Naturaleza, la inteligencia, aptitudes de todo género y momentos diferentes. ¿Cómo van a ser templados los criterios? Las dimensiones de los conocimientos adquiridos se introducen con energía en los comportamientos y los desajustes son de lo más habituales; el ajuste total no se entiende, es cuestión de armonizar los contrastes del momento. Al menor descuido, las turbulencias originadas dejan al individuo desvirtuado, DESVALIJADO; parece existir solamente la barahúnda general. Sólo a fuerza de estar muy atentos, redescubrimos los brotes fascinantes de la personalidad propia para ser comunitarios.
Es progresiva la dilución de los criterios en la vorágine estructurada en la sociedad, que es intolerante y radical; tiende a considerar a los individuos como entes SUPERFLUOS, accesorios para el funcionamiento general. Desdeñando el matiz fundamental subyacente, sin la consistencia de los verdaderos individuos, la comunidad se resiente primero y se desintegra sin remisión. Ese basamento era imprescindible.
Al ritmo actual, sacamos a la palestra con cierta estupidez a la PARADOJA que denomino de la responsabilidad. A base de deslustrar cualidades y referencias, con los individuos desmadejados, ya me dirán los niveles adecuados de responsabilidades. La respuesta de las estructuras con dirigentes ocultos puede dejarnos helados hasta los tuétanos. Bien podemos apreciarlo en la sociedad actual.
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