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«No hay nada más aterrador que el pensamiento»

Entrevista a A. N. Yurkhela, autor de «Déjame entrar»
Eva Fraile Rodríguez
lunes, 27 de diciembre de 2021, 11:19 h (CET)

A menudo nos sumergimos en los libros de terror desde una perspectiva equivocada. Creemos que abrimos una puerta a un mundo desconocido, fuera de lo común, que únicamente habita entre esas cubiertas y esas páginas y que, cuando las cerremos, permanecerá ahí contenido hasta que nos apetezca revisitarlo. A. N. Yurkhela nos demuestra que no es así, que el verdadero terror es algo cotidiano, que convive con nosotros, que podría estar sucediendo ahora mismo.


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Empezaste en esto de la escritura muy joven, ¿no es así? Cuéntanos cómo fue.

Pues sí, empecé a escribir en el colegio, en quinto de primaria para ser exactos. Y desde entonces no he parado. He pasado por diversos géneros y, al fin, he encontrado el idóneo para mí, el que me hace sentir como realmente soy: el terror.


Fue gracias a mi tía, que escribe cuentos para niños, que tuve mi primer contacto con el mundo literario a tan temprana edad, y desde entonces he tenido el sueño de pertenecer a él, de ser uno más de esos contadores de historias a los que hoy en día admiro.


Sin embargo, no ha sido nada fácil llegar hasta donde estoy ahora. Siempre me han educado bajo la premisa de «estudia para labrarte un futuro estable», y así, la escritura pronto pasó a ser una anécdota, un hobby. Pero uno no puede negar lo que es, y pese a mi capacidad de sacar notas altas con poco esfuerzo, acabé sucumbiendo a los encantos de la literatura. Así, dejé una carrera universitaria que no me llenaba para perseguir los sueños de aquel niño que, a través de los cuentos de su tía, decide convertirse en un narrador de historias.


¿Qué tal duerme un escritor de terror?

Curiosamente, muy bien, ja, ja, ja, ja. Cuando consigo conciliar el sueño, claro. Pero no me cuesta dormirme por lo que creéis. Lo que me quita el sueño por las noches no son los monstruos en mi cabeza, sino las frases que, por algún motivo que aún no entiendo, comienzan a aparecer en mi mente justo cuando decido acostarme. Y claro, no puedo evitar levantarme para escribirlas en algún sitio, es como un impulso que me lleva a tomar apuntes en el momento menos esperado.

Y, aunque por culpa de esas ideas, que solo aparecen durante la noche, acabo acostándome tarde, disfruto escribiendo mientras todos duermen. Es casi poético, si lo piensas: mientras otros descansan, yo profundizo en sus pesadillas y las lleno de monstruos.


En algunas ocasiones me gustaría apagar mi cerebro, pero no puedo evitar el hecho de que soy un escritor nocturno. La oscuridad es parte de mí, no puedo negarlo.


Dices que, a través de la escritura, te gusta profundizar en la mente humana, ¿guardamos muchas cosas terroríficas en ella?

La verdad es que sí, ja, ja, ja. Y cada vez que me permito echar un vistazo allá adentro, encuentro más tintes oscuros de los que había creído en un principio.


La mente y el instinto humano han resultado ser, para mí, una fuente inagotable de ideas que puedo plasmar en mis historias y dotarlas de un aire terrorífico. Para mí, no hay nada más aterrador que el pensamiento. Desconocemos qué pasa por la cabeza de todas y cada una de las personas con las que nos topamos día a día, y es inevitable que alguna de ellas esté pensando en hacer algo malo, ¡y nosotros sin saberlo!


Pensamos que los monstruos vienen de las sombras, pero están a plena luz del día. Están con nosotros en nuestro trabajo, cuando vamos a hacer la compra, sentados a nuestro lado en el transporte público, en nuestra propia casa… Y si piensas solo un poco en esto, te darás cuenta de lo aterrador que es.


Escribir no solo me ayuda a profundizar en las mentes de esas personas, sino también en la mía. Puedo llegar a conclusiones que nunca podría alcanzar simplemente pensando. Al documentarme, también puedo descubrir qué pasa por las mentes de individuos que, antaño, hicieron cosas que ni siquiera podría relatar en mis historias, y eso me fascina.


Me encanta y me aterra ese mar de incógnitas que es el pensamiento humano, lo que podemos llegar a hacer en momentos de tensión, de miedo; lo que podemos llegar a provocar en otros con cada interacción que hacemos, con cada palabra que decimos.


Paradójicamente, fue durante la pandemia cuando pudiste dedicar más tiempo a la que realmente era tu pasión.

Así es. La pandemia, al menos para mí, fue una liberación. Al encerrarnos a todos en casa, con todo ese tiempo libre que implica no poder salir, empecé a cuestionarme qué podía hacer ahora, cómo encaminar mi vida. Estaba en un momento en el que me sentía perdido, sin un rumbo que tomar. Después de dejar la carrera, mi día a día se resumía en ir a trabajar y perder el tiempo en casa. En definitiva, mi rutina era ir del trabajo a casa y de casa al trabajo, sin más.


