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"No sé lo que durará esto"

Esta frase fue pronunciada durante el compromiso matrimonial de una de las protagonistas de la “prensa del corazón”
Manuel Montes Cleries
lunes, 11 de octubre de 2021, 10:32 h (CET)

Después de las bodas por la Iglesia, civiles, por ritos exóticos, por poderes, playeras, etc., hemos podido descubrir una nueva modalidad: las bodas para poder cobrar exclusivas. Este es el caso del “paripé” perpetrado por una protagonista mediática de los dimes y diretes “pantojiles”, que  se “casó” ante las cámaras a principios de octubre, con el decidido propósito de hacer caja.

    

Para darle más sabor y visos de realidad al tema, se pronunciaron diversos discursos por parte de alguno de los miembros más destacados de la ceremonia. Entre ellos destaco una frase de la contrayente en la que resumía su pensamiento: “no sé lo que durará esto”.


En otros aspectos no sé, pero en este, la señora  Anabel Pantoja ha sido clara y terminante. Se reserva el derecho al cambio, devolución o sustitución del marido si así lo exige el guión, los programas o las diversas circunstancias de la vida. Un claro ejemplo de matrimonio a prueba.

     

Cada vez se califican como bichos raros aquellos matrimonios que perduran a través de los años y las dificultades. El número de divorcios o separaciones alcanza unas altas cifras. Aproximadamente el 50% de los matrimonios terminan rompiéndose. Pero ¿a que se debe esta situación?

      

Estimo que las causas son diversas. Cada matrimonio es un mundo. Pero creo que la mayoría de las dificultades proceden de la falta de madurez en el compromiso. Desde aquellos -o aquellas- que antaño optaban por el matrimonio para conseguir una libertad ficticia,  a causa de motivos económicos o por situaciones “embarazosas”, a aquellos otros que optaban u optan por el matrimonio a treinta, sesenta o noventa días. 


Los que basan sus nupcias en un escaso compromiso personal o en las ventajas de una celebración con buenos regalos y un “fiestorro” despampanante. Cuando no para hacer una especie de colecta entre los amigos para pegarse unas vacaciones pagadas con el sudor de los invitados.

     

Mi buena noticia de hoy me llega a través de la observación de esa buena cantidad de matrimonios asentados en un montón de años de convivencia, de penuria y alegrías. Esos que hemos podido ver especialmente durante la pandemia, cogidos de unas manos temblorosas, con miedo a los contagios, caminando por las calles en la búsqueda de hijos y nietos. Realizando compras en los supermercados; muy juntitos en los templos durante las celebraciones o paseando por los parques en busca de luz y de aire limpio.

    

Hace muchos años, un matrimonio bastante veterano, me hizo meditar en las diversas etapas de la relación matrimonial. Las  resumo en tres.  La primera: el enamoramiento, por mal nombre conocido “atontamiento” (ceguera total); la segunda etapa: encuentro de caracteres, descubrimiento del otro, apasionamiento genital, lucha por el poder económico, sufrimientos y alegrías con los hijos (crecimiento) y, en tercer lugar, la etapa que yo denomino como “envejecer juntos”, La más hermosa y enriquecedora.

     

He tenido la oportunidad de vivir las tres etapas junto a la misma persona. Yo sí sé cuanto va a durar esto. Hasta que Dios quiera. Y les digo muy seriamente: los que aguantamos el tirón ante las adversidades, los que tenemos la suerte de haber elegido el cónyuge desde la serenidad y la madurez, los que hemos optado por envejecer juntos, le estamos muy agradecidos a la vida y a aquellos que nos descubrieron los valores del matrimonio para siempre.

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