El protocolo cuenta con su propio lenguaje profesional. Es decir, el protocolo tiene su propia terminología y, además, en esta profesión determinadas reglas de gramática y ortografía deben ser aplicadas por el buen profesional.
La base de cualquier lenguaje profesional se fundamenta en la claridad y exactitud del mismo. Y esto solamente se puede conseguir si tenemos un buen conocimiento de nuestro idioma. Además, como nos recuerda el XII Seminario Internacional de la Lengua y Periodismo en sus conclusiones, «el lenguaje claro es un derecho de los ciudadanos que deben respetar las administraciones y empresas para las que, además, resulta rentable». Y añade, que las organizaciones deben contar con profesionales garantes del buen uso del lenguaje y que, a su vez, exijan su correcto cumplimiento.
El profesional del protocolo redacta informes, invitaciones, placas, manuales, reglamentos, etc. En definitiva, documentos profesionales que deben ser escritos correctamente. Incluso, algunos de estos van a perdurar en el tiempo y en la historia de una localidad o institución, como pueden ser las placas de inauguración.
Y también, por ejemplo, la invitación es mucho más que un simple aviso de la celebración de un acto. Una invitación es la primera imagen que el destinatario va a tener del acto al que se le está invitando. La lectura de una invitación con faltas de ortografía, nos lleva a la lectura de un evento descuidado y a una imagen del anfitrión poco favorecedora.
Pero al margen de estas características, que son aplicables a cualquier lenguaje profesional, en el protocolo hay que sumar la cortesía y la solemnidad. De esta manera, el lenguaje se convierte en una herramienta que nos va a ayudar en las relaciones institucionales.
En resumen, el lenguaje profesional del protocolo posee un estilo propio basado en una escritura personal, sin errores gramaticales y sujeto a las reglas establecidas por la Real Academia Española por razones de respeto.
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