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Derechos Humanos olvidados por el Polisario en el Sáhara Occidental

Como es frecuente, la prédica sobre Derechos Hunanos de ciertos grupos no tiene acción consecuente detrás del gesto y la palabra
Luis Agüero Wagner
lunes, 2 de noviembre de 2015, 06:08 h (CET)
“Prisionero de Guerra en los presidios de Argelia y el Polisario” es un libro del piloto marroquí Ali Atmane, traducido del francés al español por Ismail El Outmani.

En la narración del autor, oficial del ejército de su país, se describe cómo Marruecos se vio obligado a defender sus provincias saharianas contra el Polisario y Argelia.

Con férrea voluntad, convicción patriótica y alto sentido del deber, Ali combatió a los enemigos de su país hasta el 24 de agosto de 1977, fecha en que su avión fue abatido por un misil.

Durante los veintiséis años que vivió como prisionero de guerra, conoció la más ignominiosa inhumanidad de la que los humanos son capaces.en los presidios de Argelia y sus marionetas del Polisario.

“Desde mi captura, tenía la impresión de haberme convertido en un saco de boxeo. No pasaba un minuto sin que recibiera un golpe o una bofetada” describe en su libro el marroquí. Describe que la paliza era interminable tras caer en manos del enemigo, dado que todos querían darle su parte.

“Los que no me habían visto todavía vinieron y me golpearon por turno; era su manera de darme la bienvenida. Como me negué a rezar, doblaron mi ración de golpes, me llamaron animal y pagano, y me escupieron encima como si fuera un malvado. Mientras tanto, los piojos se movían en mi cuello y se chupaban mi sangre. Curiosamente, nadie tenía ningún respeto por mí, incluyendo los sucios bichos”.

Alí también describe como tras caer en poder del enemigo, el Polisario le despojó de su bolsa de supervivencia y le negaron su propia bebida. “Esos mercenarios, que no tenían ningún respecto por la dignidad humana, empezaron a hacernos vivir una pesadilla indescriptible”.

Narra que ni siquiera respetaban su momento de sueño. “Estaba durmiendo cuando, de repente, me despertaron unas patadas en la espalda. Algunos rebeldes del Polisario me invitaban, a su manera, a realizar como ellos, la oración del amanecer. Me negué una vez más y me ofrecieron el desayuno a base de golpes e insultos. Esos seres incultos no admitían que haya otras personas en la tierra que rezasen según otro rito, como no aceptaban la existencia de hombres que no rezaran del todo”.

Esos siniestros personajes, sigue describiendo el autor, que se creían superiores al resto de la humanidad, tenían en común la ignorancia y la miseria intelectual, “sin olvidar el pañuelo negro que portaban al cuello y que, a veces, subían para cubrirse el rostro”.

Recuerda que lo torturaban picando con espinas de acacia, y que se decepcionaban de no ver salir suficiente sangre de su cuerpo. “No sabía cuál de los tres dolores era el más fuerte: el que venía de mi pie derecho, el que irradiaba de mi cara hinchada al menor movimiento de la mandíbula o el producido por las espinas de acacia”.

También describe cómo salvajemente, los miembros del Polisario arrancaban hasta el último pelo del bigote y la barba a sus compañeros de infortunio. También critica la injusticia social reinando entre saharauíes, donde seguía reinando la esclavitud de los negros. “Entre los saharauíes no existe negro sin amo. Incluso abolidad la esclavitud, la familia negra continúa viviendo con la familia de los amos” como servidumbre.

Ali cuenta también que a pesar de lo mal que le trataban, se compadeció de la condición de aquellos hombres y llegó a la conclusión que esa dura vida que llevaban era resultado sobre todo de su ignorancia. Solo eran ladrones y pastores incultos.

Reflexiona el libro sobre lo mucho que deben hacer organizaciones como la UNESCO promoviendo en esos parajes la tolerancia, sin que se pierda la identidad de los pueblos.

Compartimos con el autor de libro, a quien agradezco haberme hecho llegar su obra, la compasión hacia esos hombres ignorantes que dicen defender la justicia y cometen horrendos crímenes en nombre de la libertad. Y hacemos extensiva esa lástima a quienes se han dedicado a atacarnos con su comentarios por exponer esas realidades en esta columna de Siglo XXI.

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