Pero con la cuarentena todo cambió. Por una vez, me planteé qué hacer con mi vida, y decidí que había llegado el momento de crear una obra de principio a fin. Soy muy perfeccionista y, por miedo a no crear un producto «perfecto», acabo abandonando proyectos. Entonces, con todo ese tiempo libre que de pronto tenía, decidí dar el paso. Decidí no comerme la cabeza con los errores que un novato puede cometer en su primera obra, y así conseguí crear cinco historias con principio y final que junté en una antología que, sin querer revisarla más (de haberlo hecho, nunca habría visto la luz), comencé a mandar a editoriales.


Y la respuesta fue bastante más positiva de lo que yo había creído en un principio, lo que me hizo ver que todo aquel trabajo fue un acierto y que mis miedos eran autoinfundados. La verdad es que, en cierta medida, la pandemia me salvó. Al fin hago lo que realmente me hace feliz.


Bueno, a lo mejor ahora quienes vamos a dormir mal somos todos los demás, pero ¿alguna de tus historias está basada en hechos reales?

Directamente, no. No hay ninguna historia que yo haya sacado de una anécdota real, pero sí puedo decir que todos y cada uno de mis relatos tienen escenas que están pasando ahora mismo. En alguna parte del mundo están desapareciendo niños, alguna persona está en medio de un abismo del que es incapaz de salir, alguna mujer está sufriendo abusos por parte de su pareja… Mi obra se basa en convertir lo cotidiano en terrorífico, recordar al lector que el mundo real es el verdaderamente aterrador. De esta forma, los fantasmas y demás elementos imaginarios son meros hilos conductores del terror, centrando todo el horror en lo que está pasando en escena, momentos que podemos encontrar en nuestro día a día y que parecen ser tabú en la sociedad actual.


Creo que el ser humano ha perdido el sentido del miedo, ha camuflado de normalidad situaciones que no deberían serlo, y eso es lo que de verdad me aterra. Con mi obra, acrecentada esa realidad con tintes siniestros, traigo de vuelta esos temores reales que la gente parece haber olvidado.


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Uno de los detalles que caracterizan a tu libro, Déjame entrar, es la música. ¿Cómo de importante es la música a la hora de transmitir sentimientos, como en este caso el miedo?

En cualquier historia, la música, como cualquier otro elemento que añada contenido a la misma, es de gran importancia. A través de la música, y más en el medio audiovisual, se potencia el carácter emocional de una obra. Sin embargo, al no poder escuchar música a través de las páginas de un libro, es sumamente difícil transmitir sentimientos con ella. Todo se basa en la letra de la canción en sí, es por ello que, a lo largo de mis historias, van apareciendo canciones conocidas por muchos cuya letra aporte algo escalofriante al relato, una manera de mandar un mensaje subrepticiamente, como si aquel que canta supiera lo que está pasando y lo expresara a través de su música.


Se crea así un ambiente enrarecido, donde una canción de amor perfectamente puede transformarse en una canción de muerte. Es algo mágico y difícil de explicar, pero me encanta usar la música mientras escribo. Incluso, si lo piensas, gracias a la música puede grabarse una escena, por muy grotesca que sea, en tu mente. Y es que, la próxima vez que escuches esa canción a la que yo le he dado un nuevo significado horripilante en mis relatos, te vendrán a la cabeza todas esas imágenes escabrosas de las que huiste al cerrar el libro, una manera de que te persigan los demonios allá adonde vayas. Y todo gracias a la música.


¿Qué referentes tienes a la hora de escribir?

He leído mucho y he visto muchas películas a lo largo de mi vida, y es inevitable que alguno de esos productos se me haya quedado pegado al subconsciente y, en consecuencia, se vea reflejado en mis propias creaciones, y eso es porque, de alguna forma, ahora son parte de mí. Sin embargo, hay tres autores que yo considero como pilares fundamentales en mi forma de escribir, y esos son: Edgar Allan Poe, con sus paisajes ensombrecidos; H.P. Lovecraft, con su terror extrasensorial, y Stephen King (mi favorito), con su manera cercana de crear horror a partir de lo cotidiano.


Tus historias suceden en muy diversos lugares, que sirven como ambientación, ¿eres muy viajero?

No he viajado todo lo que me habría gustado, tristemente. No obstante, creo que puedo viajar todo lo que me apetezca a través de las páginas que escribo. Cuando me siento a escribir, puedo ser cualquiera, estar en cualquier sitio, solo tengo que imaginarlo y, de una forma mágica que no puedo explicar, siento que estoy allí.

Una cosa que me encanta de la escritura es que puedo estar en mil lugares y vivir cientos de vidas distintas desde mi silla. 

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