El miércoles, la periodista palestino-estadounidense Shireen Abu Akleh se encontraba trabajando para la cadena Al Jazeera en un informe sobre la vida de los palestinos bajo la ocupación israelí, como lo había hecho durante más de 25 años. Esa mañana, Shireen estaba cubriendo una incursión militar israelí en un campamento de refugiados de la ciudad de Jenin, en Cisjordania. Shireen se encontraba junto a otro reportero, apoyada contra un muro de piedra. Ambos portaban cascos azules y chalecos antibalas del mismo color en los que se leía claramente la palabra “prensa”.
Shireen murió en el lugar, tras recibir un disparo en la cabeza. Un camarógrafo que se encontraba junto a ellos giró inmediatamente su cámara hacia el cuerpo de Shireen, que yacía desplomado en el suelo.Testigos del hecho afirmaron que fue asesinada por fuego israelí, probablemente por un francotirador que apuntó de manera específica a la parte de su cuerpo que quedaba expuesta entre el chaleco protector y el casco.
El periodista Ali al-Samudi, del periódico Al Quds, recibió un disparo en la espalda, pero pudo sobrevivir. Desde el hospital de Jenin, donde se encuentra internado, expresó: “Nos dispararon sin motivo alguno. Nosotros éramos un grupo de periodistas que estábamos allí con uniformes que nos identificaban como trabajadores de los medios. Nuestra condición de periodistas era obvia”. Israel culpó inicialmente a los palestinos por los disparos, pero luego admitió que sus propios soldados podrían haber sido los responsables.
Shireen Abu Akleh era una periodista muy apreciada, conocida en todo el mundo de habla árabe por sus décadas de trabajo incansable para informar sobre la situación en Palestina. La noticia de su muerte provocó que la gente saliera a las calles en un estallido espontáneo de ira y dolor. Una multitud se reunió frente a la casa de la periodista, situada en el barrio Beit Hanina, en la ocupada Jerusalén Oriental. En un acto tan inútil como cruel, soldados israelíes allanaron más tarde la casa.
En la ciudad de Gaza, varias personas se congregaron y encendieron velas entre los escombros de lo que fue la torre al-Jalaa. Ese edificio de once pisos era la sede de la cadena Al Jazeera y de la agencia de noticias Associated Press hasta hace un año, cuando un misil israelí lo destruyó por completo.
En conversación con Democracy Now!, la periodista Dalia Hatuqa, amiga cercana de Shireen, expresó poco después de la muerte de su colega: “Shireen era muy valiente. Era una reportera amable. Tenía una risa contagiosa. Dio voz a las luchas del pueblo palestino durante su carrera periodística de casi tres décadas. Durante el apogeo de la intifada, [Shireen] se convirtió en un pilar de todos los hogares palestinos. Recuerdo que hasta los soldados israelíes que patrullaban la ciudad de Ramala la imitaban y gritaban por altoparlante la famosa frase con la que ella solía terminar sus reportajes: 'Shireen Abu Akleh, Al Jazeera, Ramala'”.
Shireen Abu Akleh se suma a una larga lista de trabajadores de prensa que han sido asesinados mientras se encontraban cubriendo la ocupación israelí de Palestina. La agencia palestina de noticias WAFA enumera 86 periodistas asesinados por Israel desde 1972 hasta el presente. A fines de abril, la Federación Internacional de Periodistas y el Sindicato de Periodistas Palestinos presentaron una denuncia ante la Corte Penal Internacional por presuntos crímenes de guerra cometidos por las fuerzas armadas israelíes contra trabajadores de prensa. Ahora tendrán que agregar a la denuncia la muerte de Shireen.
El profesor de historia de la Universidad de Columbia Rashid Khalidi dijo a Democracy Now!: “Atacar a los periodistas para silenciar la historia desde la raíz es parte del sistema de control de la información que suelen ejercer los poderes coloniales. El Imperio británico implementó este tipo de control en Irlanda, India, Egipto y Palestina, entre otros lugares. El Gobierno israelí lo ha estado implementando de manera sistemática y muy eficaz: disparando e intimidando a periodistas en Palestina y hostigando a editores y productores [de medios] de Estados Unidos y de todo el mundo. Inventan cosas para impedir que se conozca la verdad: que esta es una ocupación cruel contra la voluntad de todo un pueblo y que solo se sostiene por la fuerza bruta. Para el Gobierno israelí es fundamental tratar de borrar, ocluir y ocultar esa verdad, así como también el hecho de que la ocupación se sostiene gracias al apoyo de Estados Unidos, que proporciona armas y dinero para sostenerla”.
Shireen Abu Akleh recibió un funeral de Estado en Ramala. Su imagen se proyectó en paredes de toda la ciudad. Dos fotos de la recordada periodista circularon en las redes sociales. Una, muestra el momento en el que el jefe de la oficina de Al Jazeera en Jerusalén, Walid al-Omari, presentaba a Shireen en cámara cuando era una joven reportera en 1997. La otra foto, tomada esta semana —25 años después—, muestra a Walid sosteniendo el chaleco empapado en sangre de Shireen luego de su muerte.
El año pasado, Shireen contó en un breve video sus experiencias como reportera de Al Jazeera**: “Nunca olvidaré la cantidad de destrucción ni la sensación de que la muerte estaba tan cerca de nosotros. Apenas parábamos en nuestras casas; cargábamos nuestras cámaras y atravesábamos los controles militares y las carreteras irregulares. Pasábamos las noches en hospitales o con personas que no conocíamos y, a pesar de los peligros y las amenazas, estábamos ansiosas por continuar con nuestro trabajo”.
Shireen continúa: “Todo eso fue en 2002, cuando Cisjordania fue atacada por los israelíes de una forma que no se veía desde 1967. En los momentos difíciles logré sobreponerme al miedo porque elegí el periodismo para estar cerca de la gente. Puede que no sea fácil para mí cambiar la realidad, pero al menos pude transmitir el mensaje y la voz del pueblo [palestino] al mundo”. Y finaliza: “Soy Shireen Abu Akleh”.
Los asesinatos de periodistas y trabajadores de prensa, cometidos frecuentemente con total impunidad, deben terminar ya. En Palestina, en México, en Ucrania o en cualquier otro lugar.
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