Paco Plaza vuelve a jugar con la psicología y adentrarse en la oscuridad con este nuevo thriller psicológico y sobrecogedor, emocional y aterrador en el que una joven modelo llamada Susana acude a la llamada de una enfermera que atiende a su abuela tras sufrir un ictus cerebral.
El trailer ya nos planteaba un vuelco al corazón con esa envejecida mujer que sin decir una palabra aterraba en una sola imagen y sin que supiéramos que pasaba, quien era y por qué infundía tanto miedo. Y no defrauda.
A medida que la transcurre la acción, la trama va cogiendo forma y la abuela se nos va presentando como algo más que una desvalida anciana. Empieza a hacer cosas raras más propias de una bruja con un objetivo vital que de una adorable anciana por la que debiéramos sentir lástima. Lo bueno es que su nieta descubre al mismo tiempo que el espectador lo que está sucediendo y quien es realmente su abuela.
Con evidentes toques que recuerdan especialmente a “La llave del mal”, o “La visita”, el director juega con el habitual efecto de luces y sombras para presentar la acción, en una incuestionable puesta en escena que se desarrolla íntegramente en la casa de la anciana.
El terror en la mirada subjetiva y confusa de Susana, los susurros y los elementos clásicos del cine de terror que funcionan, una vieja casa grande, cortinas de visillo, lámparas antiguas y cuadros que son algo más que cuadros. Los silencios, los gestos cómplices de abuela y nieta y los recuerdos de la infancia de una Susana aterrorizada por lo que su mente recuerda y no comprende tratando de su destino inevitable hacen el resto.
Una fotografía de Daniel Fernández Abelló, del que tenemos pocas referencias visuales, producida por Sony Pictures y Atresmedia con coproducción francesa tiene ese trasfondo misterioso y ese encanto elegante del comienzo que te transporta al sombrío mundo de la moda antes de que llegue el reencuentro abuela/nieta. El arranque en la casa de la abuela transporta también a una especie de ensoñación muda y poco explicativa que recuerda al “Baby” de Bajo Ulloa, eso sí da miedito.
Una dirección barroca que lleva los hilos de un melodrama desconcertante y un guion que ahonda en el pánico a la vejez a través de una siniestra revisión del mito del cuento de la Caperucita Roja.
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