Este mes de mayo celebra el inicio de su proceso emancipador la hoy República del Paraguay, cuyas tierras en el siglo XVIII, fueron escenario de un esfuerzo revolucionario tan extraordinario como olvidado. Aún más extraordinario que una revolución precursora de la Independencia Hispanoamericana un siglo antes del estallido definitivo de estas gestas, es que hoy sólo uno de cada cinco paraguayos tiene alguna noción sobre ella.
En 1720 había asumido como gobernador del Paraguay Diego de Reyes Balmaceda, nacido en Cádiz, quien desde 1717 ejercía de Alcalde provincial. Su impopularidad hizo que pronto trascendieran un sinnúmero de arbitrariedades, tales como haber lanzado una injusta persecución contra los nativos.
Entre las múltiples acusaciones contra Balmaceda, figuraban el haber establecido impuestos nuevos sin autoridad para hacerlo, así como haber levantado trabas al comercio en beneficio propio. Cuando estuvo a punto el libelo acusatorio, Balmaceda intentó interceptar las denuncias enviando a sus secuaces para cerrar el camino e impedir que las denuncias llegaran a destino.
Tan olvidado como su revolución es el gran protagonista de la misma, el noble abogado panameño José de Antequera y Castro. Siendo fiscal de la Audiencia de Charcas, Antequera arribó al Paraguay como «juez pesquisidor», con el objetivo de discernir las verdaderas causas de los problemas entre la población y el impopular Gobernador de Asunción.
En Asunción abrazó la causa paraguaya y destituyó al gobernador ocupando él mismo dicho cargo, en contra de lo dispuesto desde Lima. Este hecho inició la poco recordada Revolución Comunera del Paraguay.
El virrey del Perú, José de Armendáriz, envió una expedición militar comandada por el gobernador del Río de la Plata, Bruno Mauricio de Zabala. Los sucesos fueron previos a la existencia del virreinato del Río de la Plata, creado décadas más tarde.
Luego de vivir en la clandestinidad, Antequera fue capturado en Lima, en 1726. Luego de un largo proceso de cinco años, y conocer en la cárcel a Fernando de Mompox, fue ajusticiado en medio de una trifulca en la Plaza de Armas de Lima, el 5 de julio de 1731.
Como en todo asalto al poder, una vez más la revolución acabó devorando a sus hijos, en uno de los más poco conocidos episodios de la historia americana. LAW
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