Todos hemos vivido en nuestra vida, a consecuencia de la vacunación, nuestro primer contacto con las dichosas agujas con las que nos amenazaba el personal sanitario. En mi lejana infancia se estaba comenzado a poner en marcha el calendario de la vacunación. Aún recuerdo con pavor la llegada del “practicante” a la casa a fin de vacunarnos. Venía provisto de una aguja hipodérmica que se guardaba en una cajita metálica que también servía para hervir el agua en la que desinfectaba el material. Echaba con gran maestría un poco de alcohol en la tapa, le prendía y con esas llamas hacía burbujear el agua contenida en la otra parte de la cajita. Con la jeringuilla y la aguja libres de microbios se nos inoculaba la dichosa vacuna mediante un lanzazo en la parte superior del brazo. Recuerdo tres vacunas. La de la tuberculosis (BCG) se nos inyectaba de forma subcutánea y el cuerpo reaccionaba con una cicatriz que todos conservamos en la actualidad. También nos ponían la de la viruela y, finalmente, la que recuerdo con más nitidez, la de la poliomielitis. Una epidemia que recorrió Europa en los años 60 y que infectó de parálisis infantil a muchos niños de alrededor de diez años; la eficaz administración de aquellas dosis de vacuna tipo Salk evitó la propagación de la enfermedad y casi su completa extinción. Actualmente los niños, gracias a Dios, están perfectamente vacunados desde primera hora hasta que llegan a la pubertad. Pero desgraciadamente en el 2019 surgió el Covid. En principio los niños son los menos afectados por el contagio y, en su caso, los que tienen una mayor proporción de asintomáticos. Pero los expertos estiman que pueden ser portadores y transmisores del virus, por lo que han decidido vacunarlos. Ahora lo están haciendo con el segmento de “leche”, aquellos que están perdiendo esa dentición hasta su cambio total. El “ratoncito Pérez” va a venir en esta ocasión acompañado de una pequeña inyección casi indolora y que va a traernos tranquilidad a toda la familia por el momento. Los niños, como siempre, nos están dando ejemplo. Hemos podido ver con que disposición y buena cara se acercan a los puntos de vacunación y salen de la misma con palabras de ánimo para los que aun no se han decidido.
Viendo a tanto “iluminado” que nos dice tonterías sobre las vacunas, recuerdo con nostalgia y agradecimiento los esfuerzos de nuestros padres por acercarnos a la medicina moderna. Como superaron los tiempos de la sulfamida y el bicarbonato. Como buscaban, donde fuera y al precio que fuera, la penicilina o las vacunas que tenían que comprar con gran esfuerzo económico. Aquellas inyecciones había que buscarlas en la farmacia o en el estraperlo. Donde fuera. Ahora la salud pública se ocupa de todo y aun la infravaloramos. Creo que lo están haciendo muy bien. Aunque “los moños” se los están poniendo los políticos. Mi enhorabuena al “segmento de leche”. Están dando la talla. Son todo un ejemplo.
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