La Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático de 2021, conocida como COP26, ha comenzado a celebrarse en la ciudad escocesa de Glasgow, luego de haber sido aplazada por un año debido a la pandemia de COVID-19. La Conferencia de las Partes, o COP, por sus siglas en inglés, es el órgano supremo de toma de decisiones de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Sin embargo, el Reino Unido, anfitrión de la COP de este año, ha establecido requisitos de ingreso que están resultando insuperables para muchos activistas y observadores de los países del llamado “Sur Global”.
Los críticos señalan que esta será la COP con mayor predominancia de personas blancas y de sectores privilegiados de la historia de las cumbres –su primera edición fue en 1992–, debido al apartheid de las vacunas y los requisitos de visa sumamente obstructivos que ha establecido el Reino Unido. Se estima que 30.000 personas se han congregado en Glasgow para asistir a la cumbre, y que miles de activistas por la justicia climática, en su mayoría de Europa, están llegando para movilizarse en los alrededores del recinto donde se desarrolla la conferencia y reclamar medidas drásticas contra el cambio climático.
Asad Rehman es director ejecutivo de la organización War on Want y principal portavoz del movimiento COP26 Coalition, que está organizando una gran marcha y manifestación en Glasgow, seguida de una contracumbre de cuatro días. En una entrevista con Democracy Now!, Rehman expresó: “Esta cumbre del clima ha sido promocionada como la cumbre de los 1,5 grados [Celsius]. La ventana se está cerrando en ese objetivo, que, si se sobrepasa nos llevará a un cambio climático catastrófico. Pero la realidad es que los líderes mundiales, en particular los de los países más ricos, vienen haciendo promesas tan débiles que esta cumbre bien podría llamarse ‘la cumbre de los 3 grados [Celsius]’”.
La cifra de 1,5 grados Celsius refiere al nivel que el calentamiento global causado por la actividad humana debería aumentar como máximo la temperatura promedio de la superficie de la Tierra con respecto a los niveles preindustriales. El principal objetivo que se estableció en el Acuerdo de París de 2015 fue limitar el calentamiento global a 1,5 grados Celsius. Si se cumple ese objetivo, los científicos aseguran que los impactos del cambio climático podrían detenerse, e incluso revertirse. Si se supera ese umbral de 1,5 grados, las consecuencias serán probablemente irreversibles.
Dipti Bhatnagar, coordinadora de justicia climática y energía de la organización Amigos de la Tierra Internacional, es una de las activistas a las que resultó casi imposible entrar al Reino Unido. Bhatnagar conversó con Democracy Now! desde Maputo, la capital de Mozambique: “De manera deliberada, el Gobierno del Reino Unido ha organizado esta COP para que sea un espacio realmente excluyente. Saben que si la sociedad civil progresista del Sur Global no está ahí para exigirles a los poderosos que se pasean por los salones de la cumbre que rindan cuentas de sus actos, será mucho más fácil para ellos seguir adelante con el [mecanismo de los] mercados de carbono, sin poner sobre la mesa la financiación o la reducción de las emisiones”.
Según un informe reciente de Amigos de la Tierra y de otras organizaciones, la llamada propuesta de las “cero emisiones netas” es “una gran estafa”, nada más que “una argucia para ocultar la inacción y trasladar la carga de la reducción de emisiones y de la prevención de la contaminación a comunidades históricamente explotadas”.
Brianna Fruean, una activista contra el cambio climático de Samoa, de 23 años de edad, habló en la sesión de apertura de la COP26 y pidió una acción climática urgente para que su país —una pequeña nación insular de baja altitud ubicada en el Pacífico sur— no sea destruido por el aumento del nivel del océano.
En una entrevista con Democracy Now!, Fruean dijo: “En el reciente informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) se pronostica que los atolones de escasa elevación subsistirán a lo sumo una década más [antes de quedar sumergidos por el incremento del nivel del mar]. Una década si tenemos suerte, dada la trayectoria en la que estamos. Eso significaría el fin de nuestras islas más pequeñas”.
En la COP15 que se llevó a cabo en la ciudad de Copenhague en 2009, la entonces secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, anunció, con gran fanfarria, que los países ricos crearían un fondo de 100.000 millones de dólares al año para 2020, con el fin de ayudar a las naciones más pobres a adaptarse al cambio climático y a construir economías basadas en el uso de las energías renovables.
Asad Rehman habló con Democracy Now! acerca de la implementación de este fondo: “Han llegado a esta convención con solo una quinta parte de ese monto. De esa parte, el 80% corresponde a préstamos que van a generar deuda a los países receptores de esos fondos. Están cambiando las reglas en lo que respecta a la asistencia financiera. Sabemos que se avecina un cambio. La lucha ahora es por ver qué tipo de cambio será”.
El Acuerdo de París ni siquiera menciona el carbón, el petróleo o el gas, por lo que se ha conformado un movimiento que propone la creación de un tratado de no proliferación de combustibles fósiles, inspirado en el tratado de no proliferación nuclear.
Gran parte de la energía y la dirección del movimiento por la justicia climática proviene de jóvenes de todo el mundo. Greta Thunberg, la activista sueca de 18 años que impulsó el movimiento global de huelgas estudiantiles por el clima Fridays for Future, criticó las negociaciones sobre el clima que se han venido desarrollando durante décadas. En la reunión preparatoria de la COP26, que tuvo lugar en la ciudad de Milán en octubre, Thunberg expresó: “Reconstruir mejor, bla, bla, bla. Economía verde, bla, bla, bla. Cero emisiones netas para el 2050, bla, bla, bla. Neutralidad de carbono, bla, bla, bla. Esto es todo lo que escuchamos de nuestros supuestos líderes. Palabras. Palabras que parecen fabulosas, pero que hasta ahora no han conducido a ninguna acción. Nuestros sueños y esperanzas se ahogan en sus palabras y promesas vacías”.
Estos líderes juveniles de diversas regiones del mundo, como Brianna Fruean, de Samoa, y Vanessa Nakate, de Uganda, le aportan al activismo su experiencia personal de primera mano con la emergencia climática y un profundo compromiso con la organización interseccional y la justicia global.
En su entrevista con Democracy Now!, Asad Rehman concluyó: “Ahora le toca a la gente. El poder de la gente es la única solución que queda”.
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