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Sáhara Occidental bajo imperio de los imperios

La estratégica posición de Marruecos fue siempre apetecida por los imperios, desde la antigua Roma a las grandes potencias de hoy
Luis Agüero Wagner
viernes, 9 de octubre de 2015, 08:12 h (CET)
Las ruinas de Volubilis, antigua capital de la Mauritania Tingitana de los romanos, constituye uno de los sitios más evocadores de Marruecos. Visitar ese lugar no sólo me resultó apasionante, también aleccionador.

A los pies del arco del triunfo del emperador Caracalla, en los confines geográficos de la civilización occidental marcados por la romanidad, pude meditar sobre el poderío de aquel imperio que fue capaz de convertir al mar mediterráneo en un lago interior. El mismo mar del que hoy busca Argelia escapar hacia el Atlántico, arrebatando a Marruecos un trozo del Sáhara.

Perdida en una de las coloridas sierras que rodean a la cordillera del Atlas, la ubicación de esta ciudad, que quedó en ruinas con el gran terremoto de Lisboa del siglo XVIII, es un buen punto de partida para comprender lo estratégico de un país siempre disputado por sucesivos imperios.

Al partir en dos la Tartesia agregaron los romanos el Norte de Marruecos al trozo tartesio, llamado desde entonces Bética. Estas tierras marroquíes habían pertenecido al Imperio Tartesi y luego a Cartago. Al caer Cartago surgió en el Rif un jefe local que fundó un reino (106 a.d.c.).

Fue el rey Bocus. El 33 antes de Jesucristo se agotó esta dinastía, y Roma puso una dinastía nueva con un jefe llamado Yuba, la cual se agotó en 42 de nuestra era.

El 69 creó el emperador Otón la provincia marroquí de Tingitania o Transfretania, que agregó a Sevilla en lo político y administrativo y a Cádiz en lo jurídico. Así quedó hasta 117, en que Adriano hizo de Tingitania una provincia militar especial que se defendía de las tribus del sur.

En Marruecos abundan otros lugares igual de fascinantes, como la Casa de Mar de Donald Mackenzie, cerca de Cabo Juby. Los conflictos que generó entre España, Inglaterra y Francia este puerto, que cortaba las rutas comerciales en el Sahara Occidental, demuestran el interés que las grandes potencias tenían y siguen teniendo en esa antigua colonia española. También explica la amplia cobertura a las campañas contra Marruecos, gestadas por grupos supuestamente independentistas que en realidad responden a intereses extranjeros a esa región.

Pensaba en lo mucho que la izquierda latinoamericana ignora del problema del Sáhara, y la forma en que pasan por alto la opinión de la izquierda marroquí, a la que han dejado de lado en la polémica.

En Casablanca decidí escuchar esta soterrada versión, y tuve el honor de dialogar cálidamente con autoridades de reconocida solvencia moral, impulsores de la fraternidad entre Marruecos y Latinoamerica, como Moulay Ismael Alaoui. Me emocionó escucharlo, sobre todo cuando me dijo que Marruecos era un pedazo de América Latina en Africa.

Me habló además de la lucha del líder comunista Alí Yata, del libro que escribió sobre el Problema del Sáhara y me esclareció que el problema ha causado ya un gran desgaste a las naciones involucradas, y que el drama se resolverá el día que Argelia demuestre voluntad para hacerlo.

Lo cierto es que cuando volvía de Casablanca a Lisboa, y de mis retinas se negaba a desaparecer la costa Atlántica del continente africano, me parecía haber crecido como nunca antes lo había hecho en viaje alguno. Había estado en parajes mágicos, sensualistas, llenos de cultura, y tanta de esta última, que comprendí el porqué habían podido regalarle parte de ella a Occidente a través de España.

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Transcurren días de confusión, o así me lo parece, inmerso en la actual vorágine de dichos y hechos en la que se percibe, aunque pueda parecer lo contrario, un predominio del olvido sobre la memoria, pues se superponen pequeños y grandes olvidos (la magnitud, en cada caso, queda a cargo de cada cual). Pienso, en relación con ello, acerca de lo esencial y de lo accesorio. No es fácil discernir entre uno y otro.

Quizá haya sido siempre así, aunque ahora se note mayormente; de cualquier manera, si nos ponemos a observar cómo nos relacionamos, el desapego, la crispación e incluso el enfrentamiento, cobran un rango predominante e inquietante.

Hoy quisiera invitarlos a reflexionar sobre una realidad que nos atraviesa a todos, pero no por igual: en el mundo contemporáneo, los mercados ocupan un lugar central en nuestras vidas, en tanto que no sólo determinan lo que compramos o vendemos, sino que también influyen en áreas fundamentales como la educación, la salud, la justicia e incluso las relaciones humanas.

 
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