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Etiquetas | Sanidad | Galicia

La donación de Amancio Ortega

Juan López Benito
lunes, 26 de octubre de 2015, 07:07 h (CET)
Como todos ustedes ya conocerán, Amancio Ortega a través de su fundación ha suscrito un acuerdo con la Xunta, para donar 17 millones de euros destinados a la sanidad pública gallega. El compromiso servirá para financiar la renovación y sostenimiento, de todos los aparatos de diagnóstico y tratamiento de cáncer en la sanidad pública gallega, durante los próximos 8 años. Según han manifestado los portavoces de la Fundación el objetivo del concierto, es “contribuir a la construcción de una sociedad mejor”.

Esta dadivosa acción rememora un hábito muy extendido en la antigüedad grecorromana: el evergetismo cívico. Esta liberalidad era desempeñada por las principales personalidades de una determinada comunidad ¿Qué servicios financiaban? Sufragaban: banquetes, fiestas, embajadas, espectáculos públicos, el abastecimiento de trigo, obras públicas como la construcción y mantenimiento de edificios, estatuas, templos, calzadas o acueductos, amortización de deudas públicas, la distribución gratuita de aceite en los gimnasios, reparto de dinero, contratación de maestros, acuñaciones de moneda o enterramientos de personas sin recursos, entre otras muchas acciones.

Sin embargo, estos gestos no siempre habría que interpretarlos como un simple acto de generosidad y filantropía, pues seguramente encerraban fines más prosaicos: objetivos políticos, consecución de gloria, reputación y honor familiar, deseos de promoción social, aumentar el prestigio de sus comunidades para ennoblecer sus orígenes… pero también, y lo que seguramente ha impulsado a Amancio Ortega, deber moral. Según esta última concepción e influidos por las creencias estoicas, las élites y el hombre afortunado, tenían el deber moral de amparar y auxiliar a sus conciudadanos.

En efecto, poco a poco el pensamiento estoico fue calando en la sociedad romana, originando una mayor preocupación por las cuestiones sociales. La institución de los “Alimenta” es la consumación de este propósito. El Estado ofrecía préstamos a los agricultores italianos con un interés del 5%, persiguiendo, por supuesto, mejorar la situación del decadente agro itálico, pero también, a través de ese 5% de interés, asegurar el sustento y mantenimiento, de una nada desdeñable cantidad de niños huérfanos y desamparados.

Este tipo de evergetismo, fue relegado a partir del siglo IV por el denominado según el profesor de Historia Antigua Melchor Gil, “evergetismo cristiano”. “Ahora no se buscará una motivación cívica, ni rentabilizar políticamente sus actos o prestigiar su posición social; sino hacer méritos ante Dios”. El hecho más novedoso, es que a partir de este momento de expansión del cristianismo, encontramos “grandes gestos de humildad y piedad evitando la ostentación en este tipo de conductas”. En ocasiones, se ocultaba el nombre propio o el de la familia en las inscripciones edilicias, subrayando únicamente que la obra fue ejecutada: “por aquella persona cuyo nombre sólo Dios conoce”.

¿Amancio Ortega un nuevo evergeta? Lo cierto es que independientemente de los motivos que le hayan impulsado a esta espléndida acción, es un gesto, que aunque desde algunos sectores moleste, ¿rencor? ¿sectarismo? ¿envidia?, deberíamos aplaudir pero que muy, muy fuerte.

De este suceso y de lo relatado podemos extraer una interesante reflexión, acerca del valor y del potencial de la denostada por muchos, sociedad civil. Nos pasamos el día implorando a las administraciones, cualquier tipo de protección o asistencia, mientras que si contemplamos lo que acontece en otras sociedades de nuestro entorno o incluso si analizamos lo acaecido en nuestro país a lo largo de la crisis, vemos que la labor de numerosas asociaciones e instituciones fuera del ámbito público es fundamental ¿Por qué debemos siempre confiar en el Estado, como el único “solucionador” de nuestros problemas? ¿Es la Administración el único garante de nuestro bienestar?

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