Tengo ganas de pedir limosna en el mundo vagabundo, con mi cerveza en la mano, jamás fumando un puro. Vagabunda de noches sin pan, sin poder contar las estrellas, cuando pierda el trabajo, probaré ese mundo. Beber ya sé, extender la mano... aprenderé pronto.
Además, me gustan los gatitos de cuatro patas y lanuditos. Se lamen, se besan y se llenan de sueños, me dan noches de infinita paz que no acabarían en las aventuras de mendigo acariciadas por mí. Panza arriba, con sus ojos redonditos y su pelito, elegantes, llenarán mis horas de alegría. Son la mejor compañía de una pordiosera creyente y poco ambiciosa de bienes.
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