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Ideales infumables

Vociferan por ahí demasiados embaucadores; es preciso afilar nuestro libre albedrío
Rafael Pérez Ortolá
viernes, 31 de diciembre de 2021, 09:26 h (CET)

Con esto de trazarnos horizontes estimulantes, nos servimos de los señuelos más imaginativos. Aunque no conviene pasarse, con las aspiraciones elevadas fuera de toda medida, podemos lanzarnos a la realización de verdaderas barbaridades. La buena asimilación de una UTOPÍA nos incita a salir del adocenamiento mediocre; a imbuirnos de la sana idea de no conformarnos con las miserias del presente. Para el óptimo aprovechamiento del estímulo es importante no perder la razón, parando mientes en la consideración de personas y circunstancias. En esta valoración de conjunto radicará la templanza necesaria, sin renuncias absurdas, pero sin escapatorias hacia atmósferas enrarecidas.


¡Ah! ¡Tengamos cuidado con las aspiraciones elegidas! Las actitudes adoptadas son chocantes con frecuencia, sin saber ni cómo ni porqué. En los ambientes actuales abundan como nunca los datos en forma de conocimientos; de tal modo quizá pensemos en una saturación. Pues bien, los indicios parecen apuntar en otro sentido diametralmente opuesto. Los comportamientos reflejan notorios ejemplos de una OQUEDAD craneal a la vista de sus preferencias. Su incremento hace pensar en unas preferencias infaustas a promover esas disposiciones del ánimo. Proliferan los intentos por acentuar esa saturación inútil. Menguan los cuidados para ocupar las mentalidades de manera sensata.


Además, en una añadidura nefasta, ese plan de vaciamiento de las mentes forma parte de unas estrategias de mayor amplitud; de cuya procedencia no insistimos en enterarnos, enfrascados en las inquietudes acomodaticias. Sin ese colaboracionismo no se entienden las estructuras creadas. Lo apreciamos en lo referente a la transmisión de las informaciones. Hemos establecido a la cantidad como máxima imperativa; relegando la calidad y el pluralismo a términos secundarios. Es la opción predominante, favorecedora de intereses potentes con el menosprecio dedicado al ciudadano. El resultado DELEZNABLE es evidente. A pesar de su generalización, frente a una resignación cualitativa alarmante.


Los aprovechados se aprovechan, abusan de la redundancia, de cualquier aliento novedoso en los ambientes sociales; antes del ciudadano se percatan de las utilidades nacientes y las convierten en instrumentos normativos precoces. La tecnología es callada, permite atribuirle condicionantes tendenciosos sin que replique. Muchos de sus atributos, registros, algoritmos, resultados, esquemas o silencios; son traducidos como la implantación necesaria del imperio de las MÁQUINAS; como si detrás no pulsaran los interruptores aquellos beneficiarios capciosos, pero manifiestos. Pretenden acostumbrarnos a no tener interlocutores, los suplantan por mecanismos, enfriando así las responsabilidades gestoras.


El toque emocional es de una eficacia agresiva cuando es manipulado. Tiene enorme poder de penetración en los interiores sensibles de las personas; alejado de las comprobaciones objetivas, su exaltación no conoce límites. La extensión e intensidad de sus efectos son de un potencial inusitado. Con la selección  de buenos estímulos, insistencia expositiva y ocultamientos oportunos, se consolidan estructuras IDEOLÓGICAS de diverso rango, presentadas como de cumplimiento normativo; siempre conducidas por timoneles encumbrados. Para catalogar la escasa ejemplaridad de las estructuras creadas,  su verdadera dimensión, es clarificador contemplar la relegación del ciudadano a simple seguidor sin atributos.


Qué curiosa impresión es esta extraída de la observación atenta de pronunciamientos y comportamientos, de sus chirriantes relaciones. Nadie lo discute, todos estamos cautivos de determinados forzamientos; aun así, nos vemos obligados a tomar decisiones concretas. Hemos izado la enseña de una moral y una ética desprovistas de sus valiosos rincones, al reducirlas a los criterios particulares. Así nos luce con ÉTICAS que repudian cada una de sus letras. Las añoranzas no bastan, los principios individuales exigen afinar con los razonamientos. Y las relaciones entre el conglomerado de los humanos, requieren la consideración de las consecuencias derivadas de cada decisión, sin prescindir de ningún individuo.


Las dificultades se presentan bajo curiosas facetas. Influyen los momentos, gente implicada, recursos a mano y posibles correcciones. Su abundancia nos acecha de manera inclemente; ese acoso apunta a la respuesta lógica de una colaboración buscadora de los alivios pertinentes. Aunque esa lógica no es el único factor interviniente entre gente portadora de emociones, intereses, intenciones y voluntades. Aquí brota el siguiente dislate, la elección del sendero ESCABROSO de la crispación, los improperios, desplantes e intolerancias; como directriz reguladora. Se pospone si fecha la colaboración dialéctica para la investigación de mejores logros gratificantes para todos.

Los plebiscitos son participativos, requieren buena difusión informativa y culminan con la aplicación posterior de sus orientaciones. No se llevan bien con los poderes establecidos, de donde se intuye la procedencia de las manipulaciones. El nombre no define por sí sólo el sistema de gobierno, por eso conviene prestar atención a los detalles de su funcionamiento. Empezando por las agrupaciones aspirantes a la dirección de esos procesos, a la promoción de sus líderes; los PERFILES de su configuración no resultan muy halagüeños. Cunden las presiones, maniobras subrepticias, vetos y montajes; francamente distanciados de la implicación de los sujetos desde las bases.


En la segunda vertiente democrática, una vez elegidos los gestores oportunos, los procedimientos adoptan vicios de gran notoriedad. Es alarmante el progreso del matiz TOTALITARIO en estas actuaciones demócratas en origen. Aquello de valorar a estos regímenes gobernados por las mayorías de turno, por el trato dispensado a las minorías, ya se olvidó hace tiempo. Quizá como consecuencia, el talante conduce al trato del ciudadano como simple usuario del sistema, cumpliendo a rajatabla las normativas; sin capacidad de voz escuchada, ni voto, ni consideración una vez pasadas las elecciones periódicas. Las palabras empleadas quedaron como versátiles y caprichosas.


Esa opción reiterada por los senderos desabridos por donde el tránsito resulta tan desagradable, es hasta cierto punto incomprensible dadas las innumerables desventajas de sus trazados. Aunque más previsible si reparamos en esa TERQUEDAD convivencial de la cual hacemos gala, a la que ya debemos estar acostumbrados. Persistimos en la práctica de tremendos desvaríos con la contumacia de personas desquiciadas sin atenuantes.


Bien está que no dispongamos de bases consistentes para establecer criterios acertados; sin embargo, el uso de los atributos humanos nos aboca a la DISYUNTIVA de un cierto albedrío propio, con ataduras, pero capaz de un discernimiento, llamémosle de mínimos, pero es lo que hay.

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