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Para políticos indocumentados

“No hay felicidad completa si la Patria no es gloriosa” Simónides
Juan López Benito
viernes, 6 de noviembre de 2015, 06:15 h (CET)
El 24 de septiembre de 1810 en el Teatro Cómico de la Isla de León, se celebraba la sesión inaugural de las Cortes de Cádiz. A lo largo del día, los diputados fueron uno por uno tomando posesión del escaño, a la vez que juraban por el respeto a la religión católica, por la lealtad al Rey Fernando VII, por la integridad territorial, y por la unidad de la Nación. Pero lo más destacado de esta histórica jornada, fue la aparición en la tribuna de oradores, del religioso y diputado por Extremadura Don Diego Muñoz Torreno.

Se trataba de un personaje para muchos desconocido, pero que gracias a su espléndida formación intelectual e ilustrada, había ya ocupado a la edad de 27 años, todo un rectorado de la Universidad de Salamanca. Su intervención fue trascendental y por ello Galdós se haría eco de forma memorable en sus escritos, tal y como recoge el catedrático de Historia Contemporánea Antonio Fernández García, en su obra “Las Cortes y la Constitución de Cádiz”: “Aún retumba en mi entendimiento aquel preludio, aquella voz inicial de nuestras glorias parlamentarias, emitidas por un clérigo sencillo y apacible, de ánimo sereno, talento claro, continente humilde y simpático”.

¿Y por qué causaron tanto revuelo sus palabras? Porque su exposición socavaba los cimientos del “Antiguo Régimen”. Lanzaba la idea de la soberanía nacional: el poder supremo mudaba de la Corona a la Nación española, y por tanto a las Cortes que la representan. Existía pues, un cambio de depositario. Por un lado, se trataba de dejar claro la idea de Nación como sujeto político, y no sólo como ente geográfico, y por otro lado, el término soberano secundando a los Ilustrados, se presentaba “como un poder que juzga en última instancia de cuanto es susceptible de dirección humana”.

Galdós definió así este hecho: “El reloj de la Historia señaló con campanada, no por todos oída, su última hora, y realizose en España uno de los principales dobleces del tiempo”.

El concepto de soberanía Nacional, que irrumpía de tal modo en nuestro país, había nacido al calor de la Ilustración, y ya había sido llevada a la práctica, en los movimientos revolucionarios de Estados Unidos y Francia.

A continuación, se iniciaba un proceso para la elaboración y posterior aprobación del Decreto que contemplaba este pensamiento. Fue confeccionado entre otros diputados, por Muñoz Torreno y Argüelles. Su primer párrafo era cristalino: “Los Diputados que componen este Congreso, y que representan la Nación Española, se declaran legítimamente constituidos en Cortes Generales y Extraordinarias, y que reside en ellas la soberanía Nacional”.

Desde entonces, y a lo largo de todo el siglo XIX, si revisamos las proclamas y manifiestos del sinfín de Juntas Revolucionarias, ya sean Municipales o Provinciales que surgirán en España en los momentos más convulsos de nuestra Historia decimonónica, comprobaremos que ésta es una concepción que jamás va a faltar en sus propósitos… Hasta que hemos llegamos a la España actual, y algunos han concebido el disparate denominado “derecho a decidir”, que rompería en pedazos la soberanía nacional ¿No se les cae la cara de vergüenza a los políticos y partidos que defienden semejante memez? De Muñoz Torreno, el Conde de Toreno, Agustín Argúelles, Mexía Lequerica o Evaristo San Miguel entre otras insignes figuras, hemos mutado al más absoluto páramo intelectual político. Primero fue la reconstrucción de vastos “señoríos” territoriales y jurisdiccionales, después la defunción de la separación de poderes y ahora la pretendida voladura de la soberanía nacional… Definitivamente, regresamos hacia las tinieblas del Antiguo Régimen.

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