Dice el diccionario de la RAE en su primera acepción que padrino o madrina son “aquellos que presentan o acompañan a una persona en una ceremonia religiosa en la que se recibe un sacramento, como el bautismo o el matrimonio, y que se compromete a cumplir con una serie de funciones religiosas o morales.” El padrinazgo del bautismo es algo más que una foto o un regalo. Es un compromiso a acompañar a los padres en la educación general y religiosa del bautizado. Este compromiso se ha ido diluyendo a lo largo de los años y la promesa se ha ido relajando y se ha convertido en un regalo por reyes o la entrega de un billetito de vez en cuando. Esta tradición ancestral de acompañar o sustituir a los padres en caso de necesidad, nace de unos tiempos en los que se perdían con más facilidad a los padres, en los cuales las esperanzas de vida eran mucho menores que en la actualidad. Entonces surgía con fuerza la figura de los padrinos, la cual siempre se procuraba que tuvieran las máximas posibilidades económicas o una buena situación social que les permitiera ayudar al bautizado si así lo necesitara. En la familia tradicional, bastante olvidada e incluso denostada en la actualidad, la figura del “compadre” o la “comadre”, representaba una ampliación del vínculo familiar y un excelente estrechamiento de las relaciones inter-padrinos. Una relación que se mantenía para siempre. Hoy quizás se acaba cuando termina el convite. En la Iglesia Católica se le está pidiendo a los futuros padrinos un mejor conocimiento de su compromiso y el estrechamiento de su vinculación real con el cristianismo al que se va a incorporar el neófito. Me parece muy adecuado que se aproveche esta situación para preparar y administrar el Sacramento de la Confirmación a los futuros padrinos. Personalmente, estoy participando en la actualidad a una catequesis de Confirmación y puedo observar la necesidad de la “puesta al día” de la mayoría de los adultos que se acercan al sacramento quizás menos conocido. Estas reflexiones han venido a mi mente a través de una llamada telefónica del padrino de una de mis hijas. No tenemos una relación estrecha. Las circunstancias de la vida nos alejan a todos. Pero persiste la amistad entrañable. Con este y con la docena y media de compadres que tengo y de los que me siento muy orgulloso. El padrinazgo da un sentido más trascendente a la amistad. Quizás es que hemos tenido la suerte de solicitar el padrinazgo, unos y otros, a personas que valoran la importancia del compromiso. Hace muchos años que perdí a mis padrinos. Supongo que no lo habré hecho lo suficiente bien con mis ahijados. Por lo menos los recuerdo con mucho cariño. Procuraré estar un poco más pendiente de ellos. A los mayores lo que nos sobra es tiempo.
